martes, 25 de septiembre de 2012

Sobre la izquierda cacerolera y una vieja cita de Gramsci

La mayoría de comentarios en este blog y en el del IPS sobre los cacerolazos de la semana pasada, son  tendientes a apoyar bizarramente (que no es lo mismo que con bizarría) la movida de las clases medias conchetas, con el argumento de que va contra el gobierno (al cual enfrentamos cotidianamente). 

Y digo bizarramente, porque apoyar una movilización en la que se dice al mismo tiempo "basta de inflación" y "Que Argentina no sea otra Cuba", es lo mismo que firmar una declaración que diga "salario igual a la canasta familiar" y "matemos a todos 'los negros' de chiquitos". Los que apoyan el cacerolazo por izquierda ¿le pondrían el gancho? 

No me refiero tanto en este caso a las corrientes políticas, de las cuales acá se toma en detalle el caso paradigmático de IS. Hablo principalmente de lo que se podría denominar un sector "independiente", que desde el 2001 quedó a la expectativa de que surja algo nuevo, con lo cual pueda a su vez empalmar la izquierda, ve con simpatía al FIT y quisiera ensanchar la base popular de la izquierda. Aunque en cierto modo, los "encuadrados" e independientes que forman parte de esta sensibilidad política un poco extravagante comparten algunos supuestos.

El primero de ellos es una versión libre de la idea althusseriana de un "proceso sin sujeto". Siendo mucho más lento el proceso de recomposición del movimiento obrero y minoritarias (aunque significativas) las posiciones de los clasistas, resulta más fácil agarrarse de fugaces sujetos cualesquiera, que juegan el papel de una especie de comodín con el que se llena un espacio político que la clase trabajadora aún no ocupa, en gran parte por la política de los dirigentes sindicales burocráticos. La izquierda tiene que juntar un poco de apoyo acá y allá y después ampliarse electoralmente, sin importar su "anclaje" social. Mmmmh.... 

El segundo supuesto, relacionado directamente con el anterior: una especie de "sociología de las masas" que reemplaza el punto de vista de clase y pone un signo igual entre la cantidad ruidosa de las capas medias y la calidad de la fuerza social estratégica de la clase trabajadora. Esto va acompañado de una doble operación en la cual por un lado se dice que no es todo lo mismo entre los caceroleros pero a su vez se habla de la potencialidad de las capas medias en general, en lugar de tomar nota que en el mejor de los casos se dividen entre la clase dominante y el proletariado. 

El tercer supuesto es la negativa a pensar críticamente los fenómenos. Así como los partidarios del oficialismo cacareaban que no se podía apoyar el paro de Moyano, porque "le hacía el juego a Scioli", haciéndose olímpicamente los giles respecto de los genuinos reclamos obreros, los amigos de las cacerolas desarrollan un planteo opuesto simétricamente por el vértice y por ende con la misma lógica: como es contra el gobierno, hay que apoyarlo, sin ver cuáles son los planteos predominantes y sin tener en cuenta el contenido social de la movida. 

Repasando estos temas, me acordé de una vieja y conocida cita de Gramsci: 

Si la clase dominante ha perdido el consentimiento, o sea, ya no es "dirigente", sino sólo "dominante", detentadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las grandes masas se han desprendido de las ideologías tradicionales, no creen ya en aquello en lo cual antes creían, etc. La crisis consiste precisamente en que muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo, y en ese interregno ocurren los más diversos fenómenos morbosos [...]  La muerte de las viejas ideologías se verifica como escepticismo respecto de todas las teorías y las fórmulas generales, con aplicación al hecho puramente económico (beneficio, etc.) y a la política no sólo realista de hecho (como lo es siempre), sino incluso cínica en sus manifestaciones inmediatas.

Salvando las distancias, lo cierto es que la "crisis de representación" de los sectores medios otrora referenciados en el partido radical y su consiguiente expresión por la vía de una manifestación sin mediaciones que le den una coherencia discursiva "políticamente correcta", en un contexto, a diferencia del 2001/2002 de bastante conservadurismo y conformismo social, pone a jugar el  "materialismo" tosco del beneficio personal, el cinismo característico de la defensa de la propiedad privada individual y el escepticismo político del que no quiere saber nada con la política "porque a mí nadie me regaló nada" (mientras a los "negros cabeza" el estado los mantiene con planes y subsidios). 

Encaja demasiado bien. 

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