miércoles, 27 de mayo de 2009

Mercancía y dinero (segunda parte)

Por Esteban Vedia

Serie Economía Marxista: 2ª entrega


Un vez más: valor de uso y valor
En la anterior entrega definíamos a la mercancía como la unidad entre valor de uso y valor (de cambio). Y decíamos que la fuente de valor es el trabajo y también que el valor de uso y el valor de cambio son completamente independientes. Sin embargo debemos aclarar que es el mismo trabajo humano el que otorga valor de uso y valor a las mercancías. Esto es lo que Marx llamaba carácter dual del trabajo contenido en las mercancías y que permitía justamente la unidad entre valor y valor de uso.
Trabajo útil y trabajo abstracto
Como trabajo útil, el trabajo es condición de la existencia humana, ya que es el trabajo que le otorga utilidad a las mercancías. El trabajo útil es trabajo de carpintero, tornero, mecánico o albañil. Cuando nos preguntamos sobre él, indagamos sobre el cómo se hicieron las mercancías o sobre qué son las mercancías de las que hablamos, atendemos a sus cualidades. Asimismo el valor de uso, la utilidad, es el sustrato material del valor de cambio. Esto significa que las mercancías no pueden enfrentarse unas a otras si no tienen trabajos útiles diferentes. Cambiar dos cosas de la misma utilidad no tiene sentido, debo cambiarla por otra cosa.
El otro aspecto del trabajo contenido en las mercancías es el trabajo abstracto. Este es el representado en el valor, y más específicamente, en la magnitud de ese valor. Así como con el trabajo útil nos preguntábamos con respecto al qué y al cómo, aquí nos preguntamos con respecto al cuanto. Ya qué para medir una magnitud debemos cuantificarla. Si decíamos que las mercancías se expresan como valores, para poder intercambiarlas debemos atender no ya a su utilidad, sino a su cantidad, a la magnitud de trabajo que tienen contenido en ellas. Y para que el valor aparezca debemos abstraernos de las cualidades especificas de las mercancías, es decir de su trabajo útil representado en el valor de uso.
A riesgo de quedar repetitivos: para intercambiar dos mercancías debo buscar que tienen en común, ¿es el trabajo especifico que les da utilidad social?, no; sino el trabajo abstractamente humano que me permite establecer una relación cuantitativa con las demás mercancías. Esto no debe ser entendido de manera tal que el trabajo es una vez trabajo útil y otra vez trabajo abstracto, sino que el propio trabajo, bajo la forma capitalista de producción, es a la vez trabajo útil, concreto, trabajo de carpintero, etc., que da utilidad a los objetos, y al mismo tiempo, trabajo abstracto, que otorga valor social a las mercancías.
Riqueza y valor
Este planteo de Marx sobre el carácter dual o bifacetico del trabajo le permitió descubrir que una cantidad mayor de valores de uso constituirá una cantidad mayor de riqueza material, pero que, a la masa creciente de riqueza material puede corresponderle una reducción simultánea de su magnitud de valor. ¿Por qué? Porque, como dijimos antes, porque el valor (su magnitud) es independiente de valor de uso, el valor se determina en relación a la cantidad de trabajo humano abstracto, el valor de uso en relación al trabajo útil concreto.
Supongamos que tenemos un trabajo útil que produce equis mercancía, si la fuerza productiva del trabajo aumentara, aumentarían los valores de uso producidos. Si la fuerza productiva del trabajo disminuyera, disminuirían los valores de uso. Es decir entre los valores de uso y la fuerza productiva del trabajo hay una relación directa.
En cambio, por el contrario, un cambio en la fuerza productiva del trabajo en nada afecta el trabajo representado en el valor. El mismo trabajo, por más que cambie la fuerza productiva del trabajo, rinde siempre la misma magnitud de valor. Pero en el mismo espacio de tiempo suministra valores de uso en diferentes cantidades.
Esto tiene una importancia decisiva desde el punto de vista histórico porque demuestra el carácter específicamente capitalista de la producción de mercancías, pero no de los valores de uso. Es más, demuestra que en la forma mercantil de los valore de uso esta contenida también la posibilidad del desarrollo de una producción de valores de uso en forma no mercantil, es decir, no capitalista. Y que el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo bien puede ser puesto al servicio de satisfacer las necesidades humanas (valores de uso-riqueza material) y no necesariamente al servicio de la producción de valores.
La manifestación del valor: el dinero
Marx partió de la relación de intercambio o del valor de cambio para descubrir el valor de las mercancías, oculto en esa relación. Es decir, el valor aparece como la relación entre dos cosas, dos mercancías, pero en realidad es el curriculum vitae de esa mercancía, es decir, el trabajo humano en ella objetivado. Pero hasta ahora no hablamos más que de mercancías que se relacionan con otras mercancías, como en el trueque primitivo. Sin embargo, en las sociedades de desarrollo mercantil el valor de las mercancías se expresa por medio de su precio, su denominación monetaria o dineraria, por medio del dinero. ¿Pero qué es el dinero? La utilidad del dinero es nula, sólo sirve para los fines del intercambio mercantil, pero cómo. Para responder ello es necesario ver cómo se manifiesta el valor en el dinero, para ello, vamos a desarrollar todas las formas de expresiones de valor existentes en las mercancías, desde la más simple hasta la más desarrollada, el dinero.
En primer lugar esta la forma simple o singular de valor. Es la forma en que se vinculan dos mercancías, por ejemplo el trueque: X mercancía A = Y mercancía B, o X m A vale Y m B. Llamamos valor relativo a “A” y equivalente a “B”, o sea que “A” se expresa en “B”, o “A = B”, o “B” sirve para expresar el valor de “A”. Expresa también una relación de magnitudes, por ejemplo, 15 metros de tela = 1 saco. En esta relación entre valor relativo y equivalente queda oculta la relación de valor, ya que lo único que parece valer es el equivalente, en esta relación A (tela) sólo expresa valor de uso, y B (saco) sólo valor.
En segundo lugar esta la forma total o desplegada de valor. En esta forma el valor relativo (15 metros de tela) se relaciona con el mundo de las mercancías como su equivalente, es decir se expresa en 1 saco, en 10 kg. de té, en 2 onzas de oro, en ½ tonelada de hierro o en cualquier otra mercancía. Aquí se vuelve obvio, contra lo que siguen pensando los economistas burgueses, es que no es el intercambio el que origina el valor de la mercancía, sino a la inversa, es el valor de la mercancía el que rige sus relaciones de intercambio.
En tercer lugar encontramos a la forma general de valor. En ella múltiples valores relativos se expresan en un solo equivalente: 1 saco = 15 metros de tela, 10 kg de té = 15 metros de tela, 20 kg. de café = 15 metros de tela, 1 kg. de trigo = 15 metros de tela, 2 onzas de oro = 15 metros de tela, ½ tonelada de hierro = 15 metros de tela, X mercancía A = 15 metros de tela, etcétera. En este caso, el equivalente actúa como encarnación visible del trabajo humano. Una mercancía solo alcanza la expresión general de valor porqué, simultáneamente, todas las demás mercancías expresan su valor en el mismo equivalente.
En cuarto y último lugar llegamos a la forma dinero, que es cuando el oro u otro metal precioso alcanza el lugar del equivalente, así el equivalente general se ha sellado socialmente. Como se ve de la forma general a la forma dinero lo único que varía es la forma del equivalente general. Así el secreto del origen y función del dinero empezaba a quedar resuelto.
Algunas aclaraciones finales. En primer lugar Marx buscaba plantear los elementos básicos, fundamentales, del funcionamiento del capitalismo, y no explicar elementos tales como la emisión monetaria, la inflación, etc. fenómenos de mucha relevancia económica en los últimos 50 años y que desarrollaremos hacia el final de esta serie, una vez que veamos el sistema crediticio y bancario. Y en segundo lugar aquí nos referimos a lo esencial de lo que Marx dijo sobre el dinero, porque lo que él buscaba aclarar eran dos elementos fundamentales: uno el origen del valor como producto de las relaciones sociales de producción, lo que es lo mismo que decir que el valor mercantil tiene su origen en el trabajo humano; y dos, como la forma dinero y la forma mercantil de los valores ocultaban este origen social del valor (a ello llamó el fetichismo de la mercancía, que será examinado en la próxima entrega).

martes, 19 de mayo de 2009

El Programa de Transición y la cuestión de las direcciones

Por Juan Dal Maso

La lectura del Programa de Transición sobre las relaciones entre la clase trabajadora y sus direcciones es uno de los grandes aspectos polémicos del texto elaborado por León Trotsky.

La afirmación sobre que la crisis de la humanidad puede reducirse a la crisis de la dirección revolucionaria del proletariado, ha sido sometida a una dura crítica por quienes, contra la estrategia delineada por el marxismo, suelen ubicarse como defensores de las conducciones “realmente existentes” y del programa mínimo.

En otro texto sobre la revolución y la guerra civil en España, Trotsky afirma que las masas obreras estuvieron a 180º de sus dirigentes, en los que hace recaer la responsabilidad por la derrota de la revolución española. La interpretación dogmática de estas expresiones o la caricatura, que es su contraparte, han generado no pocos errores políticos y de concepto. Intentaremos contextualizar los conceptos de Trotsky y analizar su realidad actual.

Los años ’30, la crisis de dirección de la clase trabajadora y la conceptualizaciòn de Trotsky

Cuando Trotsky hablaba de que la situación mundial (en 1938) se caracterizaba por la crisis de dirección del proletariado, se refería a diversos fenómenos relacionados: a)la degeneración de las corrientes que históricamente habían conducido al movimiento obrero en nombre del marxismo, es decir, los partidos socialistas europeos y el stalinismo surgido de la burocratización de la URSS y los partidos comunistas. b) estas direcciones volcaban todo su peso en el movimiento obrero para llevar la lucha de clases a la conciliación con el capitalismo (en ese momento con la “burguesía democrática”). c) no sólo estaban las corrientes abiertamente reformistas, sino que también hay corrientes que hablan en nombre de la revolución pero en los momentos decisivos siguen una política de conciliación, como fue la experiencia del Partido Obrero de Unificación Marxista español, a las que Trotsky llama “centristas”.

Para ilustrar estas definiciones, baste mencionar la negativa tanto del PS como del PC alemán a la lucha común contra el nazismo, que facilitó el ascenso de Hitler.

En España en 1936, la clase trabajadora y los campesinos luchaban por las tierras, las fábricas y la derrota de Franco, mientras el PS y el PC, en el Frente Popular con los partidos “democráticos”, se oponían a las expropiaciones de tierras y desarmaban las milicias obreras, persiguiendo a los anarquistas y marxistas, garantizando de esta forma el triunfo de Franco, como bien puede verse en la película Tierra y Libertad de Ken Loach. También puede verse Novecento, de Bertolucci que muestra muy bien el rol jugado por el PC italiano a la salida de la Segunda Guerra Mundial, desarmando a los partisanos porque “volvía la democracia” y “los patrones no existían más”.

Entonces, cuando Trotsky sostiene que la crisis de la humanidad puede reducirse a la de su dirección revolucionaria, no está trazando una ley universal igualmente aplicable para todas las épocas y lugares con la misma intensidad. Está hablando de una situación mundial específica en la cual las direcciones son el principal obstáculo para el triunfo de la revolución.

Los que caricaturizan la reflexión de Trotsky, simplemente tendrían que releer el Programa de Transición (o capaz leerlo por primera vez).

Boom, reformismo y después

La inconmensurable destrucción de fuerzas productivas operada durante la Segunda Guerra Mundial, creó las condiciones para una recomposición del capitalismo bajo la hegemonía yanqui, que tuvo su expresión en el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa. Esta situación de reconstrucción del capitalismo dio lugar a un crecimiento económico relativamente prolongado y fortaleció a la socialdemocracia y a los PC de Occidente, cuyo ofi cio consistía en conseguir algunas migajas del capitalismo y sostenerlo a la vez y bloqueó la perspectiva de la revolución en los países centrales.

Las derrotas de los levantamientos contra la burocracia de Moscú en Hungría, Checoslovaquia y Polonia, desde los ‘50 a los ‘80, junto con el desvío y la represión de los procesos de los ’70 en el centro y la periferia, fueron cambiando aún más la subjetividad de la clase trabajadora. La película Good Bye Lenin muestra bien las expectativas con que la juventud y amplias franjas de trabajadores recibieron la vuelta del capitalismo en Alemania Oriental. (También muestra que nos robaron el mundial ’90 para hacer propaganda de la Alemania unifi cada, pero esa es otra historia…)

Entonces, al problema del predominio del reformismo (que se fue haciendo “social-liberal”) en el movimiento obrero o sea a la “crisis de dirección” de la clase trabajadora se vino a sumar una “crisis de subjetividad” de la clase, es decir que ésta fue perdiendo la perspectiva de la revolución y se vio cuestionado su rol como agente de los cambios históricos.

Esto empezó a cambiar desde los últimos 15 años y hoy estamos ante una crisis mundial que ya se ha llevado puestos algunos gobiernos y ha despertado procesos de lucha de clases, incluso con métodos radicales como las tomas de los gerentes como rehenes en Francia. Pero venimos de un escenario de retrocesos importantes de la clase trabajadora. Por eso, cualquiera que recite como un credo la frase de que la crisis de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección de la clase obrera o que las bases están a 180º de las direcciones existentes en todo tiempo y lugar, simplemente no se enteró de lo que pasó durante los últimos 70 años.

En esas lecturas groseras se basan los partidarios de las corrientes de centroizquierda para caricaturizar el punto de vista de los marxistas, porque así la discusión está ganada de antemano.

La actualidad del problema

Frente a la crisis, todas las direcciones y las corrientes políticas del movimiento obrero nos veremos puestas a prueba. Tomemos el ejemplo concreto de Neuquén. El principal sindicato de la región, que es el de petroleros privados, venía persistiendo en su práctica pro-patronal de aceptar los preventivos de crisis, hasta que éstas lo empujaron a tomar medidas mínimas frente a la amenaza de despidos masivos. Finalmente el acuerdo alcanzado luego de semanas de negociaciones, conciliación obligatoria y paros suspendidos, se basa en mejorarle el precio a las empresas para que vuelvan a poner activos los equipos. Por su parte, los gremios de la CTA, que tienen una actitud de lucha diferente a la de Pereyra, se destacan por su capacidad de luchar por separado y a destiempo, con el argumento de que cada organización tiene sus ritmos.

La práctica sostenida de encarar el reclamo de forma sectorial puede conseguir algunas cosas en un momento de crecimiento económico, pero puede volverse un obstáculo en un momento de crisis capitalista como el actual. En una época en que todavía no hay radicalización, las contradicciones entre las direcciones y sus bases se empiezan a expresar en los límites que encuentra el sindicalismo corporativo (que divide a la clase obrera por sectores) a la hora de satisfacer los reclamos de los trabajadores cuando la burguesía no quiere dar concesiones.

Tradición y dirección

Los defensores de las conducciones “progresistas” sostienen el siguiente argumento, al parecer infalible: si las direcciones no responden a las bases, y estas no las cambian, será porque están conformes.

Pero estas luminarias olvidan que una dirección no es algo que se construya de la noche a la mañana, como no se construye de la noche a la mañana una organización. La constitución de una dirección con un determinado programa es producto de una experiencia previa, que va moldeando la conciencia de los trabajadores hacia una orientación. Esa orientación, a fuerza de repetición se vuelve un sentido común para la mayoría. De ello resulta que no se puede cambiar de dirección como de camisa. Por eso, el segundo aspecto para pensar la crisis de dirección es cuál es la tradición que han construido esas direcciones que empiezan a ponerse a prueba y hasta dónde esa tradición permite a la clase trabajadora dar una respuesta a la altura de la situación que se abre. Por eso, no se trata de sacar a las direcciones actuales para ocupar su lugar sin más, es necesario crear una nueva tradición en la clase trabajadora, que se exprese en miles de hombres y mujeres dispuestos a luchar por un programa para que la crisis la paguen los capitalistas.

En la medida en que demos esta pelea, iremos construyendo nuevas direcciones a la altura de las circunstancias. Esta tarea apremia porque las direcciones actuales, mientras se mantengan en su práctica previa a la crisis, se encontrarán cada vez más en contradicción con las necesidades de la lucha de los trabajadores y se transformarán en un freno cada vez más evidente que será necesario sacar del medio. Aquí queda en primer plano el problema de con qué estrategia damos la lucha. Ese será el tema de la próxima y última nota de esta serie.