Ya vamos llegando al final de esta faena un tanto pesada. La Octava Lección condensa lo que se podría denominar el núcleo del debate estratégico del libro de Aricó, que para ser estratégico, es muy teórico, pero eso mismo es parte de la discusión. No es mi deseo ser muy repetitivo, así que acerca del enfoque más general en que Aricó encuadra el pensamiento de Gramsci, me remito al post sobre la lección Séptima, a otro más viejo sobre el lenguaje "militar" de Antonio Gramsci y a este artículo de la revista Lucha de Clases, en que realizamos una lectura crítica de las hipótesis estratégicas de los Cuadernos de la Cárcel y de las formulaciones estratégicas de Portantiero y Aricó. En estos trabajos están abordados distintos aspectos tomados por Aricó en la Lección Octava y por eso este post será un poco más breve que los anteriores.
Para la discusión específica, hay dos recortes que veo necesarios para la discusión de este capítulo. Uno tiene que ver con el cruce que hace Gramsci entre estrategia y teoría de la política (o ciencia política), que es retomado por Aricó como un punto de fortaleza de la elaboración del comunista italiano, que para sintetizar habría abordado la cuestión estratégica desde un desarrollo propio de la teoría marxista de la política. El otro tiene que ver con la fundamentación que proporciona Aricó de la teoría de la hegemonía, ligada a la cuestión de las alianzas de clases y del carácter de clase del partido, aunque según él no se limite a esa cuestión sino a la constitución de una dirección intelectual y moral más de conjunto.
En el primer aspecto, más allá del nivel de acuerdo que tengamos o no con Gramsci, es cierto que este reflexiona, desde el punto de vista teórico, con mayor énfasis en la cuestión de la política como ciencia autónoma y diversos aspectos de sus reflexiones sirven para pensar las características del Estado en la época del imperialismo. Asimismo intenta fundamentar esta reflexión en una interpretación de la teoría de la hegemonía de Lenin. Sin embargo, el déficit de Gramsci consiste en que estos desarrollos teóricos se dan en un contexto en cual Gramsci realiza una hipótesis sobre la guerra de posiciones, que en cierto modo elude el balance concreto desde el punto de vista estratégico de las experiencias de la Internacional Comunista durante los años '20 y '30, en las cuales Gramsci tendió alinearse con Zinoviev primero (V Congreso, donde Gramsci pensaba que Brandler que había suspendido la huelga general en Alemania porque la socialdemocracia le hizo Buuuhhh! era un ... ¡¡¡golpista!!!) y con Bujarin-Stalin después (carta al CC del PCUS, en la que hace críticas a los métodos de la fracción predominante pero defiende sus posiciones). Esta coexistencia de tan disímiles elementos en el pensamiento de Gramsci se expresa, como dijimos en "La revolución diplomatizada", en la contradicción entre la productividad de su teoría política y los límites de sus hipótesis estratégicas.
Respecto del segundo aspecto, la línea de argumentación de Aricó va hacia el planteo de que un partido con predominancia de la clase obrera tiene que ser por fuerza obrerista y sindicalista y no puede ser "hegemónico", de esta forma rehabilita la teoría de los partidos bipartitos obreros y campesinos de Bujarin y Stalin, que ya en la Lección Quinta le había adjudicado erróneamente a Lenin. Desde esta óptica, la hegemonía no consiste en la jefatura de la clase obrera dentro de una alianza obrero-campesina u obrero popular, sino en la dirección del partido sobre un bloque de clases unido por una perspectiva cultural-intelectual y moral socialista, pero sin predominio social y político de la clase trabajadora. Por eso Aricó considera un paso adelante el VII Congreso de la Internacional Comunista que vota la línea de Frentes Populares y gobierno de frente único con la burguesía democrática.
Por último, que esta interpretación no es un invento de Aricó. Como planteamos acá: su lectura [la de Gramsci] de la “hegemonía” en la URSS está teñida de un sustituismo que reemplaza la dominación de la clase por la del grupo dirigente.
Esto es lo que planteó cuando sostuvo en 1926 que el proletariado tenía que sostener su dominación política al precio de mantener una posición social de clase subordinada, para defender la Neo-NEP de Bujarin y Stalin, lo cual sigue defendiendo en los Cuadernos de la Cárcel, cuando dice que la Oposición tenía una programa que llevaba al industrialismo y el bonapartismo. Cuando se posiciona de esta forma, el punto de vista dialéctico por el cual la clase obrera como clase dominante tiene que mantener su dominación política a costa del sacrificio de intereses económico-corporativos, se invierte transformándose en que el partido para mantener la unidad del grupo dirigente tiene que hacer concesiones a los campesinos contra la clase trabajadora. Gramsci pierde de vista que la centralidad de la clase trabajadora no puede ser solamente la del partido que tiene supuestamente el punto de vista de la clase trabajadora, por lo cual la cuestión de fortalecer las posiciones sociales del proletariado al interior de la URSS era un problema candente, como señalaba la plataforma de la oposición conjunta [...]
Si bien Gramsci no dio el paso de liquidar la centralidad de la clase obrera, como hicieron los socialdemócratas y demócratas de izquierda, su posición política sobre la URSS, que después elevó a teoría en los Cuadernos tiene un denominador común con esas posiciones.
Volviendo ahora a pensar sobe el tema, creo que el sustituismo al que hacía alusión en el post citado es en realidad un aspecto secundario de una concepción más amplia en la cual el desplazamiento parcial de la centralidad de la clase obrera en función de sostener la alianza "hegemónica" tiene como fundamento una concepción de la hegemonía que se emparenta con la de "política nacional", por la cual el problema de la alianza obrero-campesina se concibe como más importante que el de la centralidad obrera, mientras para Trotsky una era impensable sin la otra.
Desde esta óptica de enfrentar hegemonía "socialista" con hegemonía de la clase obrera, Aricó construye una "teoría de la revolución" en la cual el problema de la lucha por el poder se diluye en una imagen más amplia de "conquista del poder", por la vía de un proceso de construcción de hegemonía en el que la lucha por una dirección intelectual y moral de las masas desplaza la cuestión estratégica. Igual que Portantiero tiende a una teoría del socialismo sin revolución.
Esto es lo que planteó cuando sostuvo en 1926 que el proletariado tenía que sostener su dominación política al precio de mantener una posición social de clase subordinada, para defender la Neo-NEP de Bujarin y Stalin, lo cual sigue defendiendo en los Cuadernos de la Cárcel, cuando dice que la Oposición tenía una programa que llevaba al industrialismo y el bonapartismo. Cuando se posiciona de esta forma, el punto de vista dialéctico por el cual la clase obrera como clase dominante tiene que mantener su dominación política a costa del sacrificio de intereses económico-corporativos, se invierte transformándose en que el partido para mantener la unidad del grupo dirigente tiene que hacer concesiones a los campesinos contra la clase trabajadora. Gramsci pierde de vista que la centralidad de la clase trabajadora no puede ser solamente la del partido que tiene supuestamente el punto de vista de la clase trabajadora, por lo cual la cuestión de fortalecer las posiciones sociales del proletariado al interior de la URSS era un problema candente, como señalaba la plataforma de la oposición conjunta [...]
Si bien Gramsci no dio el paso de liquidar la centralidad de la clase obrera, como hicieron los socialdemócratas y demócratas de izquierda, su posición política sobre la URSS, que después elevó a teoría en los Cuadernos tiene un denominador común con esas posiciones.
Volviendo ahora a pensar sobe el tema, creo que el sustituismo al que hacía alusión en el post citado es en realidad un aspecto secundario de una concepción más amplia en la cual el desplazamiento parcial de la centralidad de la clase obrera en función de sostener la alianza "hegemónica" tiene como fundamento una concepción de la hegemonía que se emparenta con la de "política nacional", por la cual el problema de la alianza obrero-campesina se concibe como más importante que el de la centralidad obrera, mientras para Trotsky una era impensable sin la otra.
Desde esta óptica de enfrentar hegemonía "socialista" con hegemonía de la clase obrera, Aricó construye una "teoría de la revolución" en la cual el problema de la lucha por el poder se diluye en una imagen más amplia de "conquista del poder", por la vía de un proceso de construcción de hegemonía en el que la lucha por una dirección intelectual y moral de las masas desplaza la cuestión estratégica. Igual que Portantiero tiende a una teoría del socialismo sin revolución.
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