miércoles, 10 de diciembre de 2008

El conformismo democrático y la clase trabajadora (A propósito del relato oficial sobre los 25 años de la vuelta de la democracia)


Fervor y decepción

Una tarde del ’83, un colectivo lleno de boinas blancas dobló en alguna esquina del barrio de Barracas, festejando el triunfo del alfonsinismo. Caminábamos con mis viejos por la avenida Montes de Oca. Los patricios custodiaban la Iglesia, dando al vecino una imagen patriótica para un ejército genocida. Vi escrito Triple A en una pared y le pregunté a mi vieja qué era. Me dio una respuesta que debe haber sido suficiente para mis escasos 5 años. Nadie quería hablar mucho de los años previos.

Después vino lo que todos conocemos, el juicio a las Juntas, con su “teoría de los dos demonios”, el austral, los goles de Maradona a los ingleses, la Obediencia Debida y el Punto Final, los paros generales de la CGT. Mientras la escuela primaria nos enseñaba las virtudes de la democracia, la gran decepción con el alfonsinismo estaba en marcha.

Años de perros

Crecimos bajo el menemismo, que introdujo tabiques simbólicos y materiales nada envidiables a los de los milicos, a los que de paso otorgó el Indulto.

Fueron años de degradación social y cultural, retrogradación ideológica y derrotas para la clase trabajadora, años en los que esa clase fue dejada en el arcón de cosas viejas por ciertos intelectuales incapaces de resistir el mal momento. Si a Maradona le habían “cortado las piernas”, la clase trabajadora aparecía inválida por un rato largo por lo menos. Pero hubo manifestaciones de resistencia.

El “progresismo” con su habitual superficialidad, canalizó la bronca de los piquetes y cortes de ruta hacia la prolongación radical-frepasista del menemismo, que explotó en los días agitados de diciembre del 2001.

Entre dos crisis

Las ocupaciones de fábrica empezaron a perfilar un camino de democracia directa, que no había tenido lugar en los imaginarios de los años previos. Zanon marcó el camino de esa potencialidad de la clase trabajadora, uniendo la democracia de base con el sujeto obrero, que faltaba en las asambleas barriales y otras experiencias autogestionarias. Lentamente, empezó a revertirse el sentido común derrotista de las luchas obreras que había primado en todo el período previo.

El kirchnerismo llegó para vestir con nuevos harapos a la democracia capitalista en crisis. Pero más allá de su discurso, su política mantiene continuidad con sus antecesores, persigue consecuentemente la ausencia de participación popular y el conformismo con el actual estado de cosas. Las 7 represiones sufridas por los trabajadores del Casino de Bs As están ahí para atestiguarlo, igual que la desaparición de Julio López.

La crisis actual del capitalismo, nos encuentra en una situación particular para la clase trabajadora. Será el momento de retomar las experiencias de organización y democracia de base de los años previos para enfrentar el intento de hacernos pagar la crisis.

¿Democracia contra capitalismo?

Ciertas corrientes políticas e ideológicas, plantean que la democracia se opone al capitalismo, en la medida en que el capitalismo implica la dictadura de las élites.

Así lo dijo en su momento el propio Chávez. En este registro, al capitalismo decadente, se lo combate con “más democracia”. Sin embargo, la velocidad con que el Estado (en Argentina y en cualquier otro país del mundo) garantiza el derecho a la gran propiedad por sobre cualquier otro derecho democrático, indica que en la democracia capitalista, más que una contradicción entre democracia y capitalismo, existe una completa subordinación del primer término al segundo.

Esto es así, porque la democracia fue la forma a través de la cual se consolidó el neoliberalismo en América Latina a la salida de las dictaduras de los ‘70.

De esta forma, mientras se extendían las democracias formales, los trabajadores iban perdiendo una a una sus conquistas. En estos 25 años, la clase trabajadora, que había sido el blanco principal del genocidio, vivió una fragmentación descomunal de sus filas, récords históricos de desocupación, despidos, flexibilización laboral, represión a las luchas y manifestaciones, inflación y devaluación.

La democracia de los trabajadores

En este contexto, el capitalismo llevó al límite la contradicción entre la igualdad formal del régimen democrático y la desigualdad real de la sociedad de clases. Mientras se consolidaban las prácticas y los aparatos electorales, los trabajadores eran sometidos cada vez más al más crudo dominio de clase. Por eso, los trabajadores no tendrán mucho que esperar de la democracia mientras las relaciones sociales expresen la dictadura de las patronales.

El secreto de la democracia de los trabajadores es justamente que al llevar al poder a la mayoría explotada y oprimida, liquida la división entre igualdad formal y desigualdad real. El trabajador/a pasa a ser ciudadano en tanto productor y sujeto activo de la nueva sociedad, como decía Gramsci, el concepto de “ciudadano” pasa a ser reemplazado por el de “compañero”. Ese es el modelo de democracia que expresó en sus orígenes la revolución rusa con sus soviets y las formas de organización de base que dio la clase obrera a lo largo de todos los procesos revolucionarios del siglo XX, apuntaron en un sentido similar, lo mismo que procesos más cercanos como las ocupaciones de fábricas en la Argentina reciente.

La (otra) historia de los vencidos

Para el relato oficial, estos 25 años han sido los de consolidación del mejor sistema posible de organización de las relaciones sociales. Otra forma de verlo es que han sido los años en que hemos podido observar la degradación del país, sin caer necesariamente en cana. Los años del sentido común, de un conformismo democrático que tomó distancia de la dictadura, pero más aún de los proyectos revolucionarios, los años, en suma, de transformación de la derrota en una imaginario naturalizado.

Frente a las transformación de los 25 años de la “vuelta de la democracia” en la celebración del fin de los proyectos revolucionarios, la nueva generación de luchadores de la clase trabajadora tiene (tenemos) planteada la tarea de retomar las lecciones de la generación cuya lucha y aniquilamiento durante la dictadura, fue silenciada en el régimen democrático, para volver a poner en cuestión el estado de cosas impuesto con dictaduras y también con regímenes democráticos. Ver la historia desde el punto de vista de los vencidos, es en este caso, la única forma de poder vencer en el futuro.

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