A mi viejo le gustaba mucho esta película de Mijalkov. Se había quedado con ganas de viajar en el Transiberiano y conocer la estepa. Hace unos cuantos años nos sentamos a ver este peliculón que transcurre en algún lugar en la frontera entre China y Rusia con una familia de mongoles y un trabajador calificado ruso que traban amistad en el medio de la nada, como protagonistas.
En un momento el padre de la familia, Gombo, que viajó a la ciudad a comprar preservativos a instancias de su mujer porque no pueden tener más hijos sin violar las leyes chinas, vuelve a casa portando un televisor y se queda dormido. Sueña que se le aparecen Temujin y sus hombres y éste le dice:
-¿Sos Mongol?
-Sí
-¿Dónde están tus armas?
-No tengo armas
-¿¡No tenés armas!? ¿De donde venís?
-De la ciudad
-¿Y la tomaste?
-No, pero compré un televisor
Gombo enciende el televisor y sintoniza Rambo III, lo cual provoca la ira de Temujin que manda a los muchachos a reventar a golpes el innoble artefacto. Gombo se despierta y comienza a danzar imitando los movimientos de las águilas. Una bella metáfora sobre el peso de la tradición y las contradicciones de la "modernización".
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