Por Fernando Rosso
Pinta tu aldea barrial y pintarás el interminable universo de una adolescencia conurbana. Gabriel tiene un poco de todos y todos tenemos una parte de Gabriel. Sus miedos son los nuestros y también sus ilusiones. Pero sobre todo sus reveses y perfectos fracasos.
Gabriel, el Gavilán, deja de ser niño en “El origen de la tristeza” y retorna adulto (y químicamente adulterado) bajo el imperio vertiginoso de “La ley de la ferocidad”. Ambas novelas de Pablo Ramos que son como una paliza despiadada a eso que los poetas llaman el alma.
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