Ayer arranqué las vacaciones. Disfruté de la buena (aunque inquietante) compañía del detective Marlowe y una vez más constaté leyendo El Sueño Eterno que Raymond Chandler era un gran escritor. Retrató con ironía y desprecio las sordideces de las "clases altas" norteamericanas en plena época de prepotencia yanqui.
Al diablo con los ricos, piensa Marlowe, mientras se mete en un lío tras otro, trabajando para esa gente extravagante y sin escrúpulos. Mi desconocimiento casi total del tema me impide afirmar de manera categórica que haya un cierto trasfondo puritano anglosajón en la impugnación por Chandler del reviente de la burguesía decadentista. Algo de eso hay, de todos modos (quizás haya bibliotecas enteras sobre el tema, pero me gusta más la literatura que el análisis de la literatura).
Pero lo más interesante (y a su vez obvio) es que si corremos la vista de las páginas de "Todo Marlowe" a la realidad actual, seguimos en plena época de la novela negra: la violencia gangsteril como continuación del lucro capitalista por otros medios es la mejor prueba de ello. Y esta violencia cruel al servicio de la acumulación de capital por medios ilícitos ha tomado formas cada vez más aberrantes, bien retratadas por John Connolly y Stieg Larsson en novelas como Los atormentados y Millenium.
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