viernes, 26 de febrero de 2016

Francia ¿Hacia una lucha de masas contra el gobierno Hollande/Valls?



Por Juan Chingo

Frente a la más importante “contrarrevolución laboral” en un siglo la oposición sindical y política se calienta. El gran temor es que la juventud tome las calles como hace diez años contra el CPE. Francia en estado de alerta.

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lunes, 22 de febrero de 2016

Macri y Bullrich: en la senda del liberalismo oligárquico


  
Artículo 32 Principio o derecho de petición 

El derecho de presentar peticiones a los depositarios de la autoridad pública no puede, en ningún caso, ser prohibido, suspendido o limitado. 

Artículo 33 Principio de la Resistencia 

La resistencia a la opresión es la consecuencia de los otros derechos del hombre. 

Artículo 34 Principio de Opresión contra uno es opresión contra todos 

Existe opresión contra el cuerpo social cuando uno solo de sus miembros es oprimido. Hay opresión contra cada miembro cuando el cuerpo social es oprimido. 

Artículo 35 Principio de Insurrección 

Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo la insurrección es para el pueblo,y para cada porción del pueblo, el más sagrado de sus derechos y el más indispensable de sus deberes.

Esos son los últimos artículos de un documento fundacional de la democracia (burguesa) moderna: La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1793. 

Su sola mención demuestra que lejos están los "republicanos" del PRO y Cambiemos (sic) de las ideas que dieron origen a la democracia con que los actuales gobernantes se llenan la boca. 

Por el contrario, la primacía del orden por sobre el derecho de peticionar ha sido la piedra de toque de todos los gobiernos reaccionarios y antidemocráticos. 

Y el control de la calle ha sido un objetivo constante del Estado moderno (burgués), desde que la propia burguesía decidió desandar su tradición "republicana" en aras el orden y la ganancia capitalista, en especial desde el surgimiento del movimiento obrero como actor diferenciado del "pueblo" (de 1848 en adelante), cayendo en los brazos del bonapartismo.


Marshall Berman explica cómo los grandes boulevares de París ideados por Georges-Eugène Haussmann bajo el gobierno de Napoleón III, además de los beneficios al comercio y el fluir de los carruajes "crearían corredores anchos y largos por los que las tropas y la artillería podrían desplazarse efectivamente contra las futuras barricadas e insurrecciones populares" (Berman, M.  Todo lo sólido se desvanece en el aire. Siglo XXI, Bs. As. 1989, pág. 150).

El liberalismo oligárquico argentino mantuvo viva la tradición bonapartista, no sólo imitando los boulevares (Av. de Mayo en Buenos Aires) sino especialmente persiguiendo y reprimiendo todas las manifestaciones que amenazaban el "orden" desde las huelgas del Centenario en adelante (en realidad desde antes, pero la precisión queda para los historiadores). 

En esta tradición bonapartista-oligárquica abreva la ideología de Cambiemos, por más globos amarillos que le pongan, los cuales dicho sea de paso están cada vez más pálidos ante la inflación, el aumento de tarifas y otras "medidas populares" del gobierno. La "nueva derecha" es más vieja que la escarapela. 

El Protocolo de seguridad contra las protestas sociales que el gobierno pretende implementar está perfectamente a tono con este espíritu autoritario y oligárquico. Aunque no fue un invento exclusivo de este gobierno. 

Recordemos que la única vez que los diputados del PRO aplaudieron a rabiar a Cristina Fernández de Kirchner fue cuando anunció una política similar contra los piquetes, que finalmente no pudo implementar de conjunto, aunque Sergio Berni hizo varios "ejercicios" contra la lucha de los obreros de Lear, sus familias y los entonces diputados del PTS en el Frente de Izquierda, Nicolás del Caño y Christian Castillo. 

El gobierno de Macri intenta con esta medida terminar de revertir lo que queda de la herencia del 2001. Se apoya en una campaña constante de los medios de comunicación contra los piquetes y medidas de acción directa. Pero puede estar actuando por fuera de las relaciones de fuerzas que generaron esos acontecimientos así como la recomposición de la fuerza social de la clase obrera y sus experiencias de lucha recientes. Depende de la respuesta de los trabajadores y el pueblo hacerla pesar. 

No hace falta ser "socialista" ni "marxista" para oponerse a este Protocolo nefasto. Todos aquellos y aquellas que se consideran democráticos, deberían sumarse al repudio a este Protocolo que impulsa el Frente de Izquierda en todo el país y manifestarnos masivamente el 24 de febrero y todas las veces que sea necesario para impedir su aplicación. 

lunes, 1 de febrero de 2016

El marxismo, la política y el Estado (sobre un libro de Carlos Nelson Coutinho)

El libro Marxismo y política. La dualidad de poderes y otros ensayos (LOM Ediciones, Santiago de Chile 2012), publicado originalmente en portugués en 1994, reúne una serie de trabajos de Carlos Nelson Coutinho (1943-2012), destacado intelectual de Brasil, protagonista de la recepción e interpretación de Lukács y Gramsci en su país y a nivel internacional.

El ensayo principal es el referido a la cuestión de la "dualidad de poderes" en el marxismo, el cual constituye el primer capítulo del libro, al que le siguen otros cuatro sobre los marxistas y la cuestión democrática; Gramsci, el marxismo y las ciencias sociales; la voluntad general y la democracia en Rousseau, Hegel y Gramsci y Lukács, la ontología y la política. 

No obstante la diversidad de temas, el libro sigue un hilo que es el de fundamentar simultáneamente una teoría "ampliada" del Estado y una concepción "procesual" de la revolución, que confluyen en una estrategia gradual de transición democrática al socialismo. 

En ese contexto, Coutinho traza una línea que va del último Engels a los austromarxistas, Antonio Gramsci, Palmiro Togliatti, Pietro Ingrao y Nicos Poulantzas.

A esta línea se opondría, según Coutinho, aquella que sostiene una teoría "restricta" del Estado y una concepción "explosiva" de la revolución, que identifica con Marx-Engels en 1848-1850, Lenin y Trotsky. Un Estado definido como un aparato de opresión y represión, frente al cual debiera tener lugar una revolución de tipo "jacobino" y de tiempos veloces, sintetizarían esta concepción. 

Coutinho señala que Lenin había planteado la cuestión de la dualidad de poderes como algo específico de la Revolución Rusa, mientras Trotsky la generalizaría con su "talento historiográfico", adelantando incluso una concepción "ampliada" del Estado en sus análisis sobre la crisis del poder del gobierno provisional en los momentos previos a la toma del poder por los bolcheviques.

Pero en la perspectiva del marxista brasileño, Lenin y Trotsky siempre mantuvieron una concepción "restricta" del Estado. 

Aquí hay un primer problema, ya que fue el propio Lenin, en "¿Podrán los bolcheviques sostenerse en el poder?", el que señaló la diferenciación relativa de los "aparatos" estatales en el contexto concreto de conformación del Estado obrero en Rusia:
Además del aparato de opresión por excelencia –el Ejército regular, la Policía y la burocracia–, el Estado moderno tiene un aparato que está íntimamente vinculado con los bancos y los consorcios, un aparato que realiza, si vale la expresión, un vasto trabajo de contabilidad y registro. Este aparato no puede, ni debe ser destruido (...) hay que subordinarlo a los soviets proletarios; hay que hacerlo más vasto, más universal, más popular ... Podemos “apoderarnos” de este “aparato de Estado” (que bajo el capitalismo no es totalmente un aparato de Estado, pero que lo será en nuestras manos, bajo el socialismo) y “ponerlo en marcha” de un solo golpe, con un solo decreto, porque el verdadero trabajo de contabilidad, control, registro y cálculo es realizado por empleados, la mayoría de los cuales son, por sus condiciones de vida, proletarios o semiproletarios.
Es decir, que la visión de Lenin sobre el Estado era un poco más "ampliada" de lo que señala Coutinho, con los límites obvios de que el engendro estatal cuyos restos heredaron los bolcheviques tenía muy pocas características de un Estado "occidental" con base de masas (tarea que intentó desarrollar el poder soviético en sus primeros años).

En cuanto a Trotsky, en sus escritos de los años '20 y '30 se encuentran diversos análisis del rol de la democracia capitalista en tanto elemento de "consenso" y cooptación (dando mucho peso al rol de la burocracia sindical y a la utilización de las consignas democráticas, como se puede leer acá). 

Y más específicamente, en sus análisis sobre la cuestión del bonapartismo, el Frente Popular y el fascismo, aparecen con claridad los distintos elementos de reconfiguración de las formas de poder estatal, no determinadas mecánicamente por el carácter de clase del Estado. 

En particular, es importante destacar la importancia asignada por Trotsky al proceso mundial de estatización de las organizaciones sindicales, que tiene relación directa con la "ampliación" del Estado, por las vías de la búsqueda del consenso pero también de la burocratización de los organismos de democracia obrera conquistados por el proletariado bajo la democracia burguesa. 

Habiendo señalado los elementos de una concepción -en términos de Coutinho- "ampliada" del Estado en Lenin y Trotsky, avancemos en su relación con la concepción de la revolución. 

Según el autor, la concepción "explosiva" de la revolución que surge de una visión "restricta" del Estado, se caracteriza por una idea de que hay una dualidad de poderes en la que un poder debe destruir a otro en un lapso de tiempo más o menos breve, por la vía de una insurrección o revolución violenta, cuestión que se vuelve insostenible ante la existencia de un Estado "ampliado", basado en el desarrollo de la "sociedad civil".

Sin embargo, así como Trotsky analizó con sus propios conceptos la problemática de "ampliación" del Estado, también fue readecuando las relaciones entre táctica y estrategia, según las relaciones de fuerzas. Por este motivo, en 1921-22 es junto con Lenin el principal impulsor de la táctica del Frente Unico, así como de la táctica de "gobierno obrero", en 1923-24 realiza un balance crítico impiadoso del fracaso de la revolución alemana y en los años '30 ensaya distintas alternativas que van desde el frente único obrero contra el fascismo en Alemania, la exigencia de "comités de acción" al Frente Popular en Francia, el impulso de la revolución agraria y la formación de soviets en España, el desarrollo de un Partido de Trabajadores en Estados Unidos, la lucha por la independencia de los sindicatos respecto del Estado, entre otras. Si bien para Trotsky la dualidad de poderes era un proceso característico de toda revolución, como señala Coutinho, las vías para la constitución de una situación de poder dual podían ser muy diferentes según el país, las relaciones de fuerzas, las tradiciones organizativas y políticas del movimiento obrero, entre otros elementos. 

Precisamente, porque en la concepción de Trotsky el momento "explosivo" es parte de un "proceso", la teorización de Coutinho resulta esquemática y poco dialéctica. 


Torciendo la vara hacia el lado de la autonomía casi total de la política, Coutinho trazó en estos ensayos una teoría del Estado, el régimen político y la estrategia socialista, que no toma en cuenta ni la lucha de clases ni las tendencias a la crisis de la economía capitalista. 

Esto dio como resultado una sobrestimación de las posibilidades de los cambios graduales progresivos, sin las "interrupciones" de las crisis y la contra-revoluciones (menos aún las revoluciones), que caracterizan las tendencias profundas de la historia del capitalismo. En un contexto defensivo de la lucha de clases, Coutinho terminó haciendo de la necesidad virtud.


Quizás por eso, el Gramsci de estos ensayos es un teórico de la hegemonía en democracia, inspirador de la "democracia progresiva" togliattiana o la "democracia de masas" de Pietro Ingrao, es decir distintas variantes de la "vía italiana al socialismo". 

Siguiendo una interpretación de Giussepe Vacca sobre Togliatti, el autor sostiene que la "dualidad de poderes" pasa a transformarse en un largo período de acumulación "hegemónica" en los marcos del Estado "ampliado". 

Para fundamentar esta lectura, Coutinho hace hincapié especialmente en el desarrollo de la "sociedad civil" como aquella en la que operan los "aparatos privados" de hegemonía y en la que está planteada a su vez la lucha por constituir una hegemonía socialista. 

En este contexto, su lectura de la "ampliación" del Estado, ligada a la de la "socialización de la política" presenta un proceso de ampliación de la democracia por la vía del consenso, en detrimento de las tendencias autoritarias del poder estatal.

Y esta unilateralidad se expresa en la casi total ausencia del tratamiento, en estos ensayos, de la problemática de la revolución pasiva, que es nombrada de pasada en la página 97 del libro, como "revolución desde arriba" o "por lo alto", pero no como "revolución-restauración en la que sólo el segundo término es válido". 

Esta acepción del término fue acuñada por el propio Gramsci (C10 II § 41) para analizar el carácter conservador del historicismo croceano y destacar el rol "restaurador" de las reconfiguraciones de las formas estatales que se presentan como "reformistas". 

Tomando esa definición, se puede arribar a la comprensión de que la "ampliación" del Estado no consiste en la generación de un espacio de "consenso" igualmente utilizable por todas las clases. 

Por el contrario, el "Estado ampliado" o "integral" incluye formas de reconfiguración autoritaria del poder estatal (bonapartismo, estatización de los sindicatos, "ampliación" de las funciones de policía, etc. algunas más analizadas por Gramsci y otras por Trotsky), para mantener a la clase obrera y los sectores populares en una posición "subalterna."

Para salir de esta posición subalterna, es necesario trascender los términos de una estrategia de "democracia progresiva", la cual es asimilable por el capitalismo, como demostró la experiencia del PT (de la que formó parte Coutinho) y demuestran, de distintas maneras, las recientes experiencias de Syriza y PODEMOS, que eran la quintaesencia del "eurocomunismo" de nuestros días.

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