domingo, 19 de junio de 2011

Otra vez sobre El Gran Pez

Si bien el día del padre es una fecha impuesta claramente por el enemigo de clase, lo cierto es que el día de hoy yo hubiera llamado a mi viejo para saludarlo. Mi viejo, atendiendo a ultranza la etiqueta masculina tradicional, me hubiera dicho que estaba mucho mejor, que le dolían menos las piernas y que todos los días caminaba un poco, en vez de decirme que se sentía para el orto y que lo que menos quería era caminar.

Un día como hoy se me vienen a la cabeza montones de momentos compartidos con él, como cuando me trajo una ametralladora de juguete después de mi primera visita al quirófano a los 6 años, cuando jugábamos al fútbol en el parque Lezama y me decía que los mejores jugadores eran los brasileros, cuando vimos los goles de Maradona a los ingleses y después cuando nos afanaron el mundial '90,  cuando vimos una pelea vergonzosa del roña Castro contra Terry Norris, cuando contaba sus viajes y decía que Istambul era una bella ciudad pero los turcos eran "hirsutos", cuando se le iluminaba la cara hablando del Quijote, cuando fuimos a ver al Select Lavalle "Infierno Rojo" y "Ninja Americano" en continuado, cuando decía "los entrerrianos somos corajudos" y me mostraba una epecie de nudillo enorme que armaba con la falange del dedo mayor.

Mi viejo fue mi viejo, pero sobre todo fue un gran misterio. Siempre quedaba algo por fuera del relato conocido, que yo sospechaba que seguramente era lo más interesante. Tuvimos oportunidad de conocernos bastante, de todos modos. Y no me quejo. Solamente le reprocho un poco haberme dejado en el incómodo lugar del hombtre de la familia, función para la cual tengo nula capacitación. Una vez más, me preparó para el ritual iniciático, pero no me dio la receta para atravesarlo.

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