Continuando con la reflexión del post anterior, intentaremos abordar el segundo argumento que tiene que ver con el rol que juegan en el programa revolucionario las consignas democráticas.
Las distintas variantes teóricas que postulaban la “radicalización la democracia” buscaron plantear la continuidad de algún tipo de “cambio radical” en condiciones de derrota, dislocando en los hechos lo que la teoría de Trotsky buscaba unir: la lucha democrática con la lucha socialista.
La suerte de estas teorías ha sido desigual según los hechos históricos concretos. Sin embargo, podemos arriesgar como conclusión provisoria que estas teorías fracasan a cada paso, ya que la “pasivización ciudadana” a la que hacíamos referencia en el post anterior lleva más a restauraciones que a revoluciones.
En este marco, la cuestión de las tareas democráticas dentro de la teoría de la revolución permanente es otra de las que debe resignificarse al calor de los hechos actuales.
La sobre extensión de la democracia capitalista, lejos de crear una dinámica creciente de “ampliación de derechos”, se hizo de la mano del neoliberalismo, con transiciones con los regímenes dictatoriales de los ’70 y ’80 y modificando de este modo el carácter de las tareas democráticas. Mientras que en la versión clásica de la teoría de la revolución permanente, las tareas democráticas se refieren esencialmente a la independencia nacional y la reforma agraria, la existencia de democracias oligárquicas “de casta” como fenómeno permanente del Estado burgués, tiende a otorgar a la lucha contra los regímenes políticos, los cuales pueden tener mayores rasgos comunes tanto en los países imperialistas como semicoloniales; un carácter más “estructural” del que el marxismo le otorgó en el pasado.
Y cabe señalar que contradictoriamente, la sobre extensión de la democracia burguesa a escala internacional, además de venir acompañada de tendencias bonapartistas, vino acompañada de grandes retrocesos en la estrategia de los marxistas y ambos retrocesos, de diversa magnitud, están entrelazados estrechamente.
La evolución de los Partidos Comunistas de Europa Occidental desde estrategias de “democracias avanzadas” de la que fuera arquetipo el PCI, hacia formas de “unidad nacional” de la que fuera el extremo el PCE pactando con los franquistas una transición que incluía la restauración de la monarquía “para evitar una nueva guerra civil”, es un buen botón de muestra para analizar a su vez la evolución de la democracia capitalista: de formas “populares”, “de bienestar” y “ampliación de derechos” a formas cada vez más restringidas en la participación popular, más autoritarias en la fisonomía del estado y más regresivas desde el punto de vista social.
Esto se expresa en una doble determinación de los procesos actuales: están limitados a posiciones que buscan de un modo otro “ampliar la democracia” pero las corrientes predominantes que hacen ideología alrededor de este programa son a su vez inconsecuentes para cuestionar el carácter “restringido” de las democracias capitalistas, como en los casos de Syriza y PODEMOS.
Esto plantea una nueva importancia del programa “democrático-radical” como expresión concreta inmediata en la actualidad de un programa permanentista.
Nos referimos a las demandas y consignas que hizo propias la Comuna de París, que provenían del jacobinismo y son la clave de una democracia más generosa: que todos los cargos públicos tengan la misma remuneración de un obrero o una maestra, que sean revocables, que se haga una cámara única de representantes que tome las funciones legislativas y ejecutivas y se termine la institución presidencial, que los jueces sean elegidos por el pueblo, entre otras. Este programa fue rescatado por Lenin en El Estado y la Revolución, en que el Estado-Comuna se complementaba con los soviets para generar una teoría del Estado proletario y su institucionalidad opuesta por el vértice a la de la democracia burguesa. A tal punto fue la importancia que le dio Lenin a estas consignas, que consideraba que significaban un "viraje" de la democracia burguesa a la democracia proletaria.
En la actualidad, así como la lucha por la independencia política de la clase obrera es el primer paso de la lucha porque se constituya como clase hegemónica, la lucha por un programa democrático-revolucionario, expresado en estas consignas que cuestionan al régimen político es la punta del ovillo que permite desarrollar un programa que cuestione el conjunto del régimen social capitalista, cuya expresión para millones de trabajadores, mujeres, pobres urbanos, jóvenes, es la casta de políticos millonarios, vendidos a los capitalistas.
***
Respecto de los fundamentos teóricos de las cuestiones planteadas en este post y el anterior, me pareció pertinente retomar algo que escribimos hace un tiempo con Fernando Rosso en el extinto blog Las ideas no caen del cielo, a propósito de la reivindicación de Michael Burawoy de la teoría de Trotsky en relación con la teoría de los "Programas de Investigación" de Lakatos, que intentamos extender para abordar la cuestión de la hegemonía (copio algunos fragmentos solamente):
(...)Nos pareció muy útil en este sentido la teorización de Michel Burawoy en este texto clásico, que se continúa acá y que utiliza la teoría de Lakatos, que plantea que la ciencia avanza a través del desarrollo de programas de investigación. Contra una visión que podría llamarse "estancacionista" (que hace que la ciencia siempre esté en el mismo lugar) del falsacionismo popperiano, Lakatos afirma que la teoría avanza o "progresa", refutando las falsaciones y no descartando las teorías frente a eventuales hechos nuevos que la nieguen parcialmente. Entonces postula que existe un "núcleo duro" de la teoría a partir del cual se confronta con la realidad y se trazan hipótesis o teorías accesorias que actúan como un "cinturón de protección" del núcleo duro, a la vez que defienden el poder explicativo de la teoría sin abandonarla. Burawoy hace una reivindicación de Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo y Gramsci, en la que plantea que el "núcleo duro" de la teoría marxista puede encontrarse sintetizado en el texto del Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política.En "Dos métodos en pos de la ciencia", plantea que la teoría de Trotsky sobre el desarrollo desigual y combinado y la misma Teoría de la Revolución Permanente son "cinturones de protección" respecto del núcleo duro del marxismo, porque replantea las relaciones entre fuerzas productivas y relaciones de producción, estructura y superestructura, crisis y revolución social incorporando las nuevas realidades que trajo el Siglo XX, pero manteniendo lo esencial de la teoría marxista al mismo tiempo que desarrollándola. En "El marxismo como ciencia" retoma esta idea, reivindicando a Lenin y sus elaboraciones de El Estado y la Revolución, así como a Gramsci por sus teorizaciones sobre la hegemonía. En síntesis, el progreso teórico-científico se desarrolla cuando es capaz de recrearse y reafirmarse innovando porque si se "rindiera" inmediatamente ante cada hecho que lo niegue y debiera "comenzar todo de nuevo" se estaría siempre en el mismo lugar. Siguiendo a Lakatos, Burawoy plantea que un programa de investigación es progresivo cuando logra sostener el núcleo duro con nuevos cinturones de protección que amplían el alcance explicativo de la teoría, mientras los programas "degenerativos" son aquellos que para explicar hechos nuevos van a descartar de plano a aspectos del núcleo duro de la teoría o se recuestan sobre el mismo en forma dogmática. (...)Se puede considerar a las teorizaciones marxistas sobre la cuestión de la hegemonía como una rama o "hipótesis accesoria" específica, respecto del núcleo duro del marxismo, tendiente a ampliar el poder explicativo de la teoría en dos aspectos: qué rol juega en la lucha de clases del proletariado la lucha por la dirección de los restantes sectores oprimidos, cómo eso se expresa en la superestructura antes de la toma del poder y en las relaciones entre peso social y dirección política después de la toma del poder. En ese marco, partiendo de un aspecto del "núcleo duro" (la clase obrera como sujeto centralizador estratégico) para pensar sus cambios objetivos e históricos (nuevas disposiciones o divisiones / triunfos y sobre todo derrotas en los últimos tiempos) se pueden pensar las contradicciones para volverse sujeto de lucha independiente, condición necesaria, para convertirse en sujeto hegemónico.
Para concluir, considero que si la teoría de la revolución permanente es una Teoría y no solamente el libro que lleva ese nombre que escribió Trotsky, existe la posibilidad de asimilar desde la propia teoría fragmentos de otras teorías o elaboraciones que pertenecen al universo teórico del marxismo y forman parte de alguna manera del mismo "campo de fuerzas". Y asimismo dar cuenta de los cambios históricos que se dan en distintos períodos sin que eso implique un abandono de la teoría.
Por el contrario, frente a las "negaciones" parciales es que la teoría amplía su poder explicativo, como decíamos antes.
Por el contrario, frente a las "negaciones" parciales es que la teoría amplía su poder explicativo, como decíamos antes.