En su último post Juan ha dicho una serie de cosas muy interesantes y, en un sentido, no tengo pruritos en reconocer mi acuerdo parcial. Buena parte del post, por ejemplo, consiste de "despegar" al PTS de otros partidos trotskystas, y en esto le doy la diestra. Evidentemente, si de burocratismo, sectarismo y "derrumbismo" se trata, el PO es muchísimo más derrumbista, burocrático y sectario que el PTS. Tampoco tengo problemas en reconocer que el PTS ha hecho interesantes trabajos sindicales en muchos sitios, aunque no en todos. Como ya lo charláramos personalmente al menos en un par de ocasiones: yo creo que el balance de la actuación de su partido en Zanón es ampliamente positivo. Pero la actuación en Aten, por el contrario, me ha parecido en general muy equivocada, aunque no necesariamente peor que la de otros partidos, como el PO (lo cual ha tenido obvios costos en su capacidad de inserción en ese sindicato) Pero la discusión de qué hizo cada quién en qué lugar y momento es inagotable y, creo yo, poco conducente. Así que me voy a concentrar en los dos aspectos teóricamente más relevantes, al menos a mi juicio, de lo escrito por Juan. El primer aspecto, que trataré muy sumariamente, es el de los vínculos entre sufragio universal e instituciones sovietistas. El segundo, que abordaré algo más extensamente, tiene que ver con la caracterización de la situación en que estamos.
Yo creo que el sufragio universal es irrenunciable: un ciudadano/a, un voto. Digo esto porque en la primer constitución soviética había una clara discriminación contra los campesinos: la población rural estaba abiertamente sub-representada. En fin, sería bueno que nos aclararan si quienes no trabajamos en un gran centro fabril tendremos derecho a voto o en qué condiciones. Por lo demás, yo no veo tan incompatible la ciudadanía universal con formas de democracia directa a nivel de los centros de producción. Lo que no veo con buenos ojos es el pensar que se puede estructurar, de arriba abajo, un sistema de delegados de delegados de delegados elegidos sucesivamente desde las instancias más bajas a las más altas. Para administrar una economía y un país entero (no digamos ya el mundo) esto es engorroso y, lejos de favorecer la transparencia democrática, creo que la destruye: ¿qué vínculo hay entre el delegado que cada obrero votó en su lugar de trabajo y las máximas autoridades elegidas a lo largo de una escalera de congresos cada vez más indirectos? Por eso entiendo que la históricamente más bien anómala y rápidamente frustrada experiencia de los sóviets rusos no puede ser tomada a la ligera. Los sóviets fueron una excelente institución para la lucha revolucionaria, pero una base absolutamente inadecuada para gobernar un país. Y por eso el propio gobierno "soviético" encabezado por Lenin los desmanteló muy rápidamente, e incluso terminó reprimiendo a quienes se tomaron demasiado en serio la idea de que se podía administrar un país en base a los sóviets.
Pero el punto que juzgo más importante es el de la caracterización de la etapa en que nos encontramos. Juan es muy claro al respecto: estamos en una etapa de crisis, guerras y revoluciones. Pues bien, a mi me parece una definición o bien vacía, o bien incorrecta. Cierto tipo de crisis cíclicas son inherentes a la economía capitalista, por consiguiente se puede decir que desde hace siglos vivimos en una etapa de crisis. Con las guerras estamos peor: me sorprendería hallar un sólo año, desde los tiempos de Sargón de Akad para acá, en el que no haya habido una guerra en algún lugar del mundo. Y la cosa poco mejora si de revoluciones se trata: en el siglo XVIII tenemos la revolución de las 13 colonias Norteamericanas, la revolución haitiana, la francesa ... la revolución gloriosa inglesa es incluso anterior... En el siglo XIX tenemos la marejada de las revoluciones independentistas en latinoamérica, las revoluciones de 1848, la Comuna de París de 1871, la revolución de los Tai Ping en China, etc. En el siglo XX ni hablar. En un sentido, pues, podemos decir que vivimos una época de guerras, crisis y revoluciones desde al menos el siglo XVII. Pero es obvio que, si adoptamos esta perspectiva, entonces el incesante trabajo de la estrategia que Juan reivindica no tiene ningún sentido. Estamos en la misma etapa desde hace siglos, y deberemos seguir haciendo lo mismo. ¿Qué sucede si damos al término un contenido más preciso? Bueno, creo que corresponde a quienes creen que vivimos en una etapa de crisis, guerras y revoluciones exponer cuál sería ese contenido. Pero podemos tomar un atajo.
Tradicionalmente se consideró que la etapa iniciada en 1914 y que continuaba siendo en cierto modo semejante a la muerte de Trotsky, en 1938, era justamente una etapa de crisis, guerras y revoluciones. Pues, bien, yo sostengo que hoy en día vivimos en una etapa completamente distinta. Pruebas al canto. Empecemos por las crisis: ya dije que ciertas crisis son inherentes al capitalismo, pero su forma, su magnitud y sus efectos pueden cambiar mucho. Pues bien, aprincipios del siglo XX la crisis no era sólo económica, sino total. Por ejemplo, la crisis iniciada en 1929 provocó en menos de un año un verdadero dominó de golpes de estado, cambios de gobiernos por medios no-constitucionales, intentos revolucionarios, ascenso del fascismo, etc. A principo de los años treinta las democracias liberales se habían convertido en casi una anomalía: el grueso de los estados eran o bien colonias, o bien estados independientes con regímenes fascistas o dictaduras militares (más la enorme URSS con su régimen de partido único). Hoy el panorama es el inverso. La crisis iniciada en 2008 sólo condujo a crisis políticas equiparables a las de los años 30 en Medio Oriente. No va mejor la cosa en el terreno de las guerras. En la primera mitad del siglo XX se vieron envueltos en conflictos bélicos de alta intensidad casi todos los estados capitalistas más industrializados, y los combates principales se desarrollaron en sus territorios. ¿Dónde ocurre hoy algo parecido? ¿Se puede trazar un signo igual entre las guerras coloniales de Afaganistán o Irak con la Segunda Guerra mundial para así concluir que estamos en la misma etapa de crisis, guerras y revoluciones? Y justamente, las revoluciones: en la primera mitad del siglo XX hubo una seguidilla de revoluciones que, mal que bien, expropiaron a la burguesía. Después vino una parate portentoso; con Cuba quizá como la única excepción indubitable (los sandinistas nicaragüenses fueron a medias). ¿Dónde están, pues, las revoluciones en las últimas décadas? (Los procesos de Medio Oriente, me parece que está bastante claro, no tienen ningún componente socialista: buscan más bien tener regímenes políticos semejantes a los que ya se han generalizado en el resto del mundo ... y las revoluciones de 1989-91 desembocaron en restauraciones capitalistas e instauraciones de democracias liberales). No es del todo incorrecto hablar de que vivimos en medio de crisis, guerras y revoluciones, pero es fundamental comprender qué tipo de crisis, qué modalidades de guerras y que vías revolucionarias están hoy abiertas. Y entiendo que, en todos estos sentidos, el mundo contemporáneo es muy distinto al de principios del siglo XX.
Creo que acá está la esencia de nuestras discrepancias. Juan piensa que la etapa histórica es básicamente la misma que Trotsky tenía ante sus ojos en 1938. Yo pienso que estamos en una etapa completamente distinta y que, por ende, las estrategias políticas deben ser necesariamente otras.