El 24 de octubre de 1990, el diario francés Le Monde publicaba un artículo titulado “Althusser, el maestro quebrado” e informaba: “El filósofo murió el lunes 22 de octubre de una insuficiencia cardíaca en el centro geriátrico de La Verrière (Yvelines). Tenía 72 años”. El mismo día, del otro lado de los Pirineos, El País titulaba “Muere a los 72 años Louis Althusser, el último gran filósofo del marxismo” y el copete agregaba, no exento de cierto morbo: “El pensador, que en 1980 estranguló a su mujer, estaba internado en un centro geriátrico”.
Quien fuera uno de los principales si no el principal filósofo identificado con el marxismo durante la segunda mitad del siglo XX a nivel internacional, no dejaba solamente un triste y solitario final. Dejaba por sobre todo un legado discutido, contradictorio y complejo, que sigue en debate hasta el día de hoy.
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