Por esas cosas que tiene el internacionalismo proletario, conocí hace algunos años a un militante alemán. Él me contó que, en los días posteriores a la caída del Muro, las obras completas de Marx, Engels y Lenin, se apilaban junto con las bolsas de basura en las esquinas de Berlín. Eran las épocas en que los estudiantes universitarios cambiaban la facultad por un empleo basura en Burger King, como muestra la película Good Bye Lenin.
Pero, paradojas de la historia, así como esos libros abandonados terminaron poblando las bibliotecas de nuevas generaciones de jóvenes militantes (el amigo contaba con varios de esos ejemplares “reciclados”), la crisis mundial actual del capitalismo, ha llevado a Marx de los tachos de basura al éxito editorial.
No es un fenómeno estrictamente limitado a los países europeos, en particular Alemania, donde se agotaron los volúmenes de El Capital en la feria del libro de Frankfurt. Por ejemplo, el mes pasado, en Buenos Aires, más de 1700 personas pasaron por los debates del evento Marxismo 2008, organizado por el Instituto del Pensamiento Socialista “Karl Marx” y el PTS, del que participaron los principales intelectuales marxistas de nuestro país. Intentemos reflexionar un poco sobre qué significa esto
El fantasma madito del capitalismo
En los ’90 el capitalismo creó una ilusión de dominación perenne, más allá de los plazos concretos con que se desenvuelve el quehacer histórico. Mientras el neoliberalismo extendía las democracias formales, vaciándolas de toda participación popular, se vendía por pocas monedas (pero a un alto costo histórico y social) la muerte del marxismo.
A pesar de este clima de reacción ideológica, había rastros de que la cosa con Marx no se había terminado del todo. El ya conocido Espectros de Marx de Derrida, haciendo un juego interpretativo entre el espectro reaparecido del padre de Hamlet y el fantasma del comunismo del Manifiesto, dejaba abierta la puerta, aunque no fuera un autor marxista.
Trazo grueso: si reaparece el espectro de Marx, será porque algo huele a podrido, no ya en la Dinamarca de Hamlet, sino en el capitalismo de Bush, Soros, Rupert Murdoch y otros buenos muchachos.
El capitalismo no se desembarazaría tan fácilmente de Marx, como ciertos tipos que se hicieron los piolas no se desembarazaron de Hamlet.
A partir de las huelgas de 1995 en Francia, resurgió el interés por el marxismo entre la intelectualidad, empezaron los Congresos Marx Internacional, en torno a la revista Actuel Marx. Daniel Bensaïd publicó su Marx Intempestivo, planteando que los fines no finalizan de finalizar y que empezaba el reflujo de la ofensiva neoliberal. Sin desconocer las derrotas previas, Bensaïd afirmaba que la actualidad de El Capital es la actualidad de su objeto de estudio. Es decir, que mientras exista el capitalismo existirá necesariamente la crítica marxista.
Recapitulando: la primera etapa de recuperación del interés por la teoría marxista se debió principalmente al regreso de la lucha de clases. En el transcurso de varios años se fueron sumando las huelgas en Francia, Italia y Alemania, las luchas estudiantiles en México, las huelgas de obreros automotrices en Corea y EEUU y las grandes convulsiones sociales en Bolivia, Ecuador y la Argentina.
La crisis capitalista mundial, con epicentro en el bastión económico, político y cultural del sistema, marca la tónica de esta nueva etapa de interés creciente por el marxismo. Primero estuvo la crisis del tequila, luego la crisis de los países del sudeste asiático y el default ruso, las quiebras de las “punto.com” y Enron, entre otras.
Pero la actual crisis mundial supera en profundidad a cualquiera de sus antecesoras recientes, al punto de que está en cuestión la capacidad del capitalismo para regir los destinos de la humanidad con un mínimo de racionalidad.
Los vencedores vencidos
Perry Anderson, que en los ‘90 había escrito Los fines de la historia, para hacerle saber a Fukuyama que no había inventado nada nuevo, abrió el 2000 con su editorial Renovaciones, planteando que el marxismo había quedado al mismo nivel que las herejías medievales en cuanto a su influencia sobre la clase trabajadora. No resultaba alentador, precisamente y hoy día sigue en una tónica similar.
Bajemos un cambio, entonces y hagamos algunas preguntas: El creciente interés por Marx ¿implica que hay un “giro a izquierda” de un sector de masas? ¿O que entre la gente que puede darse el lujo de comprar libros hay curiosidad por lo que decía Marx?
Para pensar esta cuestión, es necesario tener en cuenta que la ideología triunfalista del capitalismo perdió dos de sus principales pilares: el cuento de que se había terminado la lucha de clases y la fábula de que el capitalismo había dejado atrás las crisis y la miseria. Una primera, aunque no suficiente, respuesta de los trabajadores son las huelgas en Italia, España, Portugal, Polonia, Grecia, Alemania, Inglaterra, Egipto, etc. Y siempre está el Cono Sur latinoamericano que está asistiendo a un aceleramiento de la experiencia de los trabajadores con los gobiernos posneoliberales. Todo esto sin contar, porque no se puede adivinar, cómo evolucionará la situación al interior de EEUU y en el conjunto de la economía mundial que puede alimentar conclusiones más radicales en amplios sectores populares.
Resumiendo, la vuelta de Marx no es expresión de un “giro a izquierda” generalizado en los trabajadores ni de mera curiosidad intelectual de un sector ilustrado de las “capas medias”. Ubicándose en una intersección entre esas dos posibilidades, abre muchas más para el futuro. El marxismo puede lograr una popularidad renovada en los años difíciles que nos augura la crisis del capitalismo. Popularidad que lo será tanto más en la medida en que la teoría marxista vaya generando nuevos desarrollos.
Estamos ante la paradoja de los vencedores vencidos. Como los mongoles que derrotaron a los chinos pero fueron asimilados por la cultura de los invadidos, el capitalismo actual no tiene respuesta a la crisis, salvo incrementar las ventas de los libros de Marx. Pero el lado nuestro de la paradoja es más difícil, ellos son vencedores vencidos, pero no se conocen muchos casos de vencidos vencedores. Porque el vencido empieza de más abajo. Sin embargo, el capitalismo y su crisis darán nuevas oportunidades para que los vencidos levantemos cabeza. ¿Sabremos aprovecharlas?
Tarea Fina
Gramsci decía que las sociedades modernas cuentan con un “sistema de trincheras” constituido por las instituciones y relaciones con que la burguesía logra que los trabajadores y el pueblo se sientan parte del orden y no en oposición a él.
Una de esas trincheras, la mejor defendida y la más difícil de tomar por asalto, es la mentalidad individualista formateada por los últimos 25 años de ofensiva capitalista.
Desde el punto de vista ideológico, ese es el principal límite que tiene el marxismo para conquistar una nueva popularidad y sólo podrá ser superado como producto de la experiencia práctica de la lucha de clases.
Sucede que el individualismo no es privativo del que se quiere salvar solo como individuo burgués. También ha penetrado un sector de izquierda, que reniega de las formas estables de organización política colectiva (partidos), del “consignismo” (consignas programáticas con algún tipo de elaboración) y de la “bajada de línea” (debate ideológico y discusión política franca). El halo de “dogmatismo” o “autoritarismo”, impuesto al marxismo por el stalinismo, alimenta estas posturas.
En este sentido, no viene mal recordar unas palabras escritas por Gramsci en el centenario del nacimiento de Marx: “[Marx] Es estimulador de las perezas mentales, es el que despierta las buenas energías dormidas que hay que despertar para la buena batalla. (…) Es bloque monolítico de humanidad que sabe y piensa, que no se contempla la lengua al hablar, ni se pone la mano en el corazón para sentir, sino que construye silogismos de hierro que aferran la realidad en su esencia y la dominan (…) Es un vasto y sereno cerebro que piensa, un momento singular de la laboriosa, secular, búsqueda que realiza la humanidad por conseguir conciencia de su ser y su cambio, para captar el ritmo misterioso de la historia y disipar su misterio, para ser más fuerte en el pensar y en el hacer. Es una parte necesaria e integrante de nuestro espíritu, que no sería lo que es si Marx no hubiera vivido, pensado, arrancado chispas de luz con el choque de sus pasiones y de sus ideas, de sus miserias y de sus ideales” [1]
Para que los “silogismos de hierro” se materialicen en miles y miles de trabajadores/as dispuestos a subvertir el actual estado de cosas, harán falta más que algunas lecturas. Esperemos que los años por venir nos permitan saldar, aunque sea en parte, esa deuda que tenemos con Marx.