El kirchnerismo fue, a su manera, “laclausiano”. Frente a una “multitud” que se había expresado en 2001 (bloque social heterogéneo en un contexto de retroceso y debilidad estructural de la clase obrera), buscó recomponer la autoridad del Estado, al mismo tiempo que moldear un sujeto colectivo que a medida que se retiraba de las calles se identificaba como el “pueblo”, en los marcos del acceso al consumo y de un discurso que desde arriba se proponía como supuesto articulador de las demandas insatisfechas.
El nuevo presidente sale a evangelizar con la Biblia opuesta: No hay que confrontar, hay que dialogar, tenemos que unirnos todos, te lo digo a Vos. Un discurso que hace de la “desideologización” la clave de su propia marca ideológica.
El libro de John Beasley-Murray Poshegemonía. Teoría política y América Latina, publicado en 2010 por la editorial Paidós, ofrece algunas claves para comprenderlo.
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