José “Chiquito” Moya, autor de QTH Zanon y otros libros, acaba de publicar Sueños en Rojo y Negro (Ed. Herramienta/Ed. El Fracaso). En esta página, los tramos más destacados de la entrevista que realizamos con él.
Sueños en Rojo y Negro combina el relato policial con la crónica de la lucha de clases ¿Qué puntos de contacto considerás que existen entre el policial negro y la historia argentina reciente?
Sí, fuera de toda pasión política uno podría ubicar todo lo que fue la dictadura en el género policial. Si uno lo mide por las cotas tradicionales y sobre todo de la novela negra norteamericana, hay muertos a raudales, tiros, violencia de todo tipo, un escenario fácil de ser desviado hacia la ficción. Los relatos de este libro se desarrollan no sólo en la dictadura militar, en un sentido amplio, como buen trosko, para mí la dictadura de clases existe aún en plena efervescencia democrática. Yo en esa época decía que le vayan a explicar a mi capataz que ahora estábamos en una etapa democrática, por más que sea preferible un sistema en el que uno puede hablar, aunque poco.
Resumiendo, el género de la novela negra se adapta mucho a este tipo de situaciones.
Los referentes de ese género como Chandler escribían en una democracia, sin golpes militares reconocidos, hablaban sobre lo mismo, el poder reinante, con sus poderosos oficiales y oficiosos, en un escenario donde el capitalismo tenía cuerda para rato.
En el libro hay un límite difuso entre realidad y ficción ¿En tu experiencia de militancia cómo se dio esa relación?
En esa época, militar (hablo del ’76 o ’77) se hacía sobre una dosis no sólo de convencimiento sobre el curso de la historia o la capacidad de recuperación de la clase obrera. Uno podía leer la historia de las viejas revoluciones. Pero hacía falta una dosis, si no de ficción, sí de cierta irrealidad. Porque se vivía un mundo un poco irreal. Uno decía “esto no puede estar pasando”, por ahí el Holocausto no terminó de vacunar a alguno, pero ¿cómo van a incinerar a 6 millones de tipos? Un delirio absoluto.
En este sentido, se entrelazan, se entrecruzan y se necesitan mutuamente, los espacios de realidad y ficción. En un sentido, uno vivía su propia realidad, era una situación tal que no sabías lo que pasaba al lado. El país se fraccionó en “comarcas” según las fuerzas represivas. Habíamos retrocedido a una etapa que
Lo más patético fue el mundial del ’78, la fantasía de que acá no pasaba nada. Y yo fui parte de los que fueron a festejar que
A partir del ascenso del kirchnerismo tomaron impulso los debates sobre los ’70. Para vos ¿Qué es lo que falta en esos debates?
Me indigna que Kirchner salga a presentar al peronismo como el gran resistidor a la dictadura. Salvo que yo haya sido tan, tan clandestino que no me enteré. Lo que me hace mucho ruido es una discusión que abarca al peronismo en su variante Monto, que se puede aplicar también al ERP, es que no hay el más mínimo asomo de una autocrítica de la guerrilla. La guerrilla será un método muy rocambolesco, muy romántico, pero ayudó a fagocitar una camada de cuadros de la puta madre, que son la generación que falta hoy en este país.
Pero supongamos que el matrimonio presidencial es la representación de la generación de los ’70. ¿Cómo resolvieron su relación con la derecha peronista? Muchos de los dirigentes sindicales actuales, fueron impulsores de
Yo tengo otros trabajos que no fueron publicados y que tocan estos temas. Por supuesto que hubo muchos peronistas que resistieron, pero eso no quiere decir que haya habido una organización peronista que resistiera a la dictadura. Incluso las huelgas como las de Ferroviarios y Luz y Fuerza, que fue heroica y los milicos les ponían un soldado por cada trabajador, no se hacían en función de las tres banderas peronistas, sino como trabajadores. La fuerza nuestra estaba muy menguada. El PST tuvo cien caídos por la represión, lo cual no representaba una proporción menor. Pero en todos los lugares donde estuve militando nunca encontré una organización peronista que impulsara aunque sea pintadas contra los milicos.
Vos en la presentación del libro hablaste del fracaso de tu generación. Cuando uno habla de la derrota de los ’70 en términos de un fracaso ¿Hasta dónde es reconocer la derrota y hasta dónde es incorporar el discurso del enemigo?
Yo creo que nosotros perdimos, que no es ningún deshonor haber perdido, pero la peleamos hasta dónde pudimos, con las herramientas que teníamos, en una gran desigualdad de condiciones en un sentido amplio, porque en este país la izquierda no es considerada. Teníamos la obligación moral y política de hacerlo y lo hicimos. En ese sentido no es un fracaso, un fracaso hubiera sido no luchar y decir “vayámonos” (y no lo digo contra los exiliados).
Lo del fracaso llama la atención sobre una suerte de balance. Una vez me encontré con un vago que era de la “pesada” del ERP. Nos sorprendimos porque los dos creíamos que el otro estaba muerto. Y el balance que hacía más o menos es que en vez de 38 había que usar 45…
Hablar del fracaso es llevar a un límite la discusión, porque ellos ganaron. Y nosotros perdimos. Pero por un período, todavía no nos cobramos revancha, pero ahora hay un marco internacional más favorable, una acumulación de bronca, ellos empezaron a retroceder. Yo creo que básicamente la izquierda conocida por mí, que es poca, mucho no cambió. Quiero decir, es importante mantener la tradición, desde el Manifiesto para acá, eso es lo bueno que tienen los partidos revolucionarios. Pero en el último período ¿Qué cosas se incorporaron sobre el fracaso? Yo no lo veo. Yo estaba en el MAS cuando Menem se hacía una panzada, privatizaba, hacía un desastre y para el MAS parecía que no pasaba nada…
Sueños en Rojo y Negro plantea que el objetivo sigue siendo cambiar las cosas ¿Cómo imaginás ese cambio?
El cambio viene por la vía política. Lo que yo imagino es una situación parecida (pero extendida) a la del 19 y 20 de diciembre del 2001. Ese es mi punto de partida. Será una figura metafórica, pero es lo que creo que va a pasar, es más yo le asigno un rango de inexorable a esa situación, por la crisis, por la acumulación de odio, no sólo de la clase obrera, también de la burguesía, como mostró la “rebelión agraria”, apoyada increíblemente por algunos grupos de izquierda. Es inexorable que haya un enfrentamiento y no a palabras precisamente.
Ahora ¿Qué papel cumpliríamos los que hemos luchado por crear los instrumentos para que la clase obrera esté en mejores condiciones? En eso no adhiero más a la idea de que la cosa pasa únicamente por una organización en partido. Me parece que la energía principal de la que disponemos no debiera pasar por la tarea milimétrica y paciente y anónima de construir ese partido. No está de más, no me inscribo en la onda “zamoriana” de que todos los partidos son una basura. Es más, creo que juegan un rol destacadísimo en mantener viva la llama de las tradiciones. Eso me parece bárbaro, pero que se canalice por ese lado, es como querer meter en un vaso una damajuana de
Si este pronóstico fuera cierto, esta resistencia se manifestaría en un montón de cosas. Y yo que me he replegado de la primera trinchera, creo que hay otras y destacadas formas de preparar esa oleada. Yo creo que
Más que Materialismo y Empiriocriticismo…
Seguro (risas). Es un libro de difícil digestión. Yo creo que aún con las imperfecciones que tiene y con sus salidas individualistas, porque escribir es una actividad inactiva, la palabra y la escritura pueden y deben ayudar. Esto no quiere decir volver al realismo stalinista, eso ya lo vivimos y tenemos autoridad para reírnos de ello. Pero sí aportar desde ese lugar, sin caer en reduccionismos. Yo me repliego a esa trinchera, que a veces digo que es la última, pero no sé si es la última y de ahí tiro para el mismo lado que los que están más adelante.
(Entrevistó Juan Dal Maso)
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