Ayer ví el operativo de El Vengador Infantil y me pareció impecable. Me hizo acordar a aquella vez en que El Boli se cansó de que lo jodieran algunos estúpidos y los encaró a las piñas en los pasillos de una vieja escuela de Boedo. Hasta ese momento lo habíamos defendido otros, pero nunca con tanta contundencia. El pibe se hartó. Y más de uno sacó la conclusión de que no hay que joder con los que parecen tranquilos, porque cuando se cansan y encaran no te van a dar las patas para correr. Después de eso, los giles abandonaron la lucha física y pasaron a la confrontación ideológica: No querían que el pibe fuera abanderado porque era boliviano. Querían recuperar, con auxilio de la "argentinidad", la relación de fuerzas que habían perdido con los puños. Capaz que de adultos no inventamos nada.
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