lunes, 20 de julio de 2015

El Príncipe moderno, Gramsci y el marxismo (a propósito de una ponencia de Peter D. Thomas)


La reciente ponencia de Peter D. Thomas en el Coloquio Marx-Engels realizado la semana pasada en Campinas, The Idea of Communism and the Party-Form retoma la cuestión del partido, que el autor había tratado en The Gramscian Moment y en Hegemony, Passive Revolution and the modern Prince.

En su momento hicimos con Fernando Rosso un comentario crítico del abordaje de Thomas sobre la cuestión del partido en Gramsci, que se puede leer acá y retomamos también en esta nota escrita para Esquerda Diário. 

En esta nueva intervención, Thomas suma dos novedades. La primera: pone en relación el debate sobre la "forma partido" propuesta por Gramsci con un debate más amplio sobre la cuestión del comunismo y en ese contexto realiza una crítica sumaria, pero bastante eficiente de las últimas elaboraciones de Toni Negri. La segunda: precisa su idea del Príncipe Moderno, planteándola más cercana a un "partido proceso" que a un "partido laboratorio", idea esta última que en su ponencia relaciona con Lukacs, aunque mantiene en general las posiciones que ya había delineado en sus trabajos anteriores.

Mientras señala que Negri retoma la idea del operaísmo del partido como organización "composicional" (organización de lucha redefinida no como aparato externo a la clase sino como organización de la clase acorde a su "composición técnica" en el proceso de producción), ejerce una crítica de la concepción de Lukacs del partido entendido como "sujeto político" y "laboratorio", que actúa como "mediación entre la teoría y la práctica" y "prefigura" la libertad comunista del futuro a través de una "forma autónoma de la conciencia de clase proletaria". 

El Príncipe moderno, entendido como un proceso expansivo de constitución de un partido de nuevo tipo, sintentiza los puntos fuertes de las anteriores "formas", ya que:

... representa solamente la punta del iceberg de un proceso más amplio de activación política colectiva de las clases populares, en todas las instancias de deliberación y toma de decisiones en toda la sociedad. Es precisamente por esta razón que el Príncipe moderno como forma-partido no es una instancia de formalismo político, sino una forma que constitutiva y continuamente excede sus propios límites para poder ser tal.

Señala Thomas a modo de conclusión: 

La discusión emergente sobre la renovación de la forma-partido se da en un contexto de experimentos radicales en las formas de organización alrededor del mundo, desde redes a coaliciones a viejas y nuevas concepciones del frente único. La verdadera cuestión estratégica hoy no es la simple idea del comunismo o incluso la afirmación o negación del partido, concebido en abstracto, sino la cuestión del tipo particular de forma-partido que podría ayudar a esos movimientos a continuar creciendo. La noción de Gramsci del Príncipe moderno como una forma política expansiva, integrando las dimensiones composicional y de laboratorio en una renovación del partido político como una formación y práctica del partidismo provee el nombre para este proceso de experimentación comunista colectiva.

El debate tiene, como siempre, aristas teóricas y políticas que hacen a la actualidad, como se ve en la entrevista realizada con Peter D. Thomas por Esquerda Diário y Opera Mundi y los planteos que vierte en la misma sobre la experiencia de Syriza. Intentaremos reflexionar brevemente primero sobre la cuestión teórica y luego sobre las cuestiones políticas.

En primer lugar, si intentamos hacer una aproximación "genética" a la concepción de partido de Gramsci, planteada con cierto apuro y no demasiada sutileza, podemos identificar tres momentos en su elaboración de la cuestión del partido: la de la época de los consejos de fábrica, la del momento de construcción del PCI a su regreso de la URSS, entre 1924 y 1926, que incluye (como la anterior) la polémica y el debate con Bordiga y por último las reflexiones sobre la cuestión del Príncipe Moderno en los Cuadernos de la Cárcel.

En la etapa "consiliar", Gramsci consideraba al partido como una "organización contractual y privada" frente a la cual estaba planteada la autonomía del consejo de fábrica como organismo "público", por decirlo en términos "clásicos", tendía a subvaluar el rol del partido, en la relación partido-consejo de fábrica (o soviet). Contra esta posición había polemizado Amadeo Bordiga, desde una óptica esencialmente sectaria contra la experiencia de los consejos de fábrica. Bordiga señalaba que la forma histórica de emancipación de la clase obrera era el partido comunista y no los consejos ni los soviets, a los que asignaba un rol esencialmente de lucha económica. 

Durante la etapa de construcción del PCI, Gramsci va a polemizar contra Bordiga señalando que el partido no era un "órgano" sino una "parte" de la clase, mientras buscaba establecer los fundamentos de una estrategia que expresara en la situación italiana de ese momento, los mismos objetivos que la experiencia de los consejos, la cual está sintetizada en las Tesis de Lyon. No obstante los aciertos de Gramsci en la polémica con Bordiga, la prohibición de las fracciones indicaba un paso hacia el autoritarismo, que en ese momento era funcional al desplazamiento de Bordiga, en un contexto de "bolchevización" promovido por la dirección de la Tercera Internacional contra los sectores disidentes.

En los Cuadernos de la Cárcel, la reformulación de la cuestión del partido en términos del Príncipe moderno, permite a Gramsci unir lo que en las etapas anteriores estuvo dividido: el movimiento histórico (antes asociado a los consejos) y la organización política (antes entendida en sentido más "estrecho"). Esto parecería darle la razón a Thomas en su interpretación del Príncipe moderno como "forma partido políticamente expansiva", pero no es tan sencillo. 

Al transformar en uno de los ejes de su reflexión carcelaria la cuestión de la hegemonía, Gramsci está poniendo el acento en uno de los puntos débiles que tuvieron tanto la experiencia de los consejos de fábrica como las posteriores experiencias del PCI frente al fascismo. 

Pero no es una cuestión únicamente italiana sino que hace a cierta debilidad de los comunistas de Occidente en su conjunto. Frente a Estados con varios siglos de historia, cultura y organización societal, la concepción socialdemócrata de la continuidad entre progreso capitalista y advenimiento del socialismo, se transformaba en una concepción acrítica del marxismo como "ala izquierda" de la modernidad capitalista. La consecuencia político-ideológica y estratégica, era cierto fatalismo en los comunistas de occidente, fuera ultraizquierdista o de derecha, pero que en sus dos variantes subestimaba la importancia de la acción política del partido para intervenir en los momentos de crisis y más bien se confiaba al curso de los acontecimientos. 

No obstante su decadencia, las conquistas históricas de la burguesía europea en los terrenos político, militar, económico y cultural impusieron a los comunistas de occidente una posición que los dejaba por detrás de la dinámica de los acontecimientos y de las conclusiones estratégicas que se desprendían de la nueva época abierta por la guerra mundial y la revolución rusa (como señalara Trotsky en Lecciones de Octubre y Stalin, el gran organizador de derrotas). 

En este contexto, la reflexión gramsciana sobre la cuestión del partido a través de la metáfora conceptual del Príncipe moderno, es inseparable de la reflexión gramsciana más general sobre la "filosofía de la praxis" como movimiento histórico que sintetiza la cultura de occidente, así como el legado del Renacimiento, la Reforma protestante y la Revolución francesa. 

Digo que es inseparable, porque cuando Gramsci reflexiona sobre el marxismo como concepción independiente de todas las corrientes ideológicas y filosóficas burguesas, su hincapié en la "autosuficiencia" del marxismo, no es un llamado al dogmatismo, sino una lucha por sentar las bases de una concepción del marxismo correlativa con la lucha por la constitución de la clase obrera como clase hegemónica, es decir como una clase dotada de una teoría que a su vez la proyecta como clase consciente de ser la cabeza de un movimiento histórico revolucionario que no busca continuar "la cultura de occidente" bajo predominio burgués sino construir un nuevo Estado (proletario) que dote de “una forma moderna y actual al humanismo laico tradicional que debe ser la base ética del nuevo tipo de Estado” (C11 §70).

Visto desde este ángulo, histórico-filosófico, la reflexión gramsciana sobre el Príncipe moderno que al desarrollarse convulsiona al conjunto de la sociedad, busca establecer una ligazón íntima entre movimiento histórico y forma política. 

Sin embargo, desde el ángulo de la relación estratégica entre movimiento social (entendido no en términos históricos generales sino más en un plano inmediato) y el partido (Príncipe moderno), la relación se vuelve menos "expansiva" y un tanto más "negativa", dado que en los Cuadernos de la Cárcel Gramsci tiende a identificar la actividad espontánea de la clase obrera con el sindicalismo y presentar en términos un tanto unilaterales la "superación" de aquel mediante el Príncipe moderno. 

En resumen, si la concepción "integral" de partido en los Cuadernos de la Cárcel resulta productiva para reflexionar desde el ángulo histórico-filosófico sobre la relación entre el marxismo, la clase obrera y la cultura de occidente, en el plano menos abstracto y más específico de la relación entre movimiento social y organización política en una situación determinada y no tan general, se vuelve más bien abstracta.

Esta relativa abstracción, en el plano de la relación movimiento-partido como categoría "situacional" o de "coyuntura estratégica" es lo que permite, por ejemplo, que Thomas pueda asociar la idea de Príncipe moderno con "ciertos momentos de la experiencia de Syriza" que precisamente pretendía lo contrario a la orientación gramsciana: sustituir mediante una organización política sin hegemonía social y con un programa de reformas la propia actividad de la clase trabajadora como sujeto revolucionario.

Si consideramos, como sostiene Emmanuel Barot (Marx au pays des soviets ou les deux visages du communisme, la ville brûle, 2011, pgs. 31-36) siguiendo a Marx, que el comunismo no es un fin a realizar en abstracto, sino el movimiento real que busca abolir el estado actual de cosas, toda reflexión sobre la posibilidad de reconstruir las organizaciones revolucionarias de la clase obrera debería partir de la necesaria relación entre hegemonía política y hegemonía social. Es decir, no se puede presentar como "hegemónica" una política que no tiene como eje de su actividad la constitución de la clase obrera como sujeto y prioriza la "política por arriba" en lugar del "movimiento real". 

En este sentido, la "forma partido" necesaria para el desarrollo del "movimiento real", es aquella capaz de sostener una práctica política que combina la lucha por la recomposición social, política e ideológica de la clase trabajadora como sujeto, con una estrategia que parta de sus concretos y actuales combates, luchando por hegemonizar a los demás sectores oprimidos, por ejemplo llevar hasta el final la lucha por el NO en Grecia. Las "izquierdas amplias" se demostraron incapaces de hacerlo. Un "nuevo leninismo" debería proponérselo. 

Versión en portugués en Esquerda Diário  

viernes, 17 de julio de 2015

Vuelta de Tuerca


La crisis de Syriza y su ala izquierda


La votación en el Parlamento del nuevo memorándum pactado con la Troika puso al desnudo la crisis abierta en el partido de Alexis Tsipras. 40 diputados de Syriza no votaron a favor del acuerdo (32 en contra, 6 abstenciones y dos ausentes). La crisis de Syriza y el fracaso de la estrategia de su ala izquierda.

martes, 14 de julio de 2015

Debate Kouvelakis/Callinicos sobre Grecia

En el marco del evento anual Marxism 2015: Ideas for revolution se desarrolló un debate entre Stathis Kouvelakis, miembro de la dirección de Syriza y destacado militante de la Plataforma de Izquierda, y Alex Callinicos, dirigente del SWP (Socialist Workers Party) británico. Publicamos aquí la desgrabación traducida del debate.

lunes, 13 de julio de 2015

Sobre Peter D. Thomas e o marxismo de Gramsci




O livro de Peter D. Thomas, The Gramscian Moment: Philosophy, Hegemony and Marxism1, tem gerado um novo interesse pelo pensamento de Gramsci nos âmbitos da esquerda acadêmica e política na Inglaterra e França, e se converteu em certa medida em um acontecimento intelectual internacional.

lunes, 6 de julio de 2015

Gramsci, Marx y Trotsky (sobre un trabajo de Fabio Frosini)



Este trabajo de Fabio Frosini, Time and Revolution in Gramsci's Prison Notebooks, está centrado en la reflexión sobre pasado y presente en los Cuadernos de la Cárcel y la diferencia entre los conceptos de revolución de Marx y Gramsci; retoma al final la cuestión de las relaciones entre revolución permanente, revolución pasiva y hegemonía, a las que hicimos referencia en este artículo escrito junto con Fernando Rosso el año pasado.

Una crítica que podría hacerse al trabajo, por demás interesante, es que deduce el concepto de revolución en Marx solamente del Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política, pero no del Manifiesto Comunista o de la Carta al Comité Central de la Liga de los Comunistas (que paradójicamente cita implícitamente cuando retoma la reflexiones de Gramsci sobre el "grito de guerra" de Marx en 1848). 

Efectivamente, mientras para Frosini la explicación de cómo surge una época de revolución social en el Prólogo, expresaría una primacía del pasado por sobre el presente, en el Manifiesto Comunista tanto como en la Carta al Comité Central de la Liga de los Comunistas, esa relación se invierte claramente, primando en uno las contradicciones de un presente en el que "todo lo sólido se desvanece en el aire"  y en la otra una concepción estratégica que busca trascender no sólo los límites impuestos por el pasado sino los del propio presente, prefigurando una revolución proletaria que todavía no encuentra "maduras" sus "condiciones". 

Se podría objetar que el Prólogo es un momento posterior a los textos citados y por ende más complejo de la elaboración marxiana, pero sus escritos sobre la Comuna de París o la cuestión rusa, podrían darnos la razón acerca de la necesidad de un enfoque más de conjunto. 

No obstante estas críticas, también discutibles, los temas abordados coinciden en parte con algunas reflexiones que venimos intentando hacer en este blog, especialmente la parte del final sobre revolución permanente y revolución pasiva en relación con la interpretación del Prólogo de Marx.

En este post, había comentado los mismos pasajes que retoma Frosini, intentando establecer una relación entre las dos afirmaciones que hace Gramsci respecto de la revolución permanente y la revolución pasiva en relación con los "dos principios" del Prólogo rescatados por el comunista italiano en el C13 §17:

Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. 

Luego de una discusión sobre cómo periodizar los acontecimientos de la revolución francesa y posteriores hasta 1870, en ese mismo parágrafo concluye: 

Se puede decir entre tanto que la mediación dialéctica entre los dos principios metodológicos enunciados al comienzo de esta nota se puede encontrar en la fórmula político-histórica de revolución permanente.

Posteriormente, en el C15 § 17 , plantea: 
El concepto de revolución pasiva debe ser deducido rigurosamente de los dos principios fundamentales de ciencia política. 1] que ninguna formación social desaparece mientras las fuerzas productivas que se han desarrollado en ella encuentran todavía lugar para su ulterior movimiento progresivo; 2] que la sociedad no se impone tareas para cuya solución no se hayan incubado las condiciones necesarias, etcétera.
En este mismo post, concluíamos: 
En definitiva, en la historia de las revoluciones burguesas, la revolución permanente se opone a la revolución pasiva y en las categorías explicativas del materialismo histórico, los conceptos de revolución permanente y revolución pasiva se utilizan  para comprender las relaciones entre estructura y superestructura en la constitución de los Estados modernos, a partir de la comparación entre Francia e Italia. Explicación que por su parte alude a la dinámica de los acontecimientos, combinando cuestiones objetivas y subjetivas, cuya expresión se sintetiza en la existencia o ausencia de una fuerza "jacobina" capaz de hacerse con el mando e impulsar el proceso revolucionario más allá de los límites que buscan imponerle los sectores más moderados. 
Frosini precisa este debate, señalando que la "mediación dialéctica" de la revolución permanente debe entenderse como proyecto estratégico que tiene su expresión en el Príncipe moderno y su lucha por la hegemonía, mientras que la teoría de la revolución pasiva, sería la forma de advertir contra los riesgos de una comprensión del Prólogo en clave economicista o mecanicista. 

Agrego que esta problemática está relacionada con una temática gramsciana característica que es la que se resume en la pregunta: ¿Cómo surge el movimiento histórico sobre la base de la estructura?

Respecto de esta reflexión, vuelve a plantearse la relación entre revolución permanente y hegemonía, hasta dónde en Gramsci la primera es superada por la segunda, hasta dónde serían equivalentes con distintos contextos históricos (sociedad fluida en formación vs. sociedad de masas) hasta dónde se pueden establecer relaciones que permitan comprender en última instancia la dinámica de ambas cuestiones en la actualidad, cómo se conquista hegemonía y cómo se articula una dinámica permanentista de la revolución. 

En este sentido, retomando algunas cuestiones ya escritas en los artículos y posts linkeados más arriba, considero que una línea de reflexión podría ser la siguiente: 

-Considerar en primer lugar a la revolución permanente no como solamente una teoría, sino como la dinámica propia de las revoluciones modernas, incluidas las revoluciones burguesas. Esta dinámica reside en la imposibilidad de contener dentro del pueblo el desarrollo de los antagonismos de clase y con ellos de la constitución de la clase obrera como clase. 

-En este sentido, el "grito de guerra" de Marx en 1848 es una bandera para que la clase obrera interviniera de modo independiente en las revoluciones burguesas posteriores a la restauración, pero también una bandera para avanzar lo más posible en radicalizar la dinámica del proceso de una revolución democrático-burguesa que completa algunas de sus tareas pendientes a una revolución propiamente obrera. En este sentido, las concepciones de la revolución permanente en Marx y Trotsky tienen un fuerte elemento de continuidad. 

-Si tomamos entonces que la revolución permanente tiene que ver con la tendencia a la desagregación del bloque conocido como pueblo y la constitución de las clases y sus antagonismos, esto tiene, desde el punto de vista de las tareas, su correlato en la combinación de tareas democráticas y socialistas, cuestión que destaca, junto con el internacionalismo, la teoría de Trotsky. En este contexto, se plantea el lugar de la hegemonía dentro de una dinámica "permanente", sintetizado por Trotsky de la siguiente forma, que habíamos rescatado, acá
La mecánica política de la revolución consiste en el paso del poder de una a otra clase. La transformación violenta se efectúa generalmente en un lapso de tiempo muy corto. Pero no hay ninguna clase histórica que pase de la situación de subordinada a la de dominadora súbitamente, de la noche a la mañana, aunque esta noche sea la de la revolución. Es necesario que ya en la víspera ocupe una situación de extraordinaria independencia con respecto a la clase oficialmente dominante; más aún, es preciso que en ella se concentren las esperanzas de las clases y de las capas intermedias, descontentas con lo existente, pero incapaces de desempeñar un papel propio. La preparación histórica de la revolución conduce, en el período prerrevolucionario, a una situación en la cual la clase llamada a implantar el nuevo sistema social, si bien no es aún dueña del país, reúne de hecho en sus manos una parte considerable del poder del Estado, mientras que el aparato oficial de este último sigue aún en manos de sus antiguos detentadores. De aquí arranca la dualidad de poderes de toda revolución.
-En este sentido, la constitución de la clase obrera como clase hegemónica es parte de la dinámica permanente de la revolución que describíamos más arriba. 

Si bien para pensar la cuestión de la dualidad de poderes desde Gramsci, deberíamos remitirnos al período consiliar, las Tesis de Lyon o practicar una lectura en clave más "luxemburguista" del Príncipe Moderno como partido-proceso; incorporando la cuestión de la hegemonía como inherente al desarrollo de la revolución permanente, se puede establecer una interpretación que supere la oposición estática entre la teoría de la hegemonía y la teoría de la revolución permanente, para contraponer a las estrategias de pasivización que imperan en distintos procesos actuales.

domingo, 5 de julio de 2015

El pueblo griego dijo NO al ajuste




Con casi la totalidad de los votos escrutados, el NO se imponía con un 61% contra un 39% del SI en el referéndum en Grecia. La diferencia de unos 20 puntos desestimó la mayoría de las predicciones que daban como resultado una elección ajustada. Según diversos medios, el NO alcanzó porcentajes más altos en los barrios obreros y en la juventud.

jueves, 2 de julio de 2015

El origen de la ferocidad


Por Fernando Rosso 

Pinta tu aldea barrial y pintarás el interminable universo de una adolescencia conurbana. Gabriel tiene un poco de todos y todos tenemos una parte de Gabriel. Sus miedos son los nuestros y también sus ilusiones. Pero sobre todo sus reveses y perfectos fracasos.

Gabriel, el Gavilán, deja de ser niño en “El origen de la tristeza” y retorna adulto (y químicamente adulterado) bajo el imperio vertiginoso de “La ley de la ferocidad”. Ambas novelas de Pablo Ramos que son como una paliza despiadada a eso que los poetas llaman el alma.

miércoles, 1 de julio de 2015

Grecia, la Troika y Syriza: las amarguras de la realpolitik



Con todos los límites que se derivan de no conocer la situación de primera mano, comparto algunas reflexiones (como siempre digo, si les sirve, feliz con ello, si no, no le den bola...)

La situación social en Grecia es dramática y los eventos políticos van cambiando minuto a minuto y no se sabe bien qué puede pasar de acá al domingo en el que está convocado el referéndum sobre la política de la Troika, por lo que estas líneas intentan plantear algunas cuestiones que se expresan en la coyuntura pero podrían trascenderla...

La Troika y Grecia: ¿hacia el capitalismo periférico?

La política de retrogradación social que impulsa la "troika" para Grecia tiene objetivos de disciplinamiento hacia los propios griegos así como hacia todos los "socios menores" de la UE, también eventualmente, volver imposible la continuidad del gobierno de Syriza-ANEL. ¿Pero no tiene efectos más profundos? ¿No se puede pensar que la política de la Troika, está operando una metamorfosis de Grecia de "imperialismo menor" (similar a como veía Trotsky a Checoslovaquia en las vísperas de la Segunda Guerra Mundial)  a "capitalismo periférico" (concepto con el que Gramsci identificaba el grupo de países europeos más "atrasados", entre ellos Italia, España y Portugal)?

En el concepto de Gramsci, la idea de capitalismo periférico estaba ligada a la de una mayor debilidad del aparato estatal y a una sobreextensión de sectores medios que bloqueaban el desarrollo de la clase obrera como actor independiente, una suerte de "Occidente periférico y tardío" según la expresión de Portantiero en Los Usos de Gramsci. En este caso, el proceso de pauperización de amplias capas de las sociedad, daría otra tónica a esta involución social, no obstante lo cual podría resignificarse este concepto; es decir que sin transformarse aún en un país semicolonial, su status esté en vías de transformación hacia un híbrido entre "imperialismo menor" y "capitalismo periférico". 

La respuesta a esta pregunta, no obstante, no puede encontrarse por fuera de la lucha que está en curso y del desarrollo de la lucha de clases más en general.

El internacionalismo y la huelga continental 

En este post escrito con Fernando Rosso habíamos retomado los análisis de Pietro Basso  sobre la cuestión de la nueva composición "plurinacional" de la clase obrera en las ciudades europeas como base concreta para un nuevo internacionalismo. 

La situación de Grecia plantea nuevamente la cuestión, desde otro ángulo, ya que más allá de la movilización masiva de los propios griegos, una derrota en toda la línea de la política de la Troika es difícil de lograr sin el apoyo activo de la clase obrera europea, en especial del proletariado alemán. 

Sin llegar a ser un "supraestado" con plenos poderes, la existencia de la Unión Europea y su intervención directa en la política de los "socios menores" como Grecia, amplía la escala del enfrentamiento, planteando la necesidad de unir centro y periferia dentro de la propia Europa y modificando en parte la vieja ecuación de Marx sobre que la lucha de la clase obrera era nacional por su forma pero internacional por su contenido. En la actualidad incluso la forma es un poco más internacional que en el pasado, obviamente sin haberse liquidado el rol de los Estados nacionales. 

Por eso, la figura de la huelga continental como acción coordinada a nivel europeo, está muy lejos de la fantasía de una revolución que estalla en todos lados al mismo tiempo. Por el contrario, empieza a ser una necesidad concreta, en este caso, para defender las más elementales condiciones de supervivencia de Grecia. 

En este sentido, los dirigentes reformistas de Europa, tan proclives a apoyar incondicionalmente todas las políticas de Tsipras, no tienen el mismo entusiasmo para convocar acciones contundentes de las organizaciones de masas que dirigen, cuando lo que está planteado es una gran acción de solidaridad continental e internacional con el pueblo de Grecia, por la anulación de la deuda y contra la política de la Troika. 

Las pasivizaciones y sus límites

En este post, identificaba la pasivización ciudadana (es decir la transformación de las luchas democráticas, populares y anti-imperialistas en luchas por la ampliación de la ciudadanía dentro de los marcos del sistema), como el principal mecanismo tendiente a dislocar la dinámica permanente de la revolución social, en ausencia de otros mecanismos como lo fuera en su momento la división tajante de la periferia y el centro, en el marco de los pactos entre la burocracia de la URSS y las potencias imperialistas. 

En mi opinión esa categoría sirve para entender el proceso de los gobiernos "posneoliberales" latinoamericanos y algunos momentos específicos de la "primavera árabe" (con más limitaciones ya que hubo procesos revolucionarios más desarrollados) así como los fenómenos de Syriza y PODEMOS. Sin embargo, en el caso de Syriza, se empiezan a mostrar con crueldad los límites de una estrategia pasivizadora presentada como realpolitik.

La pasivización fue la apuesta de Syriza, es decir, llegar al gobierno como expresión electoral del proceso de luchas que se dio en Grecia durante los últimos años, pero no para llevar hasta el final las demandas de los trabajadores y el pueblo, sino para reconstruir la autoridad estatal que estaba en crisis por la política de ajustes permanentes, de lo cual el hundimiento del PASOK fue la expresión política incontrastable. Así lo hizo saber el propio Tsipras al momento de asumir, generando un autodenominado gobierno de salvación nacional

Pero sin soja ni petróleo, ni "viento de cola", Tsipras parece haber atado su destino a la continuidad de Grecia en la "zona Euro", para lo cual sin poder transformarse en un agente directo de la Troika, ni alentar una salida del euro en clave soberanista, mucho menos tomando medidas anticapitalistas como la nacionalización de los bancos y otras que defiende la extrema izquierda en Grecia, empieza a parecer una especie "bonapartismo líquido" cuyas posiciones van cambiando en función de las maniobras y contramaniobras que realiza en la negociación. 

En este sentido, si la revolución pasiva es como habíamos señalado acá una suerte de "moderador clausewitziano" entre revolución y contrarrevolución, funcional a ésta última, tomando incluso su lugar cuando esta es evitable, la "contrarrevolución social por medios diplomáticos" que busca imponer la Troika, pone límites a cualquier salida reformista y con eso pone en crisis la estrategia pasivizadora de Syriza. 

Con todo, la liquidez misma tiene un límite. Como decía Trotsky en sus Escritos sobre Lenin, Dialéctica y Evolucionismo, todo fluye, pero nada fluye fuera de sus márgenes y así como la Troika puede estar forzando la relación de fuerzas más allá de los límites aceptables, lo mismo puede ocurrirle a Tsipras y sus marchas y contramarchas de cara a los trabajadores y el pueblo de Grecia.