lunes, 15 de agosto de 2011

La nostalgia del pasado (reflexión conservadora pero inteligente sobre pasado y presente)

Hacer demasiado
Leo en el Hagakure:
No podemos cambiar nuestra época. En cuanto las condiciones de vida se degradan regularmente es prueba de que uno ha penetrado en la fase última del destino. En efecto, no se puede estar constantemente en primavera o verano, tampoco se puede disfrutar permanentemente; por ello es obrar en vano empeñarse en cambiar la naturaleza de los momentos actuales para reencontrar los felices días del siglo pasado. El error de los que cultivan la nostalgia del pasado viene de que no captan esta idea. Pero los que sólo tienen consideración por el momento presente y detestan el pasado, parecen ser muy superficiales.

3 comentarios:

Joaquín Ramírez dijo...

viste la ultima de W Allen "medianoche en París"? nada muy profundo pero juega con la idealización del pasado

JDM dijo...

No la ví. Lo que me gusta de estas líneas es que establecen una cierta relación entre aceptación del presente y respeto por el pasado. Obviamente, el autor, miembro de la casta guerrera japonesa del Siglo XVIII, ya retirado, no pensaba ni ahí en ningún tipo de posibilidad de "progreso" revolucionario ni nada por el estilo y ese es el límite de la reflexión, que sólo puede llegar al respeto por el pasado contra la superficialidad de pensar el tiempo presente como algo en sí mismo, sin vasos comunicantes con el pasado, lo cual es desde ya un tema muy importante para la tradición revolucionaria, contraria a la perspectiva de Yamamoto Tsunemoto, que decía que frente a la situación del mundo lo mejor era tirarse a dormir.

Joaquín Ramírez dijo...

cuando hablamos de la historia y del pasado no se si podré dejar de recurrir a uno de los pensadores más lúcidos del tormentoso siglo XX, walter benjamin "Tesis sobre el concepto de historia"
Tesis IX
Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no pueden cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso.