lunes, 4 de junio de 2012

Balance del 2001, izquierda y estrategia (Octavio Crivaro)

El amigo Octavio, que tiene La Troska Rosario en reparación, me envió este texto, para continuar la reflexión sobre la cuestión estratégica....

Muy Interesante el balance del 2001 que hace Fernando Aiziczon. Me gustaría agregar, siendo adrede esquemático: la izquierda en general, al encarar una “situación extraordinaria” abierta por jornadas revolucionarias careciendo de una estrategia, perdió el rumbo. Naturalmente, pensar en estrategia implica, en primer lugar, definir sujetos, optar los lugares de acumulación y sobre todo, pensar el tipo de bloque (y hegemonía) para resolver a favor de los trabajadores y el pueblo la crisis revolucionaria en particular, y la resolución de los problemas “populares” en general. Tanto la izquierda que reivindicó al piqueterismo (PO y su fracción RyR) como las que reivindicaron a los MM.SS. (en ese entonces MTD y otros) partían de asumir como algo dado (que no podía combatirse, en última instancia) la división entre ocupados y desocupados que había provocado el menemismo. En ese sentido, fueron inconsecuentes o directamente no se propusieron una estrategia de unir a los diferentes grupos en que se encuentra dividida la clase trabajadora, y de pelear por una alianza entre la clase obrera de conjunto con aliados populares (el movimiento estudiantil, por ejemplo). No olvidemos que definir el sujeto en función de un método (el piquete) sin criterio de clase, llevó a corrientes a reivindicar a Nito Artaza y a Blumberg.

Otro aspecto de esta falta de estrategia, aparte de la definición del sujeto y, por consiguiente, de los centros de gravedad de una estrategia anticapitalista, es la relación con el estado. Por poner el ejemplo de la izquierda independiente, creo que compró una de las tesis centrales que el kirchnerismo usó para exorcizar al 2001: “ahora la política central es la del estado, no la de las calles”. Hubo una adaptación a la política de pasivización. Por eso desde ese momento se trata para ellos de medir con una regla si “X” medida oficial es buena, muy buena, buena pero insuficiente, genial pero parcial, o directamente genial. Pierden de vista que cada medida o concesión no se la puede medir cuantitativamente (si se acerca en u 20%, 40% o 51% a lo justo), sino que hay que analizar que cada medida es una ficha en un trablero donde la clave, como creo que dice Fernando, es limpiar las calles, reconstituir el estado, relegitimar al capitalismo. Así, atrás de YPF se esconde Exxon. Derás de los juicios a cuentagotas a genocidas, se agazapa el financiamiento y uso de las policías. De allí que los Qom, los Mariano, “van de suyo”.

Con la misma (no) delimitación del estado, otra izquierda (MST) llevó al paroxismo las definiciones ya erróneas del morenismo y terminó oponiéndose al gobierno pero no al estado, ni menos a sectores concentrados de capitalistas que eran “opositores”. Los compañeros arribaron a un extraño bloque popular (maoísta, menchevique o estalinista) ya no con “campesinos” sino con la oligarquía concentrada de dos o tres apellidos.

Todas estas desviaciones políticas (algunas de ellas insólitas) tienen sus raíces bien clavadas en la ausencia de una estrategia y en el eclecticismo o directamente desprecio teórico. ¿Se puede reivindicar a la izquierda nacional sin sacar el balance de “la” Izquierda nacional y su incorporación al peronismo? ¿Se puede adoptar teorías movimientistas o populistas desconociendo los debates hechos por los protagonistas de una revolución obrera en un país con ínfima minoría obrera (Rusia)? O: ¿se puede militar en Argentina sin hacer un balance pormenorizado de la época que va desde 1969 hasta 1976, cuestión que esquiva el 90% de la izquierda argentina? Mmmm…

Sobre la “nueva ortodoxia” (me gusta esa definición): el rechazo a la forma partido en el 2012, es gracioso. En el 2002 Holloway sintetizó definiciones alternativistas, de compañeros que creían genuinamente en la organización paralela, al margen del estado. Los MTD, que aglutinaron una importancia y valiosa militancia juvenil, y que protagonizaron luchas importantes, fueron una expresión local de esta ideología que respondía sintomáticamente a la eclosión (derrota) de un gran partido que dirigió un estado que expresó el poder de una clase despojada, pero que fue degenerando hasta convertirse en su opuesto, aunque sacando conclusiones erróneas, creo.

Como pasó en Rebelión en la granja, los cerdos se pusieron de pie y el estalinismo llevó a la restauración del capitalismo. Cae el muro: el neoliberalismo como la más grande ideología triunfalista burguesa, fue la partera del antipartidismo y, más en general, de la reacción contra la izquierda. El autonomismo, creo, fue un intento de adaptar esta ideología de la derrota a las condiciones creadas por los primeros pasos de nuevos movimientos de trabajadores y explotados.

Frente al fracaso o el freno de revoluciones burguesas, nadie pretendió sugerir que el capitalismo estaba perimido. Pero como la historia es menos ecuánime con los ensayos de los explotados, una experiencia hermosa que antes de degenerar logró conquistas políticas, sociales y culturales inéditas, fue tirada a la basura sin más (con sectores de la izquierda, lamentablemente, aceptando esto). Juan sabe que militar en un partido, trotskista, que encima reivindicaba el potencial revolucionario de una clase cuya existencia era discutida por “teologos sociales”, no era fácil. Fue una ardua batalla teórica que hicimos, mal o bruscamente, pero que no hacerla nos hipotecaba como corriente revolucionaria.

Decía que el rechazo de algunos compañeros a la “forma partido” en 2012, hoy tiene ribetes cómicos, porque muchos de estos compañeros ex autonomistas, hoy no son antiestatales y defienden a gobiernos que administran un supuesto progresismo desde el estado capitalista. Si en la Revolución Española los ácratas demostraron cuán breve era su rechazo al estado y terminaron en el Frente Popular, en nuestro siglo el mero surgimiento de limitados gobiernos antineoliberales, fue suficiente para que los ex autonomistas sean hoy fervientes chavistas, evistas (gobiernos que no dudan en reprimir a sectores de trabajadores, campesinos o estudiantes). Hablar del 2001 sin sacar lecciones de lo que dio y lo que no dio, que sin una sólida organización revolucionaria no es posible enfrentar a ese Estado, al PJ y a la burocracia sindical, que sin un programa transicional, no se puede superar el sindicalismo, y que sin una política de independencia de clase inevitablemente se cae en apoyar a una u otra posición centroizquierdista.

Algunos partidos de izquierda han hecho estragos, sí, empezando, claro, por el PC y el PCR. Algunos partidos trotskistas, lejos de éstos, igual han colaborado con una pizca de desorganización. Naturalmente me reservo el derecho de creer que, seguramente con errores, la genuina reivindicación que hace Ariel Petruccelli del rol del PTS en Zanon, es extensiva a muchas otras experiencias en el MO, donde el PTS pudo expresar que definir una estrategia revolucionaria va en contra de toda visión maquiavélica o electoralista (ganar elecciones es dirigir), porque construir “poder obrero y popular” implica conquistar organizaciones democráticas y vivas de trabajadores, de base, ganar fracciones en internas, sindicatos u organizaciones estudiantiles, conquistar sujetos pensantes, obreros políticos revolucionarios, contra toda visión burocrática de cierta izquierda partidaria. Es lo que llamamos sovietismo y que nadie, excepto el PTS, de los que vienen del MAS, reivindican.

Me parece muy atinada la imagen que plantea Aiziczon de Godoy leyendo y citando, “usando” a los clásicos del marxismo. Creo que esa foto, lejos de todo personalismo, es una muestra del tipo de partido que queremos desarrollar: una izquierda que busque formar fracciones en los sindicatos y organizaciones populares, probarse en escuelas de lucha de clases (¡Zanon!), sacar lecciones de los grandes acontecimientos (¡1989!), recrear el marxismo, combatir simultáneamente a la marginalidad y a la adaptación a la rutina cansina del sindicalismo y el electoralismo. Esto es quizá lo que hace falta para emerger en los albores finales de la época de verdadera “restauración” que implicó la caída del muro y la ofensiva neoliberal.

Como dice Juan, el capitalismo estira su miseria y sus contradicciones, el proletariado emerge como un coloso desorganizado políticamente pero fortísimo socialmente, los capitalistas no encontraron la forma de resolver pacíficamente sus enfermedades congénitas, por eso creo que el leninismo no es una posibilidad, sino una condición sine qua non para no comprar futuras derrotas a plazo fijo. Entender esto, ayuda a prepararse para enfrentar una época de batalla, como modestamente trata de hacer el PTS. Por eso el diálogo con compañeros que vienen de la izquierda independiente como Fernando Aiziczon es necesario que se desarrolle y se haga más amplio, sacando conclusiones comunes sobre acontecimientos y balances, esperando en confluir en una militancia común en el futuro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué tan importante es la foto?
Tan importante como saber de que lado estar...
No hay duda de qué lado está quien escribe, y con TANTA foto que hay de esas horas, hay que publicar esa que, seguro la sacó un "futuro X" desde un hidrante?

JDM dijo...

Será tenido en cuenta para la próxima! Pero no estoy tan seguro de tener la misma opinión sobre las fotos. Este tipo de fotos "desde el lado enemigo" a mí me producen un efecto de mostrar la fuerza de los manifestantes, unidos por lazos de solidaridad mil veces más fuertes que la cohesión mecánica de los milicos. Por ejemplo, no sé si ud. tiene en mente una foto de Cappa "Últimos días del Kuomintang" en la que hay una manifestación compactísima de estudiantes chinos, vestidos con sus ropas oscuras de cuello y se los ve desde arriba y detrás del cordón de soldados que defienden un orden que se cae a pedazos...