Amigo entre mis enemigos, peliculón de Mijalkov sobre amistad y revolución |
Varias veces me ha llegado un mail de Facebook que dice "tus amigos quieren que vuelvas", en razón de una cuenta que abrí, nunca usé y cerré oportunamente.
Esto es insólito, porque si mis amigos quieren algo de mí, me lo hacen saber directamente y no a través de interpósitas redes sociales, en primer lugar y en segundo lugar, porque estos tipos no tienen la menor idea sobre quiénes son mis amigos ni sobre lo que quieren.
Pensando en esto, me dí cuenta de que he tenido muchos amigos a lo largo de mi vida, con los cuales dejamos de vernos en razón de decisiones tomadas por nuestros padres, cuando éramos chicos (como mudarse lejos de Boedo y no aparecer más) y por nosotros mismos (como dejar de compartir las horas-calle en función de que se debilitaban nuestras afinidades).
Cuando superé la experiencia del colegio de varones y aprendí que existe la amistad entre el hombre y la mujer, también supe que las mujeres son excelentes amigas, al punto de sentirme con ellas muy pero muy a gusto, con la ventaja de que no hablan de fútbol ni de autos (temas que no me interesan en lo más mínimo), ni compiten a ver quién hace el asado (qué tampoco sé hacer) además de que son más expresivas que nosotros.
Hombres o mujeres, los amigos tienen esa cuota de luz (o de oscuridad, según el caso), que uno anda necesitando y no se puede generar en un movimiento de autosuficiencia.
Están ahí para recordarnos la importancia de ciertos valores primigenios, que aprendimos pateando veredas y con los que hicimos lo que pudimos a medida que fuimos creciendo, saliendo más airosos en la medida en que más respetamos la esencia de lo aprendido en el barrio, según mi humilde opinión.
De todas estas experiencias me ha quedado un conjunto desparejo de personas queridas, algunas de casi toda la vida, otras de más reciente aparición. Todas importantes. Vayan para todos ellos/as estas líneas como un homenaje realmente insuficiente.
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