Mi anteúltimo post, que subí también al blog del IPS (del que formo parte), generó varias discusiones entre compañeros simpatizantes del FIT que no integran ninguna de las organizaciones que lo conforman y no les cierran los términos del debate.
En el blog del IPS intenté responder a dos objeciones que eran centrales en los argumentos de los amigos que hicieron sus comentarios: una si el debate no era un poco forzado y la segunda, cuál es la importancia en la actualidad de retomar el pensamiento estratégico de la III Internacional en sus cuatro primeros congresos (y de la IV Internacional antes de su división, agrego).
Sin embargo, me quedé pensando que desde cierto punto de vista, la falta de debates estratégicos desde hace muchos años ha generado una suerte de "posicionalismo absoluto" (término utilizado polémicamente por Trotsky en sus escritos militares), entendiendo este como una concepción que da por hecho que la estrategia de toma del poder por la clase obrera ha quedado superada y lo más que queda por hacer es ocupar espacios políticos o sindicales, acompañando esto de propaganda socialista. Ojo que no me refiero a las ideas de ninguna corriente en particular, sino a una suerte de "espíritu de época" dado por las condiciones de derrota impuestas a la salida de los '70, con las subsiguientes décadas de neoliberalismo, etc. Incluso los autonomistas, que en el 2001-2003 llamaban a "crear una esfera pública no estatal" comparten esta lógica desde los márgenes del sistema y por eso muchos de ellos se acercaron después a los "gobiernos progresistas" (el propio Toni Negri lo hizo).
Desde cierto ángulo, uno de los últimos debates de estrategia que se planteó en nuestro país fue el que llevaron adelante los gramscianos argentinos a la salida de los '70 y principos de los '80 desde el exilio mexicano. En particular Juan Carlos Portantiero, con los Usos de Gramsci, en una suerte de "reflexión desde la derrota", si bien intenta ligar a Gramsci con Mao Tse Tung y la guerra prolongada, codifica la concepción de la guerra de posiciones como una estrategia alternativa a la estrategia bolchevique de toma del poder por la clase obrera.
Me permito citar un poco abusivamente un artículo que se puede leer completo acá y que critica la interpretación contraria de lo que comentábamos hace unos días sobre el legado de la Internacional Comunista:
(...) Portantiero sostenía que Gramsci había sido el único marxista que comprendió las mutaciones del poder estatal burgués durante los años ‘20 y ‘30. Frente al desafío de la revolución rusa, el capitalismo respondía con una “revolución pasiva” que tenía en la República de Weimar su expresión política y en el fordismo-americanismo su expresión industrial-cultural. En ese contexto, para Portantiero, Gramsci fue el único que desarrolló hasta el final las consecuencias de la política del frente único, adoptada por la III Internacional en 1921: “Nuestra propuesta implica ver a su obra como el testimonio ideológico y político de una estrategia de largo alcance para la conquista del poder; como el desarrollo más consecuente de las hipótesis planteadas en el III y en el IV Congresos de la Internacional Comunista (1921 y 1922), que supone la revisión primera de los planteos clásicos de ‘toma del poder’, inscritos en la acción de los bolcheviques en 1917. Revisión que en otras condiciones Mao realizará en los hechos y que en su desarrollo incluye, además, otras modificaciones sustantivas: no jacobinismo de los partidos, formas diferentes de plantear la relación entre espontaneidad y consciencia, vigorización de la autonomía de los ‘movimientos de masas’ frente a las ‘vanguardias políticas’ , necesidad de análisis pormenorizados de cada sociedad nacional como sistema hegemónico particular.”
Portantiero señalaba que la unidad del pensamiento de Gramsci no está dada por tal o cual concepto sino por una concepción sobre la revolución y la estrategia para llevarla al triunfo. En ese contexto, Portantiero planteaba que la apuesta estratégica de Gramsci pasa por el “diseño de una estrategia no reformista ni insurreccionalista de la toma del poder”.
“¿Cuál es esa estrategia política? –continúa. Él mismo la define, en términos militares: la de la ‘guerra de posiciones’, como alternativa frente a la ‘guerra de maniobras’. Gramsci reflexiona el pasaje de una a otra, a partir de la terminación del ciclo de ofensiva revolucionaria que vivió Europa entre la Primera Guerra Mundial y –para dar una fecha indicativa– el fracaso de la insurrección alemana de marzo de 1921. Detrás de esa derrota se acumularon varias: en Alemania en 1919 y 1921, en Hungría en 1919, en la propia Italia en 1921 y en Varsovia ese mismo año, cuando el ejército rojo es detenido frente a la capital polaca y obligado a retroceder.”
(...)
Según el argumento de Portantiero, desarrollar consecuentemente las conclusiones que se desprenden de la política de Frente Único implica revisar “los planteos toma del poder”. Veremos que esta posición implica transformar la táctica en estrategia. Es decir, renunciar a la estrategia a favor de la táctica, lo cual significa formar parte por omisión de la estrategia de los aliados/adversarios. Pero antes, recapitulemos un poco.
La Internacional Comunista hizo, efectivamente, un viraje político en función de un hecho evidente. Los intentos revolucionarios en Europa Occidental habían sido derrotados porque la socialdemocracia se había ubicado como garante del orden burgués, pero la debilidad de los partidos comunistas no les había permitido a los mismos modificar las relaciones de fuerzas. En ese contexto, la política del Frente Único apuntaba a la conquista del poder, previa conquista de las masas, a partir del llamado a la socialdemocracia para la lucha en común por las reivindicaciones de la clase obrera. Esta política apuntaba a unir las filas obreras ante la situación de retroceso y a la vez acelerar la experiencia de los obreros con su dirección reformista.
En sus intervenciones en defensa de las tesis de Frente Único, Lenin señalaba que en Rusia la guerra imperialista había acelerado la preparación de la revolución, permitiendo a los bolcheviques ganarse a las masas, condición todavía no alcanzada por los comunistas de occidente. En este sentido, la política de Lenin se desmarcaba de los ultraizquierdistas que llamaban a pasar a “la ofensiva” cuando la situación de la lucha de clases era de retroceso y los partidos comunistas de Europa Occidental eran débiles todavía en el movimiento obrero. Haciendo omisión del debate real desarrollado en el III Congreso de la Internacional Comunista, Portantiero amalgamó las posturas “ultraizquierdistas” con la estrategia bolchevique de toma del poder por la clase obrera y opuso esa amalgama al Frente Único, cuando fue el mismo Lenin quien defendió la política de Frente Único contra los ultraizquierdistas.
Ahora bien, ¿es correcta en términos teóricos la contraposición entre Frente Único y estrategia bolchevique? ¿En qué sentido el Frente Único puede ser una nueva estrategia que reemplace a la de toma del poder por la clase obrera? Para abordar este debate es necesario señalar que el Frente Único no sólo se da en situación de lucha defensiva de los trabajadores. Tomemos el ejemplo de la revolución rusa, que es la madre de la estrategia bolchevique. Los soviets son una institución de frente único de la clase trabajadora abierta a todas sus tendencias políticas. Su existencia marca el surgimiento de una situación de dualidad de poderes entre el poder burgués y el naciente poder obrero.
Sin embargo, el frente único por sí mismo no puede resolver el problema de quién detenta el poder del Estado, dado que en la clase obrera conviven tendencias políticas reformistas y revolucionarias y por ende distintas estrategias. Por eso, entre febrero y octubre los soviets fueron conciliadores con el poder burgués bajo la dirección de los mencheviques y los eseristas y sólo se dio la toma del poder por la clase obrera cuando los bolcheviques ganaron la dirección de los soviets. Es decir, ni la forma más avanzada, ofensiva y radicalizada de frente único puede remplazar la tarea de un partido revolucionario, es decir, el frente único no remplaza a la estrategia bolchevique, así como la dualidad de poderes no garantiza el triunfo del poder obrero.
Pasando en limpio, el Frente Único es una parte fundamental de la política marxista, porque hace a la conquista de las masas trabajadoras que todavía no ven a la izquierda revolucionaria como su dirección política (y acá me refiero a frentes únicos que pueden ser mucho más amplios que el FIT pero también al FIT).
Sin embargo, el Frente Único por sí mismo no resuelve el problema de desplegar un pensamiento estratégico, que permita que las huelgas y conflictos parciales sean tomados como "escuelas de guerra" previas al desencadenamiento de la "guerra de clases misma", donde como dice Trotsky, "la guerra civil constituye una etapa determinada de la lucha de clases, cuando ésta, rompiendo los marcos de la legalidad, viene a ubicarse en el plano de un enfrentamiento público y en cierta medida físico, de las fuerzas enfrentadas". Desde ya que hoy no estamos ni cerca de lo descrito por Trotsky, pero no tiene sentido renunciar a la preparación estratégica en aras de los límites de la coyuntura política.
Volviendo a la actualidad, aunque el FIT sea una política defensiva contra la proscripción electoral y no la antesala de la toma del poder por el proletariado, creo que no sólo es pertinente el debate estratégico, sino que las propias "operaciones aisladas" que podamos desarrollar desde el FIT deben buscar apuntar a necesidades estratégicas (por ejemplo la defensa de los delegados perseguidos con causas penales y juicios de desafuero) para defender las posiciones conquistadas, como punto de partida de futuras acciones de mayor envergadura.