Solamente a mí se me ocurre agarrar a última hora un libro que se llama "Boedo". Es como noquear un puño con la cabeza. Acá en Neuquén no significa mucho, salvo para los hinchas de San Lorenzo. Sin embargo, para los que crecimos ahí, es la puerta de entrada a otra dimensión de la realidad. Como un pasado que nunca se consolidó como tal. Lo cual es muy conveniente por ejemplo, para los pibes con los que pateamos veredas y plazas y no sabemos si siguen vivos (si es así, muchachos, espero que no estén en cana). Estar lejos me hizo comprender muchísimo más profundamente, con más de 30 años, el valor del barrio. Y el valor de ciertas cosas que si no se aprenden en ese tramo de la vida que va desde los 6 hasta los 18 años, no se aprenden nunca más. Honor y gloria, entonces, a los guerreros de baja estatura y pantalones cortos que supimos ser. Están ahí bajo nuestros rostros adultos para que mantengamos la posición de combate.
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