La reciente ponencia de Peter D. Thomas en el Coloquio Marx-Engels realizado la semana pasada en Campinas, The Idea of Communism and the Party-Form retoma la cuestión del partido, que el autor había tratado en The Gramscian Moment y en Hegemony, Passive Revolution and the modern Prince.
En su momento hicimos con Fernando Rosso un comentario crítico del abordaje de Thomas sobre la cuestión del partido en Gramsci, que se puede leer acá y retomamos también en esta nota escrita para Esquerda Diário.
En esta nueva intervención, Thomas suma dos novedades. La primera: pone en relación el debate sobre la "forma partido" propuesta por Gramsci con un debate más amplio sobre la cuestión del comunismo y en ese contexto realiza una crítica sumaria, pero bastante eficiente de las últimas elaboraciones de Toni Negri. La segunda: precisa su idea del Príncipe Moderno, planteándola más cercana a un "partido proceso" que a un "partido laboratorio", idea esta última que en su ponencia relaciona con Lukacs, aunque mantiene en general las posiciones que ya había delineado en sus trabajos anteriores.
Mientras señala que Negri retoma la idea del operaísmo del partido como organización "composicional" (organización de lucha redefinida no como aparato externo a la clase sino como organización de la clase acorde a su "composición técnica" en el proceso de producción), ejerce una crítica de la concepción de Lukacs del partido entendido como "sujeto político" y "laboratorio", que actúa como "mediación entre la teoría y la práctica" y "prefigura" la libertad comunista del futuro a través de una "forma autónoma de la conciencia de clase proletaria".
El Príncipe moderno, entendido como un proceso expansivo de constitución de un partido de nuevo tipo, sintentiza los puntos fuertes de las anteriores "formas", ya que:
... representa solamente la punta del iceberg de un proceso más amplio de activación política colectiva de las clases populares, en todas las instancias de deliberación y toma de decisiones en toda la sociedad. Es precisamente por esta razón que el Príncipe moderno como forma-partido no es una instancia de formalismo político, sino una forma que constitutiva y continuamente excede sus propios límites para poder ser tal.
Señala Thomas a modo de conclusión:
La discusión emergente sobre la renovación de la forma-partido se da en un contexto de experimentos radicales en las formas de organización alrededor del mundo, desde redes a coaliciones a viejas y nuevas concepciones del frente único. La verdadera cuestión estratégica hoy no es la simple idea del comunismo o incluso la afirmación o negación del partido, concebido en abstracto, sino la cuestión del tipo particular de forma-partido que podría ayudar a esos movimientos a continuar creciendo. La noción de Gramsci del Príncipe moderno como una forma política expansiva, integrando las dimensiones composicional y de laboratorio en una renovación del partido político como una formación y práctica del partidismo provee el nombre para este proceso de experimentación comunista colectiva.
El debate tiene, como siempre, aristas teóricas y políticas que hacen a la actualidad, como se ve en la entrevista realizada con Peter D. Thomas por Esquerda Diário y Opera Mundi y los planteos que vierte en la misma sobre la experiencia de Syriza. Intentaremos reflexionar brevemente primero sobre la cuestión teórica y luego sobre las cuestiones políticas.
En primer lugar, si intentamos hacer una aproximación "genética" a la concepción de partido de Gramsci, planteada con cierto apuro y no demasiada sutileza, podemos identificar tres momentos en su elaboración de la cuestión del partido: la de la época de los consejos de fábrica, la del momento de construcción del PCI a su regreso de la URSS, entre 1924 y 1926, que incluye (como la anterior) la polémica y el debate con Bordiga y por último las reflexiones sobre la cuestión del Príncipe Moderno en los Cuadernos de la Cárcel.
En la etapa "consiliar", Gramsci consideraba al partido como una "organización contractual y privada" frente a la cual estaba planteada la autonomía del consejo de fábrica como organismo "público", por decirlo en términos "clásicos", tendía a subvaluar el rol del partido, en la relación partido-consejo de fábrica (o soviet). Contra esta posición había polemizado Amadeo Bordiga, desde una óptica esencialmente sectaria contra la experiencia de los consejos de fábrica. Bordiga señalaba que la forma histórica de emancipación de la clase obrera era el partido comunista y no los consejos ni los soviets, a los que asignaba un rol esencialmente de lucha económica.
Durante la etapa de construcción del PCI, Gramsci va a polemizar contra Bordiga señalando que el partido no era un "órgano" sino una "parte" de la clase, mientras buscaba establecer los fundamentos de una estrategia que expresara en la situación italiana de ese momento, los mismos objetivos que la experiencia de los consejos, la cual está sintetizada en las Tesis de Lyon. No obstante los aciertos de Gramsci en la polémica con Bordiga, la prohibición de las fracciones indicaba un paso hacia el autoritarismo, que en ese momento era funcional al desplazamiento de Bordiga, en un contexto de "bolchevización" promovido por la dirección de la Tercera Internacional contra los sectores disidentes.
En los Cuadernos de la Cárcel, la reformulación de la cuestión del partido en términos del Príncipe moderno, permite a Gramsci unir lo que en las etapas anteriores estuvo dividido: el movimiento histórico (antes asociado a los consejos) y la organización política (antes entendida en sentido más "estrecho"). Esto parecería darle la razón a Thomas en su interpretación del Príncipe moderno como "forma partido políticamente expansiva", pero no es tan sencillo.
Al transformar en uno de los ejes de su reflexión carcelaria la cuestión de la hegemonía, Gramsci está poniendo el acento en uno de los puntos débiles que tuvieron tanto la experiencia de los consejos de fábrica como las posteriores experiencias del PCI frente al fascismo.
Pero no es una cuestión únicamente italiana sino que hace a cierta debilidad de los comunistas de Occidente en su conjunto. Frente a Estados con varios siglos de historia, cultura y organización societal, la concepción socialdemócrata de la continuidad entre progreso capitalista y advenimiento del socialismo, se transformaba en una concepción acrítica del marxismo como "ala izquierda" de la modernidad capitalista. La consecuencia político-ideológica y estratégica, era cierto fatalismo en los comunistas de occidente, fuera ultraizquierdista o de derecha, pero que en sus dos variantes subestimaba la importancia de la acción política del partido para intervenir en los momentos de crisis y más bien se confiaba al curso de los acontecimientos.
No obstante su decadencia, las conquistas históricas de la burguesía europea en los terrenos político, militar, económico y cultural impusieron a los comunistas de occidente una posición que los dejaba por detrás de la dinámica de los acontecimientos y de las conclusiones estratégicas que se desprendían de la nueva época abierta por la guerra mundial y la revolución rusa (como señalara Trotsky en Lecciones de Octubre y Stalin, el gran organizador de derrotas).
En este contexto, la reflexión gramsciana sobre la cuestión del partido a través de la metáfora conceptual del Príncipe moderno, es inseparable de la reflexión gramsciana más general sobre la "filosofía de la praxis" como movimiento histórico que sintetiza la cultura de occidente, así como el legado del Renacimiento, la Reforma protestante y la Revolución francesa.
Digo que es inseparable, porque cuando Gramsci reflexiona sobre el marxismo como concepción independiente de todas las corrientes ideológicas y filosóficas burguesas, su hincapié en la "autosuficiencia" del marxismo, no es un llamado al dogmatismo, sino una lucha por sentar las bases de una concepción del marxismo correlativa con la lucha por la constitución de la clase obrera como clase hegemónica, es decir como una clase dotada de una teoría que a su vez la proyecta como clase consciente de ser la cabeza de un movimiento histórico revolucionario que no busca continuar "la cultura de occidente" bajo predominio burgués sino construir un nuevo Estado (proletario) que dote de “una forma moderna y actual al humanismo laico tradicional que debe ser la base ética del nuevo tipo de Estado” (C11 §70).
Visto desde este ángulo, histórico-filosófico, la reflexión gramsciana sobre el Príncipe moderno que al desarrollarse convulsiona al conjunto de la sociedad, busca establecer una ligazón íntima entre movimiento histórico y forma política.
Sin embargo, desde el ángulo de la relación estratégica entre movimiento social (entendido no en términos históricos generales sino más en un plano inmediato) y el partido (Príncipe moderno), la relación se vuelve menos "expansiva" y un tanto más "negativa", dado que en los Cuadernos de la Cárcel Gramsci tiende a identificar la actividad espontánea de la clase obrera con el sindicalismo y presentar en términos un tanto unilaterales la "superación" de aquel mediante el Príncipe moderno.
En resumen, si la concepción "integral" de partido en los Cuadernos de la Cárcel resulta productiva para reflexionar desde el ángulo histórico-filosófico sobre la relación entre el marxismo, la clase obrera y la cultura de occidente, en el plano menos abstracto y más específico de la relación entre movimiento social y organización política en una situación determinada y no tan general, se vuelve más bien abstracta.
Esta relativa abstracción, en el plano de la relación movimiento-partido como categoría "situacional" o de "coyuntura estratégica" es lo que permite, por ejemplo, que Thomas pueda asociar la idea de Príncipe moderno con "ciertos momentos de la experiencia de Syriza" que precisamente pretendía lo contrario a la orientación gramsciana: sustituir mediante una organización política sin hegemonía social y con un programa de reformas la propia actividad de la clase trabajadora como sujeto revolucionario.
Si consideramos, como sostiene Emmanuel Barot (Marx au pays des soviets ou les deux visages du communisme, la ville brûle, 2011, pgs. 31-36) siguiendo a Marx, que el comunismo no es un fin a realizar en abstracto, sino el movimiento real que busca abolir el estado actual de cosas, toda reflexión sobre la posibilidad de reconstruir las organizaciones revolucionarias de la clase obrera debería partir de la necesaria relación entre hegemonía política y hegemonía social. Es decir, no se puede presentar como "hegemónica" una política que no tiene como eje de su actividad la constitución de la clase obrera como sujeto y prioriza la "política por arriba" en lugar del "movimiento real".
En este sentido, la "forma partido" necesaria para el desarrollo del "movimiento real", es aquella capaz de sostener una práctica política que combina la lucha por la recomposición social, política e ideológica de la clase trabajadora como sujeto, con una estrategia que parta de sus concretos y actuales combates, luchando por hegemonizar a los demás sectores oprimidos, por ejemplo llevar hasta el final la lucha por el NO en Grecia. Las "izquierdas amplias" se demostraron incapaces de hacerlo. Un "nuevo leninismo" debería proponérselo.
Versión en portugués en Esquerda Diário
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2 comentarios:
hola juan muy bueno este articulo y las discusiones que se desprenden a raíz de lo que discutis en relacion a thomas.
me parece muy acertado como planteas la discusión en relación a la filosifia de la praxis y el principe moderno...de como se relacionan en el transcurso de la lucha por la hegemonia de la clase obrera, contrapuesto lo entiendo yo a lo que plantea thomas, diluyendo el contenido de clase tanto del estado como de la clase obrera en él...tendrias que explicarme algunas cosas que no comprendo como lo de la sociedad sivil en el estado... pero sera en persona y lo que me llamo la atención es a que te referís con el "nuevo leninismo" lo decís irónicamente o como forma superadora de lo que ya conocemos? soy fede estatal
Gracias Fede por el comentario, puse "nuevo leninismo" porque me pareció más modesto y menos pomposo que "leninismo del siglo XXI" y menos de internet que "leninismo 2.0"...
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