martes, 8 de noviembre de 2011

Argentina: apuntes sobre la situación política

Llegando los diez años de las jornadas del 19 y 20 de Diciembre de  2001 (¡éramos tan jóvenes!), es un buen momento para pensar las contradicciones de la situación política actual, partiendo de algunos elementos de balance retrospectivo e hilvanar alguna hipótesis sobre lo que viene o puede venir. Continuamos con este post la reflexión abierta a propósito del balance de las elecciones nacionales y los debates relacionados.

Si tomamos como referencia la crisis que desalojó al gobierno de De la Rúa e hizo saltar por los aires el régimen bipartidista surgido de la caída de la dictadura con los dos grandes partidos que los milicos preservaron (PJ-UCR), el kirchnerismo fue el agente de una Gran Política burguesa de recomposición de la autoridad estatal en las condiciones de crisis orgánica (combinación de crisis económica por inviabilidad del régimen de la convertibilidad y crisis política por separación de las clases medias del partido radical y más en general por desagregación del bloque de clases que había sido base de la década menemista), para lo cual se propuso terminar de retirar a las masas (o lo que quedaba de ellas) de las calles, presentando su política como "realización" por arriba de las demandas del 19 y 20 y más en general como realización de las demandas de movimientos disruptivos como el de DDHH que habían metido el dedo en la llaga de la democracia post dictadura.

Trazo grueso, se pueden distinguir tres momentos del kirchnerismo. Una primera etapa "decisionista", encarnada por NK, que partió con el 22% de los votos y mediante iniciativas políticas que lo ubicaron en un espectro peronista de centroizquierda logró represtigiar la figura presidencial como institución clave de la democracia capitalista argentina y crear una base en los sectores medios progresistas, a la vez que el contexto de recomposición económica creado por la devaluación, permitió a las distintas fracciones capitalistas hacer grandes negocios, generando una gran  unidad burguesa, a pesar de las diferencias con el "estilo K". En esta etapa fue cuando el kirchnerismo se caracterizó más claramente como un gobierno de desvío respecto del "que se vayan todos". 

En segundo lugar, con la asunción de Cristina se abrió un momento de hibridación entre los inicios de  una etapa "cívica" (más "institucional") no consumada por la "crisis del campo" que hizo morder el polvo al gobierno en las legislativas del 2009 y dio lugar a la  contraofensiva "cultural" (ley de medios, matrimonio igualitario, discurso contra Clarín, 678, su ruta) con la cual el gobierno buscó recomponer la iniciativa, junto con las celebraciones del Bicentenario. El mejoramiento de las perspectivas económicas del 2010 (que bajaron la tensión en el "frente sojero"), permitieron al gobierno recuperar base, pegando un salto en este sentido luego de la muerte de NK y sus  masivos funerales, que crearon las condiciones para la etapa actual, la cual se caracteriza por el peso político semi excluyente del oficialismo y la crisis económica internacional que empieza a meter la cola en la Argentina.

Desde el punto de vista del proceso de recomposición de la autoridad del estado, creo que hoy es el momento de mayor recomposición de la autoridad estatal, no porque la gente cruce las calles por las esquinas y salude con una sonrisa a los policías (que tienen un importante desprestigo), sino porque la idea de que el estado debe jugar el rol de "redistribuir" se hizo de masas y por otra parte se han represtigiado dos instituciones claves que son la figura presidencial y la institución del sufragio, que juega un rol de legitimación plebiscitaria de aquella. Mientras los kirchneristas de izquierda alertan sobre que al oficialismo "no le sobran movimientos sociales", lo cierto es que ese rasgo es una contradicción inherente a la dinámica normalizadora y restauradora del oficialismo, debilidad que intenta contrapesar con el peso de la figura de  Cristina y millones de votos. 

En este contexto, el déficit de que no existe un sistema de partidos estable (ni las famosas coaliciones de centroderecha y centroizquierda de la "trasversalidad" ni el renovado bipartidismo de la "Reforma política") ha sido piloteado por el gobierno ocupando el espacio político que la oposición no puede ocupar, transformándose en un problema secundario en lo inmediato, apareciendo un régimen político PJ-dependiente y con rasgos bonapartistas. A esto agregaría que cuando se dice que la ausencia de un "sistema de partidos" estable es un déficit estratégico para la burguesía (lo cual es cierto) es importante no olvidarse de que el "sistema de partidos" dominante entre el '83 y el 2001 consistía en una combinación del peronismo como partido con "voluntad de poder" y de los radicales como partido republicano pero que "no sabe gobernar"  (no terminaron ninguno de sus dos mandatos), con lo cual la "estabilidad" y "alternancia" del régimen político bipartidista en la Argentina tuvo y tendría  muy poco que ver con la de un régimen consolidado del tipo demócratas y repúblicanos yanquis.
 
Sin embargo, esta aparente solidez política, además de la propia inestabilidad del "armado" en que se sostiene Cristina (feudales de las provincias, intendentes mazorqueros y burócratas sindicales gangsteriles, frente a los cuales los de La Cámpora son unos nenes de mamá que invocan el carácter, más que discutido, de "dueños de la pelota"), ya está siendo puesta a prueba por las repercusiones de la crisis económica, frente a la cual el techo del 18% al salario aparece como una medida en evidente consonancia con el interés empresario. La persecución a los luchadores obreros y populares, como con la megacausa de la Panamericana es una política de Estado en este sentido.
 
De esta forma, la situación económica, que en 2003 creó las condiciones de estabilidad necesaria para la política de recomposición del régimen llevada adelante por el kirchnerismo, parece estar jugando hoy en el sentido contrario: pone en crisis los resultados de esta política restauradora que ubicó al oficialismo en el centro del espacio político y creó un conformismo social de masas. Desde este punto de vista, el régimen político parece sometido a un trabajo de Sísifo: cuando empezaba a disfrutar las mieles de una contradictoria "normalidad", la crisis comienza a empujar hacia abajo la piedra una vez más, transformando el "ciclo K" en un interregno entre dos crisis.
 
En última instancia, las condiciones de estabilidad del régimen democrático-burgués en la Argentina están sujetas a un delicado equilibrio, en el que intervienen la relación de fuerzas  entre la clase trabajadora, el imperialismo y sus socios locales por un lado y las relación entre la economía mundial y el rol de la Argentina en la división internacional del trabajo  por el otro, equilibrio inestable que moldea las formas políticas predominantes. 

Con lo cual, la actual "hegemonía" kirchnerista puede transformarse en una nueva "crisis del Estado en su conjunto" en un futuro cercano, en función de lo cual abarcaremos el análisis de la situación de la clase trabajadora y los debates estratégicos de la izquierda en un próximo post.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No es gran cosa mi editorial , pero creo que deberiamos preguntarnos porque la historia siempre se repite y por algo sera no ? , les dejo esto y mil gracias
http://blogsdelagente.com/jaker2ilustrado/

jaker2