Los últimos giros políticos de Cristina Fernández son festejados por algunos de sus adherentes, como una buena señal de que escuchó "el mensaje de las urnas". Las medidas económicas (suba coyuntural del mínimo no imponible), la especie de "glasnost" política concediendo largos reportajes televisivos (primero a Brienza y ahora a Rial), así como la "apertura" a reconocer el “problema de la inseguridad", son leídas como intentos de retomar la agenda política.
Todo parece indicar que más que una nueva "recuperación" es un plan de retirada en orden, lento, pasivo y no catastrófico, por ahora, por las ventajas de meses con "tasas chinas" un poco infladas por el indek pero generosas, que serían garantía de éxito y envidia de cualquier gobierno. En este caso no mueven el amperímetro para revertir la derrota de agosto, a lo sumo les permite no caer más al fondo.
La realidad es que esta línea de "integración" absoluta del kirchnerismo a la agenda del famoso país normal, con "seguridad" para las "inversiones" (Chevrón) y para la propiedad privada, la familia y el estado (Granados), confirma la decadencia del ciclo y la crisis de este fenómeno peculiar de la política argentina de los últimos 10 años.
Y esta experiencia fue la de un peronismo con ribetes de centroizquierda, que trastocó el sistema político criollo, como manifestación distorsionada y restauradora de la implosión del régimen de partidos y la crisis orgánica que tuvo su punto culminante en diciembre de 2001.
La cuestión es que el giro centroizquierdista del peronismo, el “avatar” kirchnerista, puso en crisis permanente a las oposiciones burguesas de centroizquierda no peronista, que sintieron "expropiadas" sus banderas históricas y limitaron sus críticas a un republicanismo liberal, sin ahorrar apoyos a corporaciones varias (Clarín, “el campo”), expresión de un país “pre-2001”, engendro que tiene su máxima expresión en el UNEN.
Habiendo cambiado las condiciones que le dieron origen, el kirchnerismo comienza su propia decadencia y gira persistemente a la derecha, víctima de los límites de su política restauradora, siguiendo la clásica costumbre de todos los reformismos: abrir el camino a “las derechas”.
Esto abrió una situación particular con una "crisis del espacio de representación de la centroizquierda", en la que el kirchnerismo tiene que abandonar progresivamente ese espectro y la centroizquierda sojera no puede hacerlo propio.
La emergencia del Frente de Izquierda se da con este marco general y tiene sus peculiaridades en las distintas provincias. El fenómeno de Nicolás Del Caño, el dirigente del PTS que encabeza la lista de diputados del FIT en Mendoza es expresión de esta situación.
El ascenso nacional del Frente de Izquierda, del cual el "fenómeno del Caño" es el polo más potente dese el punto de vista político-electoral, pude tener varias lecturas. Una es como manifestación de la crisis-ausencia de centroizquierda (más fuerte en unas regiones que en otras), y por lo tanto interpretado en su aspecto "negativo", como no representación de una radicalización política, sino como una ocupación de un espacio ajeno. Pero, si bien es un hecho que el desarrollo del FIT se da sin lucha de clases, una lectura "positiva" debe tener en cuenta que posibilidades y desafíos abre para la política, el programa y las ideas de la izquierda, la crisis de una opción de "contención" de centroizquierda y la "ocupación" de este espacio por un frente de "extrema izquierda" con partidos que se reivindican trotskystas. Porque la propia crisis de la centroizquierda y el malestar con la política burguesa "tradicional", es también terreno fértil para la izquierda.
También hay un mérito en el Frente de Izquierda, desde su propia constitución, pasando por su ofensiva intervención como una voz de denuncia y lucha en hechos políticos nacionales (luchas democráticas, Proyecto X), así como su participación orgánica en la lucha de clases de las vanguardias que son minorías intensas (ferroviarios, subte, fábricas de la zona norte del GBA), y cuándo esta tiende a generalizarse como en el paro del 20N, donde la izquierda, y sobre todo las corrientes del Frente de Izquierda (y del PTS en particular), fueron protagonistas. Las recientes elecciones universitarias en la principal universidad del país, demostraron también el peso de la izquierda, que responde el fenómeno general, pero también a la indiscutible presencia orgánica en el movimiento estudiantil.
Formados en el underground de los "días de perros" de los '90, no dejan de sorprendernos las repercusiones del “fenómeno Del Caño”. Los “jóvenes” del PD lo atacan por “querer nivelar para abajo como la Cuba de Fidel”, con el resultado de que las burlas a los “gansos” crecen en la misma proporción que la simpatía por el candidato del FIT. Consultores discuten si a Del Caño le conviene responder a estos ataques, si los ataques le suman o le restan votos y analizan la estrategia de campaña del joven trotskista “sin un mango y a pulmón”, que puede quedarse con la banca del peronismo (¡vaya atrevimiento!). Y mientras tanto, la irrupción de la extrema izquierda en la política mendocina (y de conjunto a nivel nacional) es un hecho incontestable, al punto de que se habla de “un trotskista que puede ser la revelación en Mendoza” incluso en medios que ocultaron lo más que pudieron la campaña del FIT.
Y la buena noticia es que, visto a escala nacional, el posible ingreso de Del Caño (quizá como parte una bancada del FIT) al Congreso de la Nación, implicará como planteamos en otras oportunidades, la posibilidad y el desafíos de transformar un “espacio” en “posición”, puesta al servicio de la construcción de una izquierda revolucionaria con la estrategia de crear una alianza obrero-popular bajo la jefatura (hegemonía) de la clase trabajadora, a diferencia de las diversas “nuevas izquierdas” que crecieron y cayeron sin pena ni gloria durante los últimos años y de cuya existencia ni se enteraron los trabajadores.
Fernando Rosso/Juan Dal Maso
Fernando Rosso/Juan Dal Maso
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