Leo en "Poesía Civil" (17grises editora, 2010) de Sergio Raimondi un poema que me hace acordar a la entrevista entre Trotsky y Malraux, en la que éste último dijo que el comunismo no podía solucionar la muerte y al viejo revolucionario ruso le pareció que el gran escritor francés era un terrible gil.
El poema lleva por título el de este post y dice:
Un poema sería necesario en tanto fuese capaz,
dicen, de responder a esas preguntas esenciales
como la de, oh, la Muerte, asunto aparentemente
inevitable. Pongamos que sea así. Lo que interesa
sin embargo es la materia con que ha sido forjada
la hoja de la bendita guadaña. Siglos y más siglos
de golpes secos: tzacc, ¡fuera!, tzacc, ¡fuera!, tzacc.
El terminal la ve venir por el pasillo, se da vuelta
y pide un té mientras imagina un filo por mellado
ineficaz. Quizás se equivoque, y quizás mucho,
pero la imagen no es la de quien violenta bajará
el arma y hará rodar la cabeza, es la de quien afila
sentada en un banco de madera en un cuchitril,
una y otra vez el metal contra la piedra esmeril
y las moscas, pensando en la relación entre esfuerzo
y paga, temerosa de exigir lo que le corresponde
y de ser reemplazada por quejosa en un santiamén.
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