domingo, 27 de mayo de 2012

Respuesta de Ariel Petruccelli al post "Sobre el trabajo sin descanso de la estrategia"

Va la respuesta de Ariel a este post. 

Mi amigo Juan Dal Maso ha tenido la sana voluntad de continuar por escrito un intercambio de opiniones sobre problemas de estrategia socialista que se iniciara informalmente en una de las jornadas de la Cátedra Libre Karl Marx, en la que estuvieron como expositores Raúl Godoy y Fernando Aiziczon. Creo que el post de Juan ha reseñado bastante bien las ideas que expuse, muy brevemente, en la intervención que hice en calidad de simple asistente. Sin embargo, creo que se le han pasado por alto dos preguntas muy específicas que hice. Pero antes de ir a ellas quisiera hacer una breve aclaración. Yo no digo que la elaboración de un proyecto de socialismo posible sea una tarea anterior a la del diseño de estrategias, sino que deben ir de la mano: la estrategia es vacía si no sabemos a dónde vamos, y el diseño es un castillo en el aire si no se pueden establecer vínculos con actores concretos capaces de realizarlos. Es decir, el socialismo debe sustentarse en un proyecto social realizable en términos económico-ecológicos; pero también debe ser políticamente viable. 



En su post Juan plantea varias cosas, pero ninguna responde a las dos preguntas que yo formulé ni a las dos afirmaciones que hice (en relación a tales preguntas). Mis preguntas fueron dos: 


1) La debacle ignominiosa del modelo soviético encarnado en la URSS y similares, ¿señala el fin de una época histórica y obliga a re-inventar el socialismo, o podemos seguir como si tal cosa?; 


2) ¿Se han consolidación las democracias capitalistas en el mundo y en América Latina y ello significa que los escenarios de la lucha política actuales y por venir son sustancialmente distintos a los que enfretaron los bolcheviques, los maoístas, Fidel y el Che, los Sandinistas, etc.? 

He respondido afirmativamente a ambas preguntas. De hecho creo que, a la luz de las evidencias, es inverosímil dar otra respuesta. Juan ha elegido no pronunciarse taxativamente, pero me parece que su posición, así como lo que dicen y hacen (en este caso no creo que sea abusivo generalizar) el grueso de los partidos trotskystas supone o bien no hacerse nunca estas preguntas (y en consecuencia no tener respuesta) o bien responder negativamente a ellas. No tengo ningún inconveniente en reconocer que, de todas las tradiciones del socialismo revolucionario del siglo XX, la trotskysta (dentro de la cual milité unos años) se cuenta entre las más reivindicables (pero en esa categoría yo incluiría también a los consejistas, luxemburguistas, ciertas corrientes anarquistas, el POUM, etc.). Lo que digo es que hoy nos enfrentamos a problemas inéditos y sin precedentes. Hay que estudiar con detalle todas las experiencias pasadas, pero debemos tener claro que allí no hallaremos respuestas para todos nuestros problemas. Es esto lo que pienso.


En vez de discutir en torno a las dos preguntas/problemas que he planteado, Juan desarrolla otras cuestiones. La primera es una disquisición sobre las presiones hacia la burocratización inherentes a todo ejercicio del poder. No tengo diferencias. Esas presiones existen y existirán. Tampoco pido un modelo color de rosa, ni mucho menos garantías, como parece haber entendido. Pero una cosa es asumir el riesgo y la incertidumbre, y otra es negarse a ver todas las señales de la realidad. Por ejemplo, el multipartidismo soviético: ¿dónde existió? ¿por cuánto tiempo? Respuesta: luego de tomar el poder sólo en Rusia, y sólo por unos pocos meses (más o menos meses, según tomemos como criterio su existencia real o su existencia legal: prohibición de partidos y fracciones). En este punto ya comienzan a perfilarse diferencias estratégicas importantes. Juan piensa que el tipo de construcción leninista a la que Trotsky primero criticó premonitoriamente y a la que luego adhirió casi se podría decir que ciegamente es el modelo a seguir. Yo creo que no. Es un tema largo, complejo, ríspido. Merecería ser abordado extensamente. Por el momento me limito a señalar unas pocas cosas: 


a) El modelo de partido leninista expuesto en el "Qué hacer" no es el único expuesto por Lenin; 


b) Hay que analizar los pros y los contras de ese modelo en su contexto histórico (aquí se hace fundamental esclarecer si nuestro contexto es semejante o muy distinto); 


c) hay que analizar cómo las virtudes emergentes a la hora de la lucha contra el estado zarista se volvieron en muchos casos en aspectos negativos a la hora de construir una nueva sociedad. 

En fin, con respecto a este punto, yo diría que la revolución rusa no es un modelo: no lo es porque ninguna otra revolución del siglo XX siguió sus pautas; pero sobre todo porque nuestras realidades contemporáneas poco tienen que ver con ella.

Juan cree que todos estos problemas (modelos viables, estrategias, burocratización) son reales y deben ser afrontados, pero que aún cuando "caminemos preguntando" ello no suspende la lucha de clases (desde luego que no: pero ¿quien sostiene lo contrario?) y, de todos modos, "el trotskismo da respuestas perfectibles, pero mejores que las de las restantes corrientes". Esta última parte ya me parece un poco mucho. Los trotskystas creen fervientemente que sus respuestas son las mejores. Los que no son trotsystas piensan todo lo contrario. Pruebas prácticas no hay disponibles: todos hemos fracasado por igual a la hora de realizar algo parecido al socialismo. Estamos todos igualmente en bolas y a los gritos. Se podría intentar sacar alguna conclusión en base al bagaje empírico y la coherencia lógica de las distintas posiciones. Pero en este caso no creo que los puntos de vista cuartainternacionalistas sean los mejores disponibles. Y aquí viene a cuento preguntarse cuáles son las corrientes en que está pensando Juan. Sospecho que son corrientes militantes. Pero, de hecho, creería yo que los mejores análisis disponibles son fruto de intelectuales que no están inscriptos en ninguna corriente política nítidamente definida. Esta es una tragedia de nuestro tiempo: la escisión cada vez más grande entre intelectuales y militantes. Escisión que no habrá de saldarse si los intelectuales no adoptan una firme voluntad de intervención política, y si los grupos políticos siguen pensando que tienen las mejores respuestas para problemas que muchas veces ni se han planteado.

Luego de esto Juan advierte que todas estas discusiones sobre modelos posibles carecen de sentido si no se ubican en la perspectiva estratégica de tomar el poder para la clase obrera, para lo cual hay que construir un partido. Y no contento con esto condena la posibilidad de que todas estas discusiones sean una excusa para limitarse a luchar por el "programa mínimo". Ante esto quisiera hacer varias puntualizaciones. La primera es lo problemáticas que resultan las relaciones clase / partido. Esto es complejísimo. Hoy en día, además, me parece obvio que ningún planteo limitadamente obrerista podría ser la base de una democracia revolucionaria viable: un partido revolucionario debe incluir en pie de igualdad demandas del conjunto de los asalariados, de otros sectores explotados y de todos los grupos oprimidos. 


La segunda puntualización tiene que ver con la concepción del partido. Yo adhiero a una concepción amplia, en la que el partido incluye a diferentes grupos que realizan todo tipo de tareas políticas y acepta diferentes posiciones. Juan, como el conjunto de la tradición que pretende seguir siendo trotskysta, concibe al partido de manera mucho más estrecha. Para esta concepción, quien no forme parte y sostenga a pie juntillas las posiciones de un grupo programática y estatutariamente estructurado o bien no tiene partido o bien es parte de un partido rival. Yo me considero parte de un por el momento amorfo y difuso partido formado por quienes "tomamos partido" en favor de la revolución socialista. En este sentido, con Juan formamos parte del mismo partido, aunque tengamos muchas diferencias no menores. No desconozco la necesidad de que toda fuerza política se constituya en fomas más consistentes, con programas acotados, estatutos, congresos y lo que se juzgue necesario. Pero, de momento, todos los intentos en este sentido hechos en nuestro país en los últimos años no han hecho otra cosa que reproducir más bien sectas políticas empeñadas en combatirse entre sí, en medio del retroceso de la clase en nombre de la que dicen actuar. 


Esto último remite a mi tercera puntualización. La propia clase trabajadora, como movimiento organizado, requiere de su reconstitución. Hoy por hoy, me parece fundamental ayudar a recomponer a una clase que se halla mayormente desmovilizada, desorganizada y globalmente ajena a los planteos anti-capitalistas. En fin, para que las fuerzas revolucionarias podamos tener una real capacidad de incidencia política (el hecho de que se festeje un 3 o un 4% electoral luego de décadas de denodados esfuerzos militantes muestra la insignificancia que tenemos) es preciso constituir o re-constituir una amplia cultura socialista (hoy diezmada) y apuntalar en el terreno reivindicativo a la clase obrera y a todos los sectores oprimidos. 

Mi cuarta puntualización es que la importancia concedida a la construcción del partido ha llevado y sigue llevando a la instrumentalización de todas las demandas reivindicativas: la prioridad está colocada en la construcción partidaria, antes que en la consolidación de las organizaciones de clase, las conquistas parciales, etc. Esto hace que los partidos de izquierda, con muy pocas excepciones, hayan ido a la zaga de los movimientos reivindicativos, casi siempre llevando a ellos demandas que tenían por finalidad "denunciar" a otras corrientes y "ganar a la vanguardia", antes que llevar el movimiento al triunfo. En esto mucho ha tenido que ver la idea (falsa) de que el capitalimso no está encondiciones de ofrecer mejoras.


A quienes planteamos estas cosas se nos reprocha (Juan me lo ha dicho varias veces, en largas charlas que solemos tener) que escindimos el programa máximo del mínimo, renunciamos al progrma de transición y nos limitamos a hacer sindicalismo por un lado y propaganda socialista por el otro. Ante esto se puede responder muy sumariamente: 


1) El programa mínimo y máximo se hallan escindidos por la propia marginalidad del anticapitalismo militante. Ningún grupo logra vincularlos en la práctica, porque para eso deberían estar en el poder.


2) Que hay que elaborar un programa de transición no me caben dudas, pero debe estar adecuado a la realidad presente (que poco tiene que ver con la de 1938), seguir sosteniendo el Programa de Transición elaborado por Trotsky para mí no tiene sentido. Hay una gran cantidad de argumentos empíricos y teóricos que se podrían esgrimir en su contra, pero creo que la evidencia de que el P de T no llevó a ningún grupo al poder (diría incluso que ni cerca) en ningún lugar del mundo en un lapso de más de 70 años debería ser argumento suficiente. 


3) Reducir los complejísimos problemas de la constituicón de una subjetividad anti-sistémica y de una cultura socialista a mera cuestión de propaganda es no ver el bosque. Pongamos un ejemplo: la eficacia política del peronismo no se debe sólo a una maquinaria política bien lubricada y financiada; es fundamental la constitución de ciertas subjetividades, de cierta cultura política, de ciertas prácticas sociales. Si no asumimos la necesidad de librar este combate político-cultural, y si no advertimos lo poco que sirve para él repetir simplemente que hay que construir el partido (en el sentido en que usualmente se entiende esta construcción), creo que estamos jodidos.


Juan asegura que la experiencia del NPA francés dice bastante -en términos negativos- sobre todas estas cosas, agregando que con ese partido "no se puede ir ni a la esquina". Bueno, yo no soy miembro del NPA ni me hago ninguna expectativa con él: no creo que esté ni cerca de acceder al poder. Pero creo que ello se debe más a ciertas condiciones objetivas que a lo que el NPA haga o deje de hacer. Y en cualquier caso, insisto: todos estamos desnudos por igual. El NPA está intentando renovar al anticapitalismo militante, y eso ya tiene un mérito sobre quienes piensan que no hay que renovar nada. Quizá el NPA no tenga futuro. ¿Pero cómo puede Juan estar tan seguro? ¿No habría que darle algo de tiempo? ¿Y cómo puede Juan estar tan convencido de que la trotskysta o, mejor, la del PTS, es la mejor opción? ¿Qué evidencias apuntalan esta creencia?


Para concluir: a mi juicio toda estrategia revolucionaria en el interior de estados capitalistas democráticos consolidados y fuertemente urbanos implica la lenta y trabajosa constitución de un amplio movimiento socialista (cultural, reivindicativo, político) que deberá luchar por ganar posiciones y establecer una serie de reformas que lo consoliden como una fuerza de masas antes de luchar seriamente por el poder y establecer reformas de carácter estrictamente revolucionario. Cómo hacer esto es algo que nadie sabe a ciencia cierta. Hasta ahora, quienes se toman seriamente las reformas y las rivindicaciones inmediatas terminan usualmente olvidándose de las perspectivas revolucionarias, en tanto que quienes se mantienen leales a la revolución desarrollan un accionar poco constructivo en lo reivindicativo e impotente para cualquier reforma (sin embargo, era Lenin el que decía que las reformas eran algo demasiado importante para dejarlo en manos de los reformistas).

Yo no se si estos dos cabos podrán ser atados. Pero no veo cómo podríamos hacer una revolución si no se anudan. Tratar de anudarlos, claro, entraña una estrategia y una concepción política muy diferente a la de la tradición trotskysta, basada en la demarcación política de un partido concebido en términos estrechos, la movilización permanente por entender que no hay estabilización ni reformas posibles, y la espera de ese día en que el pequeño grupo revolucionario aislado en su pureza es finalmente escuchado por las masas.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Ariel te.recomiendo leer clase.partido y direccion de trosky, xq lei qu reivindicas al POUM cómo una corriente reivindicable.

Anónimo dijo...

Y otra cosa además te recomiendo Ariel, que leas Platero y Yo, especialente esa parte donde le dice a Platero que es suave y peludito...

Anónimo dijo...

Concuerdo plenamente con lo que plantea el autor. Puede que esté equivocado, pero de algo estoy seguro: "argumentos" como los utilizados por el comentarista anterior, no serán los que me saquen de mi error. Por lo pronto, dichos "argumentos" vienen bien para ilustrar algunas de las prácticas que Petruccelli critica en su post.

Anónimo dijo...

Qué valentía la de la izquierda... Camaradas, porqué no dan la cara, al menos un nombre trucho... pero esto de firmar Anónimo me parece muy cobarde...

JDM dijo...

Pido a los lectores que si van a comentar se concentren en el contenido del post. Me parece que no corresponde hacer jodas ni chicanas, incluido repudiar a los Anónimos firmando como Anónimo. Slds.

DBR dijo...

Una primer reflexion de una rapida leida, el contenido de conjunto de la posicion de ariel me parece muy de "tiempos de paz". la construccion de una "cultura socialista", si bien no me parece inadecuado en general ya que es absolutamente cierto que esta diezmada, y es parte de nuestras tareas (por ejemplo aca en cordoba estamos haciendo un programa de TV) me parece como que le da una preeminencia destacada, incluso sobre la necesidad de un estado mayor.
Me parece una parte de la discusion de la 2da internacional (preeminencia de la tactica), que no por casualidad tiene en comun con esta epoca 30 años de restauracion.
Para nosotros, los troscos, el partido se vuelve necesidad acuciante cuando la paz termina y deja lugar a la guerra de clase (o mejor dicho, a las epocas de giros bruscos). Por esto ponemos el acento en la construccion de un partido de tipo leninista, fogueado, centralizado democraticamente, que pueda golpear como un solo puño.
Por otro lado, no nos olvidemos que esta "democracia" se "consolido" sobre los huesos y la sangre de centenares de miles de luchadores, sobre todo en el mundo semicolonial. Con esto quiero señalar que la democracia "poscontrerevolucionaria" es todo lo "consolidada" que la situacion y la salud del capitalismo lo permiten. (sino miremos ya, hoy, no hace 70 años, a la secular europa, donde la degradacion de la demcracia ha llegado hasta el punto de sacar presidentes a dedo para suplantarlos por tecnocratas).
En fin, una punta para no idealizar la democracia capitalista en el marco del mayor retroceso de la clase obrera mndial.
Eso, pensar en el marco de la restauracion, para que tiempos mas violentos y menos democraticos no nos encuentren distraidos o perdidos en la rutina de la tactica.

Anónimo dijo...

Coincido con las observaciones de DBR, y agrego un par:
Una primera sobre la concepción de partido. El "amorfo y difuso partido [...] por la revolución socialista" al que se refiere Ariel incluiría como camaradas, por ejemplo, a fracciones del kirchnerismo, al maoísmo vernáculo, al chavismo, al Credicoop y sus brazos políticos. Corrientes que, como se vio repetidamente en la historia, no titubearían en aniquilar físicamente a sus camaradas del difuso y amorfo partido. Definir una posición estratégica sirve también para delimitar los posibles aliados de los potenciales enemigos.
El otro punto que quería observar es sobre las supuestas mejoras que puede ofrecer el capitalismo. En primer lugar, algo que cualquier revolucionario debería tener en claro es que el capitalismo sólo ofrece explotación, opresión y violencia. Cualquier "mejora" dentro del modo de producción burgués es arrancada a la burguesía por la lucha, nunca es "ofrecida". Y en segundo lugar, los revolucionarios también sabemos que la burguesía recupera por un lado lo que cede por el otro. La única forma de sostener en el tiempo las conquistas de la clase obrera -ni hablar de avanzar más- es derrocando a la burguesía y tomando el poder para transformar la sociedad.