Copio para los amigos unas líneas que llevan por título el de este post. Las escribí pensando en un texto de Baudelaire que se llama "Las Muchedumbres" y forma parte de sus Pequeños poemas en prosa. Me gustaba mucho cuando estaba terminando la secundaria y pensaba entrar a la marina mercante, decisión que aborté cuando me percaté de que para surcar los mares en busca de aventuras primero iba a tener que pasar otros cinco años rodeado de muchachos (el colegio de varones había sido suficiente ilustración para mi gusto) y opté por anotarme en la carrera de Letras, más generosa en población femenina que el oficio de ultramar. Ahora, con otros sentidos de pertenencia, sin dejar de gustarme, lo leo con distintos ojos que aquellos de hace década y media y relativizo su reivindicación de la soledad. Fin del prólogo...
Ir de vacaciones solo es parecido a esos retiros espirituales para "encontrarse a sí mismo". Y si lo que encuentro no me gusta ¿che facciamo? ¿Lo arreglamo' mano a mano? ¿Qué hacer con el silencio de los monjes reivindicado por Baudelaire después de los primeros 45 minutos a partir de los cuales se transforma en bullicio ajeno? El espíritu es vacío, pero mi cuerpo de 80 kilos tiene ciertas dificultades para evaporarse. Después de perderme en el agua y la sal, leer de un tirón todas las novelas de Chandler, atajar una vieja copa con el pie y cenar rodeado de extraños que olvidaron los precintos para maniatar a sus hijos, pienso en lo que mucho que me gustan las caras conocidas y en que eso de poblar la soledad y estar solo en la multitud es puro chamuyo, aunque lo haya escrito un poeta francés con mucha labia.
Después llegaron la Turca y Natacha y no me quejé más.
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