Hace mucho que quería escribir sobre este tema, pero por una cosa u otra lo postergaba. La reciente visita al barrio para honrar mis deberes familiares, lo trajo de vuelta a mi cabeza. Así que ahí vamos...
Hace unos tres años o más escuché por casualidad una canción que hablaba sobre un muchacho a quien llamaban "El Sensei". Me llamó la atención, porque es un término asociado a la mitología de mi infancia.
El Sensei era nuestro profesor de Karate okinawense que, según la mitología oficial del Dojo, en un trance difícil había escupido un par de dientes y dado vuelta un combate áspero. El tipo pateaba la bolsa y hacía golpear la nuca contra la pared al que la sostenía (al que estaba más atrás, porque la sostenían entre dos o tres). Teníamos una gran admiración por él. Íbamos con mis amigos a ayudarlo a pintar el gimnasio, arreglar el tatami, o lo que hiciera falta. Después, le agarré el gusto a la lectura, dejé de ir a entrenar y no supe más de él.
Pero la canción no hablaba de eso, sino de alguien que dirige una fumata verde con sabiduría y respeto por la tradición. Esto también me llamó la atención. Siendo ajeno a la "cultura cannabica" (aunque estoy a favor de que se legalicen las drogas prohibidas, no me producen un gran entusiasmo), me resultó llamativo cómo el que escribió la canción logró hacer algo bastante poético con un tema como ese. Porque, según mi humilde opinión, el tema está bastante bien escrito, con palabras bien elegidas y música acorde.
A la mayoría de la gente con la que pude comentarlo, la canción les genera una sonrisa cómplice porque habla de un secreto a voces. Sin embargo, a mí me genera un vago sentimiento de melancolía. Y me propuse averiguar por qué.
Y creo que la respuesta es que, a través de la narración poética de una situación puntual como la de fumarse un faso entre varios amigos (que podría ser también tomarse un vino o una cerveza o lo que fuera), la canción habla precisamente de la admiración que uno tiene por los amigos que saben hacer las cosas adecuadas en el momento adecuado. Aunque no se consigue así nomás, es una virtud que persiste, sostenida por gente que tiene apego a ciertos códigos que le permitieron salir airosa de varios líos.
A mí, la canción me habla también del poco interés que presenta la decadencia de esta sociedad para los jóvenes, de la contradicción de vivir en esta época y no gustar nada de ella (sobre todo para los que tuvimos que fumarnos todo el menemismo siendo adolescentes) y del barrio como un lugar de pertenencia y respeto bien ganado, al que no puedo volver pero del cual nunca me fui.
Habiendo pasado en limpio el asunto, va el tema para los/as que quieran escuchar.
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