Para nosotros los marxistas, el punto de vista de clase es un criterio fundamental a la hora de delinear alianzas políticas. Desde nuestra óptica, resulta aberrante, por ejemplo, conformar un partido con empresarios o un frente con la Unión Cívica Radical.
Sin embargo, como sabemos que muchos trabajadores/as no comparten nuestro punto de vista, resulta necesario explicitar más claramente, por qué la política de alianzas policlasistas para enfrentar al mal mayor (Sobisch primero y el MPN o sólo su sector sobischista después) lo único que genera es el fortalecimiento de las fuerzas más conservadoras y la integración completa de las fuerzas “progresistas” al status quo dominante.
Tomemos el propio ejemplo del UNE en el gobierno municipal (que puede aplicarse también a Libres del Sur en su defensa de Farizano contra Sitramune). Con el discurso de generar una alternativa política viable al MPN, asumieron un discurso de “cambiar las cosas desde adentro”, mostrando una “gestión responsable que puede mantener el poder de forma estable”, etc.
Este discurso político se completaba con el argumento de que una vez afianzados en el poder, los progresistas irían resolviendo las más sentidas demandas populares, como la necesidad de viviendas, la recomposición salarial, etc. En el relato “progre” esto supone un largo tiempo de gestión de los asuntos públicos hasta crear las condiciones para las soluciones que la gente necesita. Un tierno cuento lineal y evolutivo, pero dudosa realidad.
Sin embargo, como los problemas centrales de la población trabajadora no empezaron ayer, sucede que la gente no tiene tanto resto ni paciencia para esperar la transformación de la larva en mariposa. Las soluciones hacen falta ya. Surgen cosas como la toma del Barrio Confluencia. Aquí el progresista de gestión se enfrenta a un dilema: “Si damos una solución al reclamo generado por la acción directa, luego de este vendrán otros y luego otros más, hasta perderse por completo la autoridad del gobierno. Si pasa esto, probablemente perdamos las próximas elecciones, ni hablar de pensar en la gobernación”. Mejor entonces dejar que el gobierno provincial reprima y le damos unas manos con las topadoras de nuestro municipio, habría que agregar.
Este razonamiento tiene una lógica de hierro: el reclamo popular es una piedra en el camino de la “acumulación de poder”. Pero esta respuesta retrógrada no sólo genera el enojo de la gente que tenía expectativas de cambio, sino también el fortalecimiento de las posiciones más reaccionarias, como ha sucedido con el UNE que terminó en el mismo bando que el gobierno provincial, los sectores más gorilas de las capas medias y los grupos especiales de la policía.
En definitiva, la política de mostrar una “izquierda de gestión” dentro de un frente “republicano”, termina en la defensa del orden dominante, que es la base de sustentación del MPN. Empeñados en demostrar que puede mantener el control de la situación, Farizano y el UNE copian el discurso de derecha del MPN, con lo cual terminan fortaleciendo al mismo enemigo político que supuestamente querían enfrentar. A falta de un nombre mejor, definiremos este proceso como la mecánica regresiva del progresismo. Los trabajadores que han depositado expectativas en el UNE tienen una excelente oportunidad para verlos actuar y sacar sus propias conclusiones.
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