viernes, 24 de abril de 2009

Postales de la Crisis: Obama; la esencia por sobre la apariencia.


Por Darío Martini.

Desde los fervientes “cien días” de Roosevelt en 1933 no se seguía con tanta atención el período inmediatamente posterior a la asunción de un presidente en los EE.UU. Hoy, Barack Obama muestra un balance acorde a lo requerido por el cargo. La continuidad con la política estratégica del imperialismo norteamericano es una firme constante en estos novísimos cien días del flamante mandatario.
A solo horas de haber asumido, Obama hizo de sus primeros fuegos bombardeando el territorio de Waziristan, al norte de Pakistán. Ocho personas murieron en esa oportunidad sumándose a una lista de más de doscientas victimas desde que estos bombardeos comenzaron en 2006. Se calcula que solo el 2% de las mismas pertenecería a Al qaeda.[1] Mientras tanto, Hilary Clinton, acaba de reprender al gobierno de Islamabad[2], la capital de Pakistán, acusándolo de ceder terreno deliberadamente a los talibanes en el norte.
EE.UU abandonada abiertamente a su viejo aliado contra la URSS en tiempos de la invasión a Afganistán en los ochenta por su nuevo soldado regional, la India.
Luego de los atentados en Mumbai y del atentado en noviembre del año pasado a la embajada India en Kabul, este enemigo eterno de Pakistán y campeón del ultranacionalismo, comenzó a recibir apoyo abierto por parte de los norteamericanos. Islamabad cayó en desgracia, y con ella se abre un posible nuevo escenario muy escasamente maniobrable para los EE.UU, otra nueva y más consolidada frontera de batalla y otro intento más (y van…) de frenar su decadencia en el terreno geopolítico internacional.
Por otro lado Obama anunció pomposamente que las tropas se iban de Irak para 2011, lo que no dijo es en que situación queda este país luego de la aventura guerrerista por sus tierras.
Irak no para de arrojar enormes cifras diarias de muertes por la guerra latente entre facciones. De asegurarse un gobierno adicto en Irak, cosa más bien difícil frente al avance como potencia regional que consolidó Irán por consecuencia misma del desmanejo norteamericano en la guerra, Obama intentará seguir reforzando la presencia norteamericana en Afganistán y seguirá exigiendo más compromiso por parte de sus aliados europeos[3]. Ya se están enviando más tropas y las casetas civiles que registran el transito en ese país serán custodiadas por soldados de EE.UU.

Mientras tanto y en el terreno doméstico, el senado publicó un informe sobre las torturas aplicadas a detenidos árabes bajo la administración Bush. Se hace realidad lo que se oía a gritos; George Bush, Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Collin Powell y un puñado de oficiales superiores pusieron premeditadamente en marcha un plan de interrogación con el uso de técnicas brutales por las que se sabían estaban fuera de la ley. De ahí los documentos; memos retroactivos a una futura cobertura legal por las atrocidades que ya se estaban cometiendo en el terreno bajo ordenes de la Casa Blanca y el Pentágono. Estos tormentos fueron usados para hacer decir “algo” a los detenidos que liguen a Al qaeda con Irak y que justifiquen la guerra del 2003. El consenso sobre este tema entre altos oficiales en 2002, terminó de arrojar por la borda el perfil de campeón de los derechos humanos que EE.UU siempre se arrogó impunemente durante la guerra fría y los noventa.
El argumento era simple, no sería “tortura”, solamente se utilizarían métodos y técnicas “aplicadas a soldados norteamericanos bajo entrenamiento militar”.
Se aprobó el uso del programa SERE (Supervivencia, Evasión, Resistencia y Escape), utilizado en la guerra de Corea por el ejercito para dar a los pilotos y soldados una “muestra” de las torturas utilizadas por los norcoreanos[4].
No se pueden desligar estos casos a la degradación que sufrieron los derechos y libertades civiles en los años de la era Bush y lo que esto significa. No fue algo aislado, fue parte de un plan que apuntalo toda una serie de leyes reaccionarias tendientes a un mayor control de la población interna para poder sostener guerras imperialistas en el extranjero.
Decía Bush hace dos años: “Quiero decirle al pueblo americano, primero que; tengo la autoridad para hacer esto. Segundo; protegerlos es parte de mi trabajo, y tercero; estamos custodiando sus derechos”.[5]
Si los casos de torturas se investigaran, rápidamente la cadena de mandos se nos iría revelando (burócratas y militares de por medio). Contratistas, agentes de la CIA, lobistas y jueces, todos estarían envueltos. Nuevos velos se correrían y más argumentos contra los que sostienen en pié el sistema de impunidad saldrían a la luz. Obama se apresura entonces a denunciar la tortura y juzgar oportuno dejar de utilizarla. Pero investigar más y juzgar lo acontecido es ir contra el Estabishment, y significaría sacudir más las cosas en medio de la crisis económica. Obama, como parte del mismo, ni sueña con hacerlo. Eso si, le gustaría que los ritmos con que se destapan las ollas podridas de la era Bush se desaceleren un poco.
Obama en el poder saludó a George Tenet, el director de la CIA en su edificio central de Langley en Virginia, animándolo frente a la adversidad por la que atraviesa la agencia, prometiendo un gran futuro para la misma en tiempos de crisis y felicitándola por los “logros obtenidos”. El asunto de las torturas a lo sumo se llevará las cabezas de un par de agentes muy comprometidos, el resto, se archivará[6].
Tenet fue uno de los que leyó en 2002 el informe que presentaba estos métodos de entrenamiento donde decía que el SERE incluye la técnica que utilizaron los genocidas bajo el último golpe en nuestro país, el “submarino”. Simple: se sumerge la cabeza del torturado en un balde intentando provocar todo el tiempo la autoinculpación del mismo. En Camboya se exhibe un balde en el que murieron miles de personas en el museo del genocidio camboyano. Previo a la aprobación del nuevo código de “tratamiento de detenidos” en 2002, dos de los torturados habían pasado por este método 266 veces cada uno.
La debacle de la estrategia del imperialismo norteamericano en el terreno internacional, y las denuncias de torturas y vejaciones a los derechos humanos de las que Obama quiere desembarazarse rápidamente, lo terminan empapando cada vez más y a poco de asumir, con las políticas de sus predecesores republicanos;… ¡todos para uno y uno para todos! En este caso, todos aquellos que hicieron y están dispuestos a hacer lo mismo; aletargar la vida del capitalismo.
Aferrarse al timón del barco a medida que este se hunde puso a Obama en la disyuntiva de ser menos “cambio” del que prometió en su campaña presidencial, y desplegar más de la esencia inherente a la política imperialista norteamericana; brutalidad y engaño. Por más que el mismo intente camuflarse detrás de gestos dialoguistas y de “buena voluntad” como en la teatral cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, su política sigue intacta, tomando incluso nuevos bríos.
Frente a los engaños de un gobierno que habla de “recambio energético” mientras refuerza todos sus intereses estratégicos en el paraíso petrolero de medio oriente, la prueba de fuerza la tienen los trabajadores al interior del propio EE.UU. Se tendrán que movilizar cada vez más frente a la crisis e irremediablemente recorrerán un duro camino, haciendo la experiencia con este nuevo gobierno, que no dudará ni un segundo en defender de manera desordenada y furiosa de ser necesario, su legado de riqueza y derroche a costa de la explotación de los recursos de la humanidad toda.
Con “uñas y dientes” como dice la expresión. Como lo hicieron siempre los poderosos cada vez que se sintieron acorralados y ofuscados.
Solo la lucha de los trabajadores y los desposeídos por está crisis podrán poner un freno a las ambiciones del imperialismo yanqui, como así también al orden mundial que este representa y a sus defensores, moderados y “críticos”. Como lo fueron las manifestaciones de los sesentas y el enorme proceso de organización de los trabajadores en los años treinta del pasado siglo, verdaderas “canteras” de lecciones que servirán de guía a los que salgan de aquí en más a disputarle terreno al capitalismo y a sus mandarines en todos los frentes.




23 DE ABRIL DE 2009



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NOTAS:



[1] Jeremy Scahill; Us Bombs Pakistan…again. Artículo en: http://rebelreports.com/post/97977225/us-bombs-pakistan-again
[2] David Stout; Clinton Delivers Rebuke to Pakistan. NY times. 24/042009. http://www.nytimes.com/2009/04/23/us/politics/23clinton.html?ref=global-home
[3] Juan Chingo: Quién paga el costo de la crisis: Tensiones internacionales rodean la Cumbre del G-20.
04/04/2009. En: http://www.ft-ci.org/spip.php?article1787?lang=es
[4] S. Shane y Mark Mazzetti; In Adopting Harsh Tactics, No Look at Past Use 21/04/2009.http://www.nytimes.com/2009/04/22/us/politics/22detain.html?pagewanted=2&ref=us
[5] Malone, Jim; Conservatives Press Bush on Civil Liberties, 21/03 2007 www.voanews.com/english/archive/2007-03/2007-03-21
[6] Kenneth J. Theisen Obama at CIA Headquarters: Covering up, Continuing Bush Regime War Crimes
22/04/2009. En: http://www.indybay.org/newsitems/2009/04/22/18590761.php

miércoles, 22 de abril de 2009

Contra los reconstructores de La Bastilla

Por Juan Dal Maso

La Bastilla fue el blanco privilegiado de la ira popular durante la Revolución Francesa. La destrucción de la prisión en la que se pudrían de por vida presos políticos y comunes durante el absolutismo, quedó como un símbolo y un ejemplo para la posteridad. La revolución francesa se la agarró con cárceles y relojes, buscó cambiar los calendarios, cambiar todo, aunque la propiedad privada prevaleció sobre la “solución plebeya” del jacobinismo. Más allá de esto, dejó para siempre planteada la identificación del régimen despótico con una sucia prisión.
La actual “democracia” argentina, tanto su personal político, como un amplio espectro de su “clase media” están propiciando la vuelta al oscurantismo en su forma más reaccionaria y brutal: construir cárceles, bajar la edad de imputabilidad de los “menores” que cometen delitos, levantar muros para separar a los ricos de los pobres, meter policías, gendarmes y agentes de seguridad privada hasta debajo de las uñas de cada pibe de tez morena.
La burguesía propicia esta política porque sabe que la crisis le impondrá una salida más o menos de fuerza contra los trabajadores y el pueblo, más allá del cacareado respeto de los marcos institucionales. Será necesario dejar gente sin trabajo, empujarla a la descomposición social, segregarla y encerrarla para que no moleste. Las capas medias histerizadas (¿o hitlerizadas?) por los medios de comunicación quieren una solución inmediata de un problema que no logran elaborar con un mínimo indispensable de objetividad, atando su interés al de la gran patronal y por ende suicidándose en el futuro cercano.
La reciente muerte de Alfonsín abrió toda una serie de especulaciones sobre el resurgimiento de una “democracia” más sólida, basada en partidos patronales estables y proyectos políticos.
Cabe aclarar que hasta ahora el único proyecto político que se plantea con toda claridad es: ¡Cárcel! Para todos los que muestren la descomposición que corroe a la sociedad burguesa, tanto los que luchamos colectivamente por ciertos derechos adquiridos como los que desde la miseria más absoluta son empujados a una vida de supervivencia a todo o nada. La “democracia” que están pensando será para gente blanca, acomodada y obediente. Una democracia para ricos más elitista aún que la actual.

Todas las organizaciones obreras y populares, los organismos de DDHH, los artistas, los intelectuales, tenemos que hacer oír nuestra voz contra estos desvergonzados constructores de cárceles. Porque los grilletes con los que sueñan van a calzar justo en nuestros tobillos y porque si dejamos pasar este nivel de retrogradación estaremos todos en peores condiciones no ya para reclamar tal o cual cosa sino para llevar adelante la vida cotidiana de los millones de personas que no entramos en sus criterios seudo-lombrosianos de normalidad social.

Pero también tenemos que sacar una conclusión.

La derecha (con acuerdo del gobierno) no tiene ningún problema en decir las cosas tal cuál se las propone. No le da pudor decir que la única solución que tienen a la crisis capitalista es la cárcel y la represión. En cambio desde los trabajadores y la izquierda no está siempre la misma claridad para decir las cosas. Tenemos que decir bien claro que esta crisis tienen que pagarla los capitalistas, para eso tenemos que luchar por un programa que se plantee la renacionalización de los recursos naturales, el reparto de las horas de trabajo para todas las manos disponibles, la puesta en producción por los trabajadores de todas las fábricas que quieran cerrar y despedir, la nacionalización de la tierra, la banca y el comercio exterior, entre otras cuestiones.
Un programa que permita hacer real la única posibilidad de regeneración de la sociedad: el gobierno de la clase trabajadora.

viernes, 17 de abril de 2009

Mercancía y Dinero (primera parte)

Por Esteban Vedia

Serie Economía Marxista: primera entrega


Con este artículo iniciamos una serie de notas en la que volcamos los contenidos del curso “Introducción a la economía marxista” que se realizó durante febrero en la Casa Marx de Neuquén.

Cuestiones de método

El método que Marx aplicara a la crítica de la economía política fue objeto de numerosos debates tanto entre marxistas como en autores de otras tendencias. Parte del debate se debió a que el propio Marx dejó su obra inconclusa: es sabido que en vida sólo publicó el primer tomo de El Capital, que posteriormente se publicaron los tomos segundo y tercero (Federico Engels) y que recién en la primera mitad del siglo XX se publicó el libro cuarto, su correspondencia y buena parte de sus borradores (los Grundrisse).

Además, la polémica responde a la complejidad de la obra de Marx. El mismo decía que la primera parte de ella, los primeros capítulos del primer tomo, eran los más difíciles. ¿Por qué? Porque parte de un concepto muy abstracto que es el valor. El veía que los economistas clásicos (Smith, Ricardo y quienes los precedieron) se enredaban en explicar los fenómenos económicos, las apariencias, (las variaciones de los precios, etc.), pero que cuando se preguntaban por las definiciones de los conceptos básicos (valor, etc.) sólo hacían definiciones vacías, sin sentido. Para él había que proceder a la inversa, había que partir de los fenómenos más básicos, descomponerlos por medio del análisis teórico y luego articularlos en un todo explicativo coherente, para comprender el funcionamiento del modo capitalista de producción como una totalidad integrada.

Esta era la razón por la que su explicación parte de los elementos básicos: la mercancía y el dinero. Había que partir de ellos, comprenderlos en toda su complejidad, para luego poder articular explicaciones sobre las ganancias, las rentas, los salarios, las crisis, etc. En esta serie trataremos de seguir el mismo camino, concertándonos en explicar sintéticamente algunos conceptos claves. Por ello pedimos disculpas anticipadas por omisiones y errores involuntarios, inevitables, por otro lado, en una tarea de divulgación de un tema nada sencillo. Tampoco pretendemos agotar el 100% de las cuestiones planteadas por Marx, sólo esperamos que los artículos sirvan de guía para que el lector interesado se decida a estudiar la crítica marxista a la economía capitalista por sí mismo. En última instancia, para saber lo que Marx quería decir, no hay mejor manera que leer lo que él mismo escribió .

Valor de uso y valor de cambio

La riqueza se manifiesta ante nuestra propia vista como un cúmulo de mercancías. De hecho, casi todos los objetos que nos rodean, si nos fijamos bien, fueron o son mercancías. Las casas y edificios en que vivimos, las prendas que vestimos, lo que comemos y las herramientas con que trabajamos, se hicieron para ser vendidas y usadas. Las mercancías satisfacen necesidades humanas de forma directa, como medios de consumo, o indirecta, como medios de producción. Pero esas necesidades no son siempre iguales, varían con el tiempo. Las así llamadas “necesidades básicas” de hoy son muy distintas de las de nuestros abuelos y ni hablar de las de los trabajadores del siglo XIX.

También es indiferente, desde este punto de vista, que las mercancías respondan a otras necesidades como el ocio, el placer, la belleza o de otra índole. Ahora bien, para analizar las mercancías debemos tener en cuenta dos aspectos de las mismas: su cualidad y su cantidad. Si analizamos las mercancías en relación a sus cualidades veremos que son tales porque tienen una utilidad, son objetos que sirven para satisfacer necesidades, su uso o consumo cubre una necesidad concreta. A esto llamaremos valor de uso, que es el contenido material de la riqueza, su cuerpo. Las mercancías tienen un valor de uso porque son cosas útiles para el consumo, satisfacen necesidades concretas. Por otro lado, si analizamos las mercancías con relación a su cantidad veremos que no sólo son cuantificables como cualquier otra cosa, sino que son cuantificables unas con otras: las mercancías se pueden intercambiar entre ellas con respecto a una cantidad (tanto de esto por tanto de aquello), ese tanto se puede medir, son objetos que tienen magnitudes determinadas. A ello llamamos valor de cambio y es la magnitud común de una mercancía que la hace intercambiable por otra, es la relación cuantitativa en que puedo intercambiar la mercancía A con la mercancía B. Supongamos que yo puedo intercambiar la mercancía A por la mercancía B, y ésta por la C, y a su vez ésta por la D, entonces es posible intercambiar la mercancía A por la mercancía D, ¿por que? Porque tienen una misma magnitud, una misma cantidad de algo.

Trabajo humano

El trabajo humano es la sustancia social común que tienen todas las mercancías: son producto del trabajo humano. Si colocamos una mercancía cualquiera junto a otra y nos olvidamos, nos abstraemos, de su utilidad, de su valor de uso, ¿qué tienen en común? Que son producto del trabajo humano. Entonces, la sustancia de valor de las mercancías es el trabajo humano. Por ello el valor de uso y el valor de cambio son completamente independientes.

Un diamante puede valer lo mismo que una tonelada de alimentos, pero su utilidad es diferente. Ahora que ya hemos identificado la fuente del valor, resta preguntarnos cómo es posible medir éste. Arriba dijimos que el valor representaba la cantidad y que la utilidad la cualidad de las mercancías. Entonces, cómo medimos el valor de cambio o valor de una mercancía, sencillamente por la cantidad de trabajo contenida en ella. Y cómo medimos el trabajo. Por su tiempo, el tiempo es la medida social, histórica y hasta biológica del trabajo. Sólo no puede comprender esto quién no haya trabajado nunca, o sea quien viva del trabajo ajeno y por lo tanto no quiera comprenderlo.

Tiempo de trabajo socialmente necesario

Pero, cómo sabemos que dos mercancías tienen el mismo trabajo contenido en ellas para que sean intercambiables de manera igualitaria, o sea, que tengan el mismo valor. En el capitalismo esto sólo se averigua por medio del mercado: cada uno de los productores lleva las mercancías al mercado y allí las contrasta con las de su misma clase, allí descubre si realmente el trabajo en ella objetivado es un trabajo que se ha gastado de manera útil o inútil. Si, por ejemplo, alguien que produce tejidos lleva sus productos al mercado y allí descubre que los mismos tienen más valor, que son más caros que productos de idéntica calidad y producidos bajo idénticas circunstancias (precios de materias primas, etc.) descubrirá que ha gastado trabajo de manera inútil, porque obligado por las leyes de la competencia capitalista deberá vender su mercancía por debajo de su valor, irá a pérdida. O al contrario, si descubre que ha producido por debajo del promedio, podrá vender más caro y obtendrá un valor extraordinario. (Nótese al pasar como Marx logra aclarar tanto el origen del valor, el trabajo, como explicar los precios que son el más o el menos con relación al valor por el que una mercancía se vende en el mercado).

Así bajo el capitalismo el tiempo de trabajo socialmente necesario es el tiempo de trabajo requerido para producir un valor de uso en las condiciones medias de la producción y sólo en base a él es que se determina la magnitud de un valor. Pero el tiempo de trabajo socialmente necesario no permanece invariable, cambia históricamente, lo que se tarda hoy en hacerse cualquier mercancía no es lo mismo que lo se tardaba apenas unas décadas atrás. El tiempo de trabajo socialmente necesario depende de la fuerza productiva del trabajo, si ésta aumenta los valores disminuyen, si ésta disminuye los valores aumentan; y comprende el nivel medio de destreza de los obreros, la ciencia y tecnología aplicada a la producción, la coordinación social del proceso de producción, los medios de producción y las condiciones naturales.

La Revolución Industrial constituye el ejemplo clásico de aumento de las fuerzas productivas donde se elevó el nivel de destreza de los obreros, se aplicó nueva tecnología a la producción, se crearon nuevos métodos de trabajo, etc., que redundó en que toda una serie de nuevas mercancías sean accesibles al consumo masivo, la mayoría de las cuales eran considerada objetos de lujo por generaciones anteriores. (En próximas entregas veremos el carácter contradictorio, capitalista, del aumento de las fuerzas productivas).


1- Hay numerosas ediciones de las obras de Marx, tanto de El Capital como de trabajos menores como Trabajo asalariado y capital, o Salario, precio y ganancia. Es de mucha utilidad el texto de Esteban Mercatante y Juan Gonzáles, Para entender la explotación capitalista, editado por el Instituto del Pensamiento Socialista Karl Marx. Asimismo hay muchos trabajos de comentaristas y divulgadores que son de utilidad.

jueves, 16 de abril de 2009

Postales de la crisis: Sri Lanka; nuestro genocidio lejano de cada día

Por Darío Martini

Mientras en la reunión del G20 de Londres se juntaban los personeros de la burguesía mundial, y en las afueras mataban a un manifestante, Ian Tomlinson; 75 muchachas combatientes de los Tigres del Tamil se inmolaban activando su granada personal en un bunker en la selva de Sri Lanka.
El gobierno central Singalés de Colombo, la Capital, está aprovechando la escasa atención de la opinión pública europea (centrada en el desenvolvimiento cotidiano de la crisis mundial), para desplegar una acción de “barrido” de zonas tamiles que tácticamente se asemejan a la puesta en práctica por Uribe en Colombia contra las FARC.
Esta isla antiguamente llamada Ceilán está situada en el vértice sur de India, es tierra de paso entre océanos, hogar de pueblos migrantes, cantera predilecta de la acumulación originaria desde el siglo XV. Portugal, luego Holanda, y finalmente Inglaterra hasta 1948 alternaron su dominación. Hoy es epicentro de una matanza “desapercibida”.
Desde 1983 y encumbrando una primer etapa larvada de guerra de guerrillas que duró décadas, los Tigres del Tamil enfrentan al gobierno central, en una guerra civil que para fines de los noventa ya sumaba 66mil víctimas y decenas de heridos. Después de Indonesia, Sri Lanka fue el país con mayor cantidad de víctimas fatales por el maremoto ocurrido el 26 de diciembre de 2004. El ánimo de negociación de parte de la cúpula de los Tigres se demostró más que evidente en una serie de pactos. Sin embargo desde 2006 se intensifican los ataques contra los Tamiles.
Ceilán recuerda en el contexto geopolítico a nuestro más caribeño Haití, nadie quiere hacerse cargo de este tipo de conflictos. El trafico internacional y la demanda de armamentos, hace el resto. Países subordinados ofrecen sus servicios de policía o tendero, mientras el imperialismo focaliza sus esfuerzos en las riquezas petroleras de medio oriente. En Haití interviene una fuerza conjunta de “cascos azules” brasileros, argentinos, uruguayos, bolivianos…, en Sri Lanka esta labor recae sobre…Noruega.
Aunque el Banco Mundial declaró a Sri Lanka “uno de los países más inestables del mundo”[1] , la ONU obliga a la burguesía Singalesa (que considera “invasores” a los Tamiles) a lavarse la cara frente a la comunidad internacional y poder así comercializar sin restricciones sus mercancías (Sri Lanka posee la segunda economía del sudoeste Asiático). Y es que el gobierno de la isla contribuye con misiones de la ONU en… Haití![2]
Actualmente la situación es terrorífica. Desde enero de este año el ejercito lanzó una ofensiva sobre los bastiones tamiles, barriendo con todo. Con la crisis golpeando de lleno en los países centrales, con huelgas xenófobas en Inglaterra, en donde vive la mayoría de Tamiles en el exilio, (además de la India de donde es originario este pueblo) el gobierno central triplicó los ataques militares, cercando poblaciones enteras, obligando a la guerrilla a ocultarse entre la población rural de la franja previamente establecida como de no agresión. Solamente en una semana, el ejército abatió a 500 combatientes. Doctores en el terreno testimonian alrededor de 50 civiles muertos diariamente[3].
Como no cabe solo sentarse a contemplar, vayan entonces estás líneas para poder reflexionar sobre la situación, aprender de este tipo de extrañamiento que es el dolor que se dibuja en la expresión de nuestros rostros al leer que 75 mujeres se inmolaron juntas.
Ceilán tiene una larga historia de resistencia contra el imperialismo y la explotación; en 1936, y como parte de un plan de 22 puntos que daba una salida para los oprimidos de la isla, un luchador trotskista del Lanka Sama Samaja Party, N.M Perera, electo al Consejo de Estado, utiliza este cargo; “…como tribuna de denuncia de las calamidades del campo y del desempleo. Perera propone dar comida gratis a los niños en las escuelas; esto se adopta, al igual que la supresión del jefe de aldea, la abolición de impuestos indirectos, el uso de lenguas nativas en los tribunales municipales, la introducción de ceilandeses en la función pública, la abolición de tasas de irrigación y medidas contra el desempleo. Fueron los campeones de las minorías, en particular de los tamiles, de los inmigrantes indios y del uso de lengua popular en todos los tribunales y en la escuela primaria. Llevaron adelante una campaña contra la pena de muerte y el reglamento en las prisiones”.[4]
Si bien el trotskismo Ceilandés fue brutalmente reprimido durante la segunda guerra mundial, bien valen cada una de estás palabras frente a un instructivo impartido por un verticalista organizador guerrillero de los Tigres del Tamil a sus subordinados. “Ante un ataque sorpresa, sujeten la granada cerca de la cabeza o el estomago y tiren del seguro”[5]. Nada hace la guerrilla para aportarle a los explotados de Sri Lanka y en especial a los Tamiles, cuando una táctica determinada se convierte en la estrategia general a seguir. Los trabajadores de la India y Ceilán no tienen nada que perder si salen a luchar contra sus explotadores autóctonos que quieren aprovechar la situación de crisis y guerra para consolidar su dominación.
Mientras tanto en Europa, los trabajadores de Inglaterra, como lo hizo Ian Tomlinson, deberán manifestarse y organizarse cada vez más. La objetividad de la decadencia y la crisis del sistema capitalista exacerban cada vez más al extremo las contradicciones de clase, haciendo aflorar los factores subjetivos. Los trabajadores, los precarizados estructurales del sistema, los explotados y oprimidos muestran abiertamente su bronca y se comienzan a organizar para tal fin. Grecia, las manifestaciones contra el G20, y la toma de de gerentes como rehenes que calcan al Mayo del 68 en Francia así lo demuestran. La defensa de los pueblos oprimidos se presenta como la primera tarea de los obreros de los países desarrollados. Pelear contra sus gobiernos imperialistas es pelear contra los que sostienen a regímenes como los de Sri Lanka, pelear consecuentemente hasta el final contra estos verdaderos reproductores de pequeños “genocidios lejanos de cada día” es la tarea que se les impone.

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Las matanzas de Sri Lanka en los medios

En este hemisferio los únicos medios que vienen reflejando esta realidad fueron los ingleses, en gran parte por las demostraciones de la comunidad Tamil en Inglaterra, que aunque subordinada a la dirección política de los “Tigres” y su línea de “partimiento territorial” de la isla que proponen, (quedándose ellos con la porción centro y noreste de la isla, algo que en los hechos está cada vez más alejado de sus manos) se hizo sentir en fuertes protestas esta semana en el centro de Londres y otras ciudades.
La cantante conocida como MIA, Tamil nacida en Inglaterra, (Ganadora de dos Grammy. Compuso el tema “O…Saya” del film ganador del Oscar 2009 “Slum Dog Millonaire”) es la principal animadora de una escena que estallo hace ya un par de años en Inglaterra, Hip Hop con letras antiimperialistas. Esta artista hablaba públicamente de genocidio en Sri Lanka ya en agosto del 2008, por lo que fue muy cuestionada en Inglaterra ya que los Tigres del Tamil están en la lista de organizaciones terroristas de la U.E y la OTAN, y totalmente censurada en Sri Lanka.

Web de MIA (Mathangi "Maya" Arulpragasam) en: http://www.miauk.com/



NOTAS:

[1] Información general (Política): http://en.wikipedia.org/wiki/Sri_Lanka#Government_and_politics
[2] Sobre los más de 300 soldados de Sri Lanka en Haiti y casos de abusos sexuales en los que se vieron envueltos: www.un.org/Depts/dpko/missions/minustah/facts.html - 11k , y; http://www.innercitypress.com/ungo3haiti040609.html.
[3]Domingo 12 de Abril 2009. Artículo Testimonio de combatiente Tamil; “…Dos de nosotras huimos, Setenta y cinco se suicidaron con granadas” En Ingles en; http://www.guardian.co.uk/world/2009/apr/12/sri-lanka-female-tamil-tigers.
[4] Cortez Rossana; “Orígenes y formación del trotskismo en India y Ceilán”, en La Verdad Obrera 298. Parte de la serie “A setenta años de la fundación de la Cuarta Internacional.” http://www.pts.org.ar/spip.php?article10704
[5] Op.Cit. Domingo 12 de Abril 2009. Trad.Lib.

jueves, 9 de abril de 2009

El Programa de Transición y la conciencia de clase


Por Juan Dal Maso

Decíamos en el anterior número de este periódico que el Programa de Transición se propone unir la lucha de la clase trabajadora por sus demandas más sentidas con la lucha por llevar a la clase obrera al poder del Estado.

Este intento de relacionar lucha social y lucha revolucionaria suele ser cuestionado por quienes defienden un programa mínimo y dividen la lucha sindical de la lucha política. Suele decirse que el Programa de Transición es demasiado “rojo” para la conciencia que tienen los trabajadores en la actualidad, también se dice que estando en una situación defensiva, las luchas sólo deben ser por demandas elementales, es decir, levantar un programa mínimo.

Estos puntos de vista, altamente extendidos entre la autodenominada “militancia neuquina”, se acompañan de diversas propuestas de ir cambiando la consciencia a través de la educación, entendida en un sentido amplio, a través de redes culturales, etc.

Lucha de clases y Cambio Cultural

Se puede decir que si la gente quisiera el socialismo y si estuviera madura para llevarlo adelante, como piden los críticos del marxismo, no haría falta un programa de transición. El Programa de Transición es, por definición, el programa que busca responder a la división existente entre la lucha obrera y los objetivos revolucionarios.

Pero los defensores del programa mínimo sostienen no sólo que la gente no está madura para el socialismo, sino que ni siquiera dan las condiciones para plantear un programa que cuestione la propiedad privada. Para los adversarios del Programa de Transición, plantear consignas como el reparto de las horas de trabajo o la renacionalización del petróleo es “consignismo” de los partidos que “bajan línea”. Ellos por su parte ofrecen la combinación de cambio cultural y programa mínimo, para que la gente vaya cambiando la conciencia de a poco. Sin embargo, difícilmente un trabajador/a se convenza de que debe luchar contra el capitalismo, decisión que acarrea consecuencias prácticas importantes para su vida, únicamente por una serie de buenos argumentos y un poco de sindicalismo.

Si un trabajador/a ve que quienes le hablan de la revolución y el socialismo luchan en la práctica sólo por lo que es posible según la patronal, nunca se sumarán a un partido o proyecto así. Contra las intenciones de estos “educadores”, la clase trabajadora siempre quedará presa de su atraso relativo, porque no se verá seducida por un discurso que no se lleva adelante en la práctica. La conciencia de un trabajador/a que nunca ha participado de una lucha es una conciencia ingenua. Piensa que si le dan un buen sueldo y la ropa de trabajo, no lo están explotando. Quizás piense que la policía es corrupta, pero que debería cuidar a la gente.

Posiblemente piense que el gobierno debería intervenir a favor de los obreros en un conflicto. Pero si sale a la lucha, la patronal le corta los víveres, la policía lo reprime y el Ministerio de Trabajo juega a favor de la empresa, como suele suceder, irá sacando sus propias conclusiones. Las certezas de sentido común con que contaba el trabajador, se chocan con la realidad de las relaciones de clase. Ese choque sólo puede ser producto de la experiencia en la lucha de clases y genera una crisis de la consciencia tal cual era hasta el momento previo. El trabajador que pasa por esta experiencia necesitará repensar algunas cuestiones gruesas.

Por eso el marxismo entiende que la modificación de las circunstancias y la modificación de la conciencia sólo coinciden en la práctica revolucionaria, como decía Marx en sus Tesis sobre Feuerbach. Esto quiere decir que no se puede esperar a que cambie la conciencia para que cambie la práctica de los trabajadores. En la práctica, los trabajadores irán cambiando la conciencia. Pero para eso, la práctica debe poner en cuestión el sentido común de la conciencia ingenua, es decir, sobrepasar los límites del programa mínimo. Para orientar esa experiencia está el Programa de Transición

Ofensiva y Defensiva

Se ha objetado muchas veces que las consignas del Programa de Transición son irrealizables bajo el capitalismo y por ende no tiene sentido levantarlas en luchas cotidianas que difícilmente logren modificar las relaciones sociales predominantes. Sin embargo, los que dicen esto, partidarios del programa mínimo, demuestran únicamente que no entienden el Programa de Transición o incluso que saben poco y nada de sindicalismo. Es obvio que mientras más defensivo sea el reclamo menos conseguirán los trabajadores. Pensemos en el caso de la lucha de Zanon: El programa de transición no sólo sirvió para mantener las fuentes de trabajo sino para demostrar que los patrones no son necesarios para poner a producir una fábrica, crear solidaridad de clase, activismo y organización. ¿Cómo les hubiera ido a los ceramistas si se hubieran dedicado a reclamar el 100% de indemnización, en lugar de avanzar sobre la propiedad privada y poner la fábrica a producir bajo administración obrera?

Por eso, las consignas del Programa de Transición van más allá de lo que se pueda conseguir en un conflicto puntual. Su sentido más profundo es que a través de su experiencia, los trabajadores vayan tomando nota de las consecuencias que tiene luchar por ese programa hasta el final: el cuestionamiento de la propiedad privada y del Estado capitalista. Esa toma de conciencia no es un proceso únicamente de comprensión sino también de conquista de una relación de fuerzas distinta. Por eso no hablamos solamente de conciencia en un sentido intelectivo sino de subjetividad en un sentido histórico y conceptual. Para el marxismo la conciencia de la clase obrera se expresa en sus ideas, sus luchas y sus organizaciones.

El Programa de Transición y la cuestión metodológica

Retomando lo señalado anteriormente, podemos decir que el método del Programa de Transición está basado en la concepción marxista del desarrollo de la conciencia, que sostiene que el educador precisa ser educado. En suma, que la conciencia se desarrolla a través de la experiencia situada históricamente, que forma parte de la lucha de clases en la sociedad burguesa. El programa aporta las conclusiones de toda la labor teórica y práctica del marxismo desde sus orígenes, para que esa experiencia no se desarrolle en el vacío y el individuo trabajador desarrolle el sentido de pertenencia a una clase que lleva más de 150 años de lucha contra el capital. En este sentido, el programa juega el papel de poner en contacto a los sectores de la clase trabajadora que lo toman como propio, con la condensación de la experiencia pasada de la lucha del proletariado. A través del programa, la clase trabajadora retoma su propia experiencia colectiva, que cada trabajador individualmente desconoce, pero sin empezar exactamente de cero, porque el programa abrevia en el presente el camino recorrido en el pasado a través de las consignas que expresan el aprendizaje realizado por el movimiento revolucionario.

Resumiendo, el método del Programa de Transición esboza una dialéctica de la conciencia de la clase trabajadora que abarca diversos niveles:

- La articulación entre el programa mínimo y programa máximo

- La unidad entre la “espontaneidad” (no marxista) y la “conciencia” (el programa marxista), a través de la experiencia en la lucha de clases.

- La apropiación de la experiencia revolucionaria del pasado, superando la perspectiva inmediata y aislada de la lucha.

¿Y las direcciones?

Con sana desconfianza antiburocrática, el/la lector/a podría objetar por qué discutir tanto sobre la conciencia de los trabajadores en vez de ver lo que hacen los dirigentes. Efectivamente, no sólo el programa y la experiencia van moldeando la conciencia de la clase trabajadora. Tienen un rol nada menor las direcciones. Y suele pasar que quienes se delimitan del Programa de Transición apelando al atraso relativo de la clase trabajadora, resultan también defensores de las conducciones que levantan un programa mínimo. Pero sobre este tema debatiremos en la próxima entrega de esta serie.

lunes, 6 de abril de 2009

Postales de la crisis: “Hoovervilles” de ayer y hoy

Por Darío Martini

En la foto; una nueva "Ciudad Carpa" en Fresno, California.

En los últimos días, los principales diarios del mundo reprodujeron la noticia de la proliferación en los EE.UU, de lo que acá conocemos con el nombre de “villas miserias”. En el diario “La Nación” por ejemplo, se da cuenta de este fenómeno en la ciudad de Fresno, California;
“Al igual que más de una docena de ciudades de Estados Unidos, Fresno está experimentando un triste déjà vu: la aparición de villas precarias, conocidas en algún momento como Hoovervilles, campamentos ilegales de indigentes sin techo que recuerdan, en menor escala, las que proliferaron durante la Gran Depresión”
[1].
La mención de este “déjà vu” nos lleva directamente a pensar en las consecuencias desastrosas que tuvieron que enfrentar los trabajadores en los años treinta, y por lo tanto, y de manera proporcional, la que ya están sufriendo de a millones en este planeta parasitado cada día más vorazmente por la clase capitalista. Para ilustrar, tomaremos como ejemplo la situación particular de la potencia hegemónica mundial, los EE.UU. Tengamos en cuenta que la mención de la palabra catástrofe no esta de más cuando se habla de la crisis desatada por el crack financiero de 1929.
Los datos de la época dan cuenta a las claras del por que de tanto dramatismo; la misma;…“puso a los Estados Unidos ante su mayor crisis desde la guerra civil. Las fabricas redujeron la producción; la construcción prácticamente cesó, millones de inversionistas perdieron sus ahorros, y mas de cinco mil bancos cerraron sus puertas en los primeros tres años de la depresión”…“para 1933, el número de desempleados fue calculado diversamente, desde 12 millones hasta mas de 15 millones, conforme la nomina de fábricas se reducían a menos de la mitad de 1929”[2].
Según datos compilados por el historiador Maurice Dobb;…“El intercambio internacional se había contraído a menos del 40% de su monto de 1929 en valores, y al 74% en volumen físico”[3] Solamente en los Estados Unidos; la producción representó, a lo largo del verano de 1932, una caída del 55% por debajo del máximo de 1929, y el índice de producción de capital se mantenía, en 1933, un poco más de un tercio del de 1929.[4]
Estructuralmente, esta crisis se diferencia de anteriores crisis del sistema capitalista, como señalan varios autores economistas e historiadores , por su “universalidad”, por un lado, ya que repercutió en todo el mundo capitalista, (salvo la U.R.S.S. que, como estado obrero, aunque burocráticamente deformado, capeo la crisis por tener una producción planificada de la economía)[5], y por el amplio impacto que tuvo a nivel subjetivo en las masas, las cuales comenzaron a dudar sobre la solvencia misma del capitalismo como sistema económico.
“La depresión redujo seriamente la confianza en los jefes de los negocios. En ninguna parte del mundo habían gozado de tanto prestigio los titanes de las finanzas y de la industria, pero para 1932 los hombres de negocio que en la década de los veintes se habían arrogado el crédito de la prosperidad, fueron culpados por los malos tiempos. Un economista escribió: Es más fácil creer que la tierra es plana que creer que la iniciativa privada, por sus propias fuerzas, nos salvara”.[6]
La “crisis de confianza” de la que dan cuenta estos historiadores, puso en evidencia que solo mediante la corrupción el chantaje y la violencia, los hombres de negocios y sus monopolios habían podido imponer al capitalismo como sistema económico “natural” del suelo norteamericano. “La sociedad capitalista había contraído lo que tenía todo el aspecto de ser una enfermedad endémica, con riesgo de desenlace fatal”[7]
Las consecuencias más severas de la crisis recayeron sobre los sectores estructuralmente marginados y más desprotegidos de la sociedad norteamericana. La mayoría de la clase obrera vio amputado su salario a más de la mitad. Los Afro Americanos, aprendieron la cruel verdad del dicho de que eran “los últimos contratados, los primeros despedidos”[8], las mujeres, que se desempeñaban en las grandes hilanderías de Nueva Inglaterra, vieron reducidos drásticamente sus puestos de trabajo y salarios a mas de la mitad (en esta región, de 280 mil establecimientos, se redujo el número a solo 120 mil)[9]. Los veteranos de la primera guerra mundial, exigieron el pago efectivo de sus pensiones de guerra, marcharon a Washington y acamparon en Anacostia Flats, frente al capitolio; en número mayor a veinte mil, donde fueron salvajemente reprimidos por el ejército[10] por orden del presidente Hoover.
El problema habitacional era enorme. Por un lado surgían las “Hoovervilles” (en honor a H.C. Hoover; el presidente que quedaría en el imaginario estadounidense como aquel que no hizo nada para parar la crisis), mientras los inquilinos no podían pagar sus alquileres, y se organizaban para resistir las órdenes de desalojo mediante acción directa. Los saqueos a tiendas y mercados se hicieron comunes entre 1929 y el ´33, por todo el país los desocupados se organizaban en asambleas, los clubes de trueque u organizaciones de autoayuda se extendían de a miles; los mineros contrabandeaban toneladas de carbón para calefaccionar miles de hogares que carecían de tan preciado combustible para pasar el invierno (para 1934, veinte mil hombres con cuatro mil vehículos estaban produciendo carbón de contrabando; “Vendiéndolo a un precio más bajo que la tarifa comercial. Cuando había que procesarles, los juzgados locales no les condenaban y los carceleros de la localidad no les metían en prisión”[11].
El “granjero” americano, baluarte de la democracia de los pequeños productores avizorada por Alexis de Tocqueville en la primera mitad del Siglo XIX era literalmente expulsado de sus tierras en detrimento de los grandes monopolios agrícolas, que no se marcharían jamás.
“Sin embargo, esta desesperada privación ocurría en un momento en que los huertos estaban cargados de frutos y en los graneros sobraba el grano. Los mineros se congelaban entre montañas de carbón, mientras sus hijos vivían de hierbas y dientes de león.”[12]
Con un sistema bancario en quiebra, las finanzas del país totalmente paralizadas, millones de desocupados haciendo fila por un trozo de pan, las exportaciones por el suelo y las importaciones por las nubes; la crisis tocaba fondo en 1933, año de la asunción de Roosevelt. En menos de tres meses este pondría en marcha el “New Deal”, que como bien define otro historiador de la época; “Dicho de una manera general, Roosevelt y su equipo veían que había llegado la hora en que el capitalismo debía ceder algo de su inmensa riqueza para poder seguir subsistiendo.”[13]
Sin embargo, el Estado seguía sin dar respuesta a los problemas mas acuciantes, los monopolios y magnates con su tan propagandizada “beneficencia” de décadas previas, brillaban por su ausencia, y solo se hacían presentes cuando había que reclutar verdaderos ejércitos de rompe huelgas para aleccionar la creciente actividad organizativa de la clase obrera y los desamparados del sistema.
El revolucionario ruso León Trotsky, perseguido por el stalinismo y fascismo y vituperado por las diferentes variantes burguesas de la época, afirmaba en ese entonces algo que es totalmente valido para los tiempos que transcurren. Decía Trotsky; “La ilusión del progreso “ininterrumpido” de todas las clases se ha desvanecido sin dejar rastro. La declinación relativa del nivel de vida de las masas ha dado lugar a una declinación absoluta. Los trabajadores comienzan por economizar en sus modestas diversiones, luego en sus vestidos y finalmente en sus alimentos. Los artículos y productos de calidad media han sido sustituidos por los de calidad mediocre y los de calidad mediocre por los de calidad francamente mala”… “Con el 6% de la población mundial, Estados Unidos posee el 40% de la riqueza mundial. Sin embargo, un tercio de la nación, como lo admite el propio Roosevelt, está subalimentada, mal vestida y vive en condiciones indignas para el hombre. ¿Qué se podría decir, pues, de los países mucho menos privilegiados?”[14]
Frente a la debacle del capitalismo norteamericano y la magnitud de la crisis mundial, la necesidad de unidad por parte de los desposeídos y los trabajadores es inmediata. Enfrentar a los capitalistas y su interminable sed de ganancia, (por la cual si fuera por ellos, convertirían tranquilamente al planeta en una enorme “Hooverville”) se torna imprescindible. Todo corporativismo y salida cortoplacista es insuficiente, es querer, de alguna manera “gambetear” la historia misma. Los treinta terminaron en la masacre de la segunda guerra mundial, con fenómenos como el fascismo y el nazismo arrastrándolo todo, y la destrucción de más de una cuarta parte de las fuerzas productivas del planeta. No va a haber “costado” donde poder desviar la mirada. Las “Hoovervilles” llegaron para quedarse; a menos que tome cuerpo y genere fuerza propia un movimiento obrero unido y dispuesto a sobreponerse a está situación con un programa para que la crisis la paguen los capitalistas.


Publicado en Editorial Final Abierto : http://finalabiertoweb.com.ar/

Y en: www.pts.org.ar


NOTAS
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El autor es profesor en historia y se especializa en historia del Movimiento Obrero norteamericano.

[1] http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1112531
[2] Morison, Commager y Leuchtenburg; Breve Historia de los Estados Unidos. Fondo de Cultura Económica, BS.AS. 1997. Pág. 718.
[3] Dobb, M, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo. Siglo XXI editores Pág. 390.
[4] Ibidem, Pág. 390.
[5] “Que la socialización de los medios de producción creados por los capitalistas representa un tremendo beneficio económico se puede demostrar hoy día no solo teóricamente, sino también con el experimento de la U.R.S.S, a pesar de las limitaciones de ese experimento. Es verdad que los reaccionarios capitalistas, no sin artificio utilizan al régimen de Stalin como un espantajo contra las ideas socialistas .En realidad, Marx nunca dijo que el socialismo podría ser alcanzado en un solo país (esto según la pseudo teoría del propio Stalin del “Socialismo en un solo país” -N. de R-), y, además, en un país atrasado. Las continuas privaciones de las masas en la Unión Soviética, la omnipotencia de la casta privilegiada que se eleva por encima de la nación y su miseria y, finalmente la arbitraria arrogancia de los burócratas, no son consecuencias del método económico socialista, sino del aislamiento y del atraso histórico de la U.R.S.S cercada por los países capitalistas. Lo admirable es que en esas circunstancias excepcionalmente desfavorables, la economía planificada haya logrado demostrar sus indiscutibles ventajas”. Esta definición de por que la U.R.S.S. capeó la crisis “universal” causada por el crack financiero del ´29 se encuentra en: “El Marxismo y nuestra época”, en; Naturaleza y dinámica del capitalismo y la economía de transición (comp.), C.E.I.P León Trotsky, 1999. Como así también en la nueva compilación del CEIP; “El Capitalismo y sus crisis”. Pág. 190
[6] Morison, Commager y Leuchtenburg; Op.Cit. Pág 719.
[7] Dobb, M, Op.Cit, Pág. 380.
[8] Morison, Commager y Leuchtenburg; Op.Cit. Pág 718.
[9] Idem, Pág. 718.
[10] Vale la pena ilustrar este episodio, ya que grafica la magnitud de la represión por parte del Estado durante la presidencia de Hoover -1929-1933-:“Cerca de la Casa Blanca se juntaron cuatro tropas de caballería, cuatro compañías de infantería, un escuadrón de ametralladoras y seis tanques. El general Douglas MacArthur estaba al mando del operativo y el mayor Dwight Einsenhower (futuro presidente de los EE.UU. 1953-61 -N. de R.-) era su ayuda de campo. Uno de los oficiales era George S. Patton. Mac Arthur condujo tropas por la avenida Pensilvana, uso gas lacrimógeno para echar a los veteranos de los viejos edificios y prendió fuego a los mismos. Entonces el ejercito cruzo el puente hacia Anacostía. Miles de veteranos con sus esposas e hijos echaron a correr mientras se extendía el gas lacrimógeno. Los soldados prendieron fuego a algunas cabañas y pronto todo el campamento ardió en llamas. Cuando acabó todo, habían matado a tiros a dos veteranos, había muerto un bebé de once semanas, un niño tenía ceguera parcial por el gas, dos policías tenían fractura de craneales y mil veteranos resultaron afectados por el gas.” Citado en Zinn, Horward, “La otra historia de los Estados Unidos”, Siglo Veintiuno Editores, 1999. Pág.288.
[11] Idem. Pág. 290
[12] Morison, Commager y Leuchtenburg; Op.Cit. Pág 718.
[13] Hodgers, Rodolfo, “El movimiento Obrero Norteamericano entra la crisis y la guerra” C.E.A.L., 1991; Ibidem, pág 495.
[14] Trotsky, L, “El Marxismo y Nuestra época” Op.Cit. Pág. 179.

jueves, 2 de abril de 2009

El conformismo que se viene

Por Juan Dal Maso

La muerte de Alfonsín ha conmovido a mucha gente. Los militantes de la Franja Morada, más afectos al dinero de los estudiantes que a las movilizaciones callejeras, han vuelto a sacar sus banderas de la covacha. Todo el arco político burgués llora la muerte del dirigente radical.

La clase dominante echará de menos a un político que supo privilegiar la estabilidad del orden social por sobre cualquier otra consideración, como planteó con toda claridad Duhalde en declaraciones de estos días.

La operación ideológica de presentar a Alfonsín como el paladín del “consenso” contra la “crispación” obedece a la necesidad de la burguesía de sentar las bases de una reconfiguración del régimen político en el escenario “pos-kirchnerista” que se viene.

Después de que estallara la democracia bipartidista, de la que Alfonsín fuera un actor central, en diciembre de 2001, el peronismo contuvo la situación y el gobierno de Néstor Kirchner buscó recomponer la autoridad estatal, expropiando desde arriba los reclamos callejeros con sus políticas “progresistas”, que se fueron “derechizando” progresivamente.

Ubicado discursivamente desde la crítica de la democracia que acababa de estallar por los aires, la burguesía lo dejó hacer en la medida en que la recomposición económica garantizaba jugosas ganancias para todos los sectores patronales.

Frente al escenario de la crisis mundial, la burguesía pide “consenso” para “concertar” entre ellos que la crisis la paguemos los trabajadores.

Habiéndose roto la unidad burguesa en torno al kirchnerismo, se puso de relieve que la recomposición de la autoridad estatal lograda por éste, no ha podido expresarse en un sistema de partidos estable. La reivindicación de Alfonsín, incluida su “última voluntad” de hacer volver a Cobos a la UCR, es parte de la expectiva de volver a alguna forma de bipartidismo, con una UCR reconstruida y un PJ no kirchnerista, en el cual podrían abrevar también las expresiones de centroderecha.

Polemizando en los comienzos del kichnerismo con Horacio González, que quería cubrir el accionar gubernamental con la figura del mito soreliano, señalábamos que el mito del kirchnerismo se componía de dos trazos discursivos muy pobres: el país en serio y el capitalismo nacional. Señalábamos las nulas posibilidades de encuadrar esas ideas en una fuerza histórica capaz de dar lugar a un movimiento activo de las mayorías populares. Lo más de izquierda del discurso gubernamental, lo que se refiere a los DDHH se fue deshaciendo ante las encuestas sobre la inseguridad y el cambio de las condiciones generales de la política y la economía del país.

Frente a la decadencia del discurso y la política kirchnerista, la oposición burguesa y la burguesía misma han encontrado en la figura de Alfonsín la piedra angular de un nuevo conformismo, de un nuevo sentido común a constituir: la primacía de la gobernabilidad por sobre cualquier interés partidario, la estabilidad institucional contra las varias formas de “populismo” y la defensa del interés de la burguesía en su conjunto más allá de sus divisiones relativas. En definitiva, la figura de Alfonsín es para la burguesía el estandarte con que busca terminar de volver a la normalidad burguesa entre dos crisis, la que surgió en 2001 y la que se desarrolla en la actualidad. Está claro que una cosa es querer y otra poder hacerlo, pero la apuesta política va por ese lado.

Alfonsín, lejos de ser un paladín del consenso con todo el mundo, supo cultivar el criterio político de diferenciar claramente amigo y enemigo, como proponía Carl Schmitt. Siempre encontró la línea divisoria en las oposiciones de clase y actuó en consecuencia. Por eso la burguesía lo llora y la clase trabajadora no tiene nada que lamentar.

Sí tiene mucho por hacer para evitar que este conformismo que se viene se imponga sobre la pérdida de las más elementales condiciones de vida bajo los efectos de la crisis.