lunes, 6 de abril de 2009

Postales de la crisis: “Hoovervilles” de ayer y hoy

Por Darío Martini

En la foto; una nueva "Ciudad Carpa" en Fresno, California.

En los últimos días, los principales diarios del mundo reprodujeron la noticia de la proliferación en los EE.UU, de lo que acá conocemos con el nombre de “villas miserias”. En el diario “La Nación” por ejemplo, se da cuenta de este fenómeno en la ciudad de Fresno, California;
“Al igual que más de una docena de ciudades de Estados Unidos, Fresno está experimentando un triste déjà vu: la aparición de villas precarias, conocidas en algún momento como Hoovervilles, campamentos ilegales de indigentes sin techo que recuerdan, en menor escala, las que proliferaron durante la Gran Depresión”
[1].
La mención de este “déjà vu” nos lleva directamente a pensar en las consecuencias desastrosas que tuvieron que enfrentar los trabajadores en los años treinta, y por lo tanto, y de manera proporcional, la que ya están sufriendo de a millones en este planeta parasitado cada día más vorazmente por la clase capitalista. Para ilustrar, tomaremos como ejemplo la situación particular de la potencia hegemónica mundial, los EE.UU. Tengamos en cuenta que la mención de la palabra catástrofe no esta de más cuando se habla de la crisis desatada por el crack financiero de 1929.
Los datos de la época dan cuenta a las claras del por que de tanto dramatismo; la misma;…“puso a los Estados Unidos ante su mayor crisis desde la guerra civil. Las fabricas redujeron la producción; la construcción prácticamente cesó, millones de inversionistas perdieron sus ahorros, y mas de cinco mil bancos cerraron sus puertas en los primeros tres años de la depresión”…“para 1933, el número de desempleados fue calculado diversamente, desde 12 millones hasta mas de 15 millones, conforme la nomina de fábricas se reducían a menos de la mitad de 1929”[2].
Según datos compilados por el historiador Maurice Dobb;…“El intercambio internacional se había contraído a menos del 40% de su monto de 1929 en valores, y al 74% en volumen físico”[3] Solamente en los Estados Unidos; la producción representó, a lo largo del verano de 1932, una caída del 55% por debajo del máximo de 1929, y el índice de producción de capital se mantenía, en 1933, un poco más de un tercio del de 1929.[4]
Estructuralmente, esta crisis se diferencia de anteriores crisis del sistema capitalista, como señalan varios autores economistas e historiadores , por su “universalidad”, por un lado, ya que repercutió en todo el mundo capitalista, (salvo la U.R.S.S. que, como estado obrero, aunque burocráticamente deformado, capeo la crisis por tener una producción planificada de la economía)[5], y por el amplio impacto que tuvo a nivel subjetivo en las masas, las cuales comenzaron a dudar sobre la solvencia misma del capitalismo como sistema económico.
“La depresión redujo seriamente la confianza en los jefes de los negocios. En ninguna parte del mundo habían gozado de tanto prestigio los titanes de las finanzas y de la industria, pero para 1932 los hombres de negocio que en la década de los veintes se habían arrogado el crédito de la prosperidad, fueron culpados por los malos tiempos. Un economista escribió: Es más fácil creer que la tierra es plana que creer que la iniciativa privada, por sus propias fuerzas, nos salvara”.[6]
La “crisis de confianza” de la que dan cuenta estos historiadores, puso en evidencia que solo mediante la corrupción el chantaje y la violencia, los hombres de negocios y sus monopolios habían podido imponer al capitalismo como sistema económico “natural” del suelo norteamericano. “La sociedad capitalista había contraído lo que tenía todo el aspecto de ser una enfermedad endémica, con riesgo de desenlace fatal”[7]
Las consecuencias más severas de la crisis recayeron sobre los sectores estructuralmente marginados y más desprotegidos de la sociedad norteamericana. La mayoría de la clase obrera vio amputado su salario a más de la mitad. Los Afro Americanos, aprendieron la cruel verdad del dicho de que eran “los últimos contratados, los primeros despedidos”[8], las mujeres, que se desempeñaban en las grandes hilanderías de Nueva Inglaterra, vieron reducidos drásticamente sus puestos de trabajo y salarios a mas de la mitad (en esta región, de 280 mil establecimientos, se redujo el número a solo 120 mil)[9]. Los veteranos de la primera guerra mundial, exigieron el pago efectivo de sus pensiones de guerra, marcharon a Washington y acamparon en Anacostia Flats, frente al capitolio; en número mayor a veinte mil, donde fueron salvajemente reprimidos por el ejército[10] por orden del presidente Hoover.
El problema habitacional era enorme. Por un lado surgían las “Hoovervilles” (en honor a H.C. Hoover; el presidente que quedaría en el imaginario estadounidense como aquel que no hizo nada para parar la crisis), mientras los inquilinos no podían pagar sus alquileres, y se organizaban para resistir las órdenes de desalojo mediante acción directa. Los saqueos a tiendas y mercados se hicieron comunes entre 1929 y el ´33, por todo el país los desocupados se organizaban en asambleas, los clubes de trueque u organizaciones de autoayuda se extendían de a miles; los mineros contrabandeaban toneladas de carbón para calefaccionar miles de hogares que carecían de tan preciado combustible para pasar el invierno (para 1934, veinte mil hombres con cuatro mil vehículos estaban produciendo carbón de contrabando; “Vendiéndolo a un precio más bajo que la tarifa comercial. Cuando había que procesarles, los juzgados locales no les condenaban y los carceleros de la localidad no les metían en prisión”[11].
El “granjero” americano, baluarte de la democracia de los pequeños productores avizorada por Alexis de Tocqueville en la primera mitad del Siglo XIX era literalmente expulsado de sus tierras en detrimento de los grandes monopolios agrícolas, que no se marcharían jamás.
“Sin embargo, esta desesperada privación ocurría en un momento en que los huertos estaban cargados de frutos y en los graneros sobraba el grano. Los mineros se congelaban entre montañas de carbón, mientras sus hijos vivían de hierbas y dientes de león.”[12]
Con un sistema bancario en quiebra, las finanzas del país totalmente paralizadas, millones de desocupados haciendo fila por un trozo de pan, las exportaciones por el suelo y las importaciones por las nubes; la crisis tocaba fondo en 1933, año de la asunción de Roosevelt. En menos de tres meses este pondría en marcha el “New Deal”, que como bien define otro historiador de la época; “Dicho de una manera general, Roosevelt y su equipo veían que había llegado la hora en que el capitalismo debía ceder algo de su inmensa riqueza para poder seguir subsistiendo.”[13]
Sin embargo, el Estado seguía sin dar respuesta a los problemas mas acuciantes, los monopolios y magnates con su tan propagandizada “beneficencia” de décadas previas, brillaban por su ausencia, y solo se hacían presentes cuando había que reclutar verdaderos ejércitos de rompe huelgas para aleccionar la creciente actividad organizativa de la clase obrera y los desamparados del sistema.
El revolucionario ruso León Trotsky, perseguido por el stalinismo y fascismo y vituperado por las diferentes variantes burguesas de la época, afirmaba en ese entonces algo que es totalmente valido para los tiempos que transcurren. Decía Trotsky; “La ilusión del progreso “ininterrumpido” de todas las clases se ha desvanecido sin dejar rastro. La declinación relativa del nivel de vida de las masas ha dado lugar a una declinación absoluta. Los trabajadores comienzan por economizar en sus modestas diversiones, luego en sus vestidos y finalmente en sus alimentos. Los artículos y productos de calidad media han sido sustituidos por los de calidad mediocre y los de calidad mediocre por los de calidad francamente mala”… “Con el 6% de la población mundial, Estados Unidos posee el 40% de la riqueza mundial. Sin embargo, un tercio de la nación, como lo admite el propio Roosevelt, está subalimentada, mal vestida y vive en condiciones indignas para el hombre. ¿Qué se podría decir, pues, de los países mucho menos privilegiados?”[14]
Frente a la debacle del capitalismo norteamericano y la magnitud de la crisis mundial, la necesidad de unidad por parte de los desposeídos y los trabajadores es inmediata. Enfrentar a los capitalistas y su interminable sed de ganancia, (por la cual si fuera por ellos, convertirían tranquilamente al planeta en una enorme “Hooverville”) se torna imprescindible. Todo corporativismo y salida cortoplacista es insuficiente, es querer, de alguna manera “gambetear” la historia misma. Los treinta terminaron en la masacre de la segunda guerra mundial, con fenómenos como el fascismo y el nazismo arrastrándolo todo, y la destrucción de más de una cuarta parte de las fuerzas productivas del planeta. No va a haber “costado” donde poder desviar la mirada. Las “Hoovervilles” llegaron para quedarse; a menos que tome cuerpo y genere fuerza propia un movimiento obrero unido y dispuesto a sobreponerse a está situación con un programa para que la crisis la paguen los capitalistas.


Publicado en Editorial Final Abierto : http://finalabiertoweb.com.ar/

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NOTAS
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El autor es profesor en historia y se especializa en historia del Movimiento Obrero norteamericano.

[1] http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1112531
[2] Morison, Commager y Leuchtenburg; Breve Historia de los Estados Unidos. Fondo de Cultura Económica, BS.AS. 1997. Pág. 718.
[3] Dobb, M, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo. Siglo XXI editores Pág. 390.
[4] Ibidem, Pág. 390.
[5] “Que la socialización de los medios de producción creados por los capitalistas representa un tremendo beneficio económico se puede demostrar hoy día no solo teóricamente, sino también con el experimento de la U.R.S.S, a pesar de las limitaciones de ese experimento. Es verdad que los reaccionarios capitalistas, no sin artificio utilizan al régimen de Stalin como un espantajo contra las ideas socialistas .En realidad, Marx nunca dijo que el socialismo podría ser alcanzado en un solo país (esto según la pseudo teoría del propio Stalin del “Socialismo en un solo país” -N. de R-), y, además, en un país atrasado. Las continuas privaciones de las masas en la Unión Soviética, la omnipotencia de la casta privilegiada que se eleva por encima de la nación y su miseria y, finalmente la arbitraria arrogancia de los burócratas, no son consecuencias del método económico socialista, sino del aislamiento y del atraso histórico de la U.R.S.S cercada por los países capitalistas. Lo admirable es que en esas circunstancias excepcionalmente desfavorables, la economía planificada haya logrado demostrar sus indiscutibles ventajas”. Esta definición de por que la U.R.S.S. capeó la crisis “universal” causada por el crack financiero del ´29 se encuentra en: “El Marxismo y nuestra época”, en; Naturaleza y dinámica del capitalismo y la economía de transición (comp.), C.E.I.P León Trotsky, 1999. Como así también en la nueva compilación del CEIP; “El Capitalismo y sus crisis”. Pág. 190
[6] Morison, Commager y Leuchtenburg; Op.Cit. Pág 719.
[7] Dobb, M, Op.Cit, Pág. 380.
[8] Morison, Commager y Leuchtenburg; Op.Cit. Pág 718.
[9] Idem, Pág. 718.
[10] Vale la pena ilustrar este episodio, ya que grafica la magnitud de la represión por parte del Estado durante la presidencia de Hoover -1929-1933-:“Cerca de la Casa Blanca se juntaron cuatro tropas de caballería, cuatro compañías de infantería, un escuadrón de ametralladoras y seis tanques. El general Douglas MacArthur estaba al mando del operativo y el mayor Dwight Einsenhower (futuro presidente de los EE.UU. 1953-61 -N. de R.-) era su ayuda de campo. Uno de los oficiales era George S. Patton. Mac Arthur condujo tropas por la avenida Pensilvana, uso gas lacrimógeno para echar a los veteranos de los viejos edificios y prendió fuego a los mismos. Entonces el ejercito cruzo el puente hacia Anacostía. Miles de veteranos con sus esposas e hijos echaron a correr mientras se extendía el gas lacrimógeno. Los soldados prendieron fuego a algunas cabañas y pronto todo el campamento ardió en llamas. Cuando acabó todo, habían matado a tiros a dos veteranos, había muerto un bebé de once semanas, un niño tenía ceguera parcial por el gas, dos policías tenían fractura de craneales y mil veteranos resultaron afectados por el gas.” Citado en Zinn, Horward, “La otra historia de los Estados Unidos”, Siglo Veintiuno Editores, 1999. Pág.288.
[11] Idem. Pág. 290
[12] Morison, Commager y Leuchtenburg; Op.Cit. Pág 718.
[13] Hodgers, Rodolfo, “El movimiento Obrero Norteamericano entra la crisis y la guerra” C.E.A.L., 1991; Ibidem, pág 495.
[14] Trotsky, L, “El Marxismo y Nuestra época” Op.Cit. Pág. 179.

1 comentario:

Darío Martini dijo...

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