Mientras a nivel nacional nos preparamos desde el PTS para movilizarnos masivamente en un nuevo aniversario del 24 de Marzo, junto al Frente de Izquierda y de los Trabajadores, van algunas reflexiones teóricas, motivadas en algunos hechos de la política internacional.
Leyendo esta nota muy buena de Antonio Liz sobre las elecciones en Andalucía, un tema que queda en el tintero es hasta donde PODEMOS (y Syriza) son consecuentes con su propio discurso de "radicalizar la democracia" (o frases equivalentes) y a su vez la cuestión de las relaciones entre "socialismo" y "democracia".
En este sentido, la entrevista realizada por Pablo Iglesias a Chantal Mouffe hace más de un mes, permite debatir varias cuestiones. Las más obvias como las diferencias entre la teoría de Gramsci y la de Laclau y Mouffe, la hemos abordado en distintos posts, por ejemplo, acá.
En esta ocasión creo que lo principal a considerar es el "marco estratégico" que recrea Mouffe en la charla con Iglesias: después de la derrota de los '70, la alternativa era "radicalizar la democracia" en base a una construcción "hegemónica" sin sujeto privilegiado. En cuanto a la cuestión teórica y estratégica general, algo comentamos acá sobre las críticas que realizara Ellen Meiksins Wood.
Si bien Mouffe dice que Laclau había tomado el interés por Gramsci de algunos argentinos (aparentemente anónimos), en las entrevistas de José Aricó de los primeros años '80 e incluso en sus recientemente publicadas póstumamente 9 Lecciones, aparece el mismo planteo, que después recogerá el propio Aricó en La Cola del Diablo, cuando realiza el balance retrospectivo de la experiencia de Pasado y Presente y las "izquierdas" latinoamericanas.
En esta ocasión creo que lo principal a considerar es el "marco estratégico" que recrea Mouffe en la charla con Iglesias: después de la derrota de los '70, la alternativa era "radicalizar la democracia" en base a una construcción "hegemónica" sin sujeto privilegiado. En cuanto a la cuestión teórica y estratégica general, algo comentamos acá sobre las críticas que realizara Ellen Meiksins Wood.
Si bien Mouffe dice que Laclau había tomado el interés por Gramsci de algunos argentinos (aparentemente anónimos), en las entrevistas de José Aricó de los primeros años '80 e incluso en sus recientemente publicadas póstumamente 9 Lecciones, aparece el mismo planteo, que después recogerá el propio Aricó en La Cola del Diablo, cuando realiza el balance retrospectivo de la experiencia de Pasado y Presente y las "izquierdas" latinoamericanas.
Para ir al grano, la "revalorización de la democracia como antesala ineludible del socialismo", común a toda una generación que vivió y teorizó el tránsito de los '70 a los '80 y '90, fue un fracaso. En ese sentido, resulta llamativa la falta total de autocrítica de Mouffe, cuya apuesta había sido una "socialdemocracia de izquierda", cuando al día de hoy es la propia socialdemocracia uno de los pilares más desprestigiagos de los regímenes políticos europeos.
Sin embargo, fenómenos como los de Syriza y PODEMOS, nos plantean que, fracasada o no, la tentativa de Laclau-Mouffe, sigue de algún modo expresando un cierto "espíritu de época" en la actualidad.
Como habíamos señalado con Fernando Rosso acá, frente al desprestigio de los regímenes autoritarios o democráticos degradados, la clase trabajadora y los sectores populares responden, a su modo, buscando ampliar o conquistar nuevos derechos aunque el poder del Estado no cambie su carácter de clase y la clase obrera todavía no se constituye como sujeto hegemónico de esos movimientos.
No importa en este caso que la gente haya leído o no a Laclau, sino que las condiciones en que se desenvuelve su posibilidad de asumir un posicionamiento político están limitadas por coordenadas coincidentes con planteos de ese tipo y por ende más cercanas a la perspectiva de "radicalizar la democracia" que a la de "toma del poder por la clase obrera".
Aunque a simple vista las aspiraciones de "ampliación de derechos" no cuestionan el carácter de clase del Estado, la realidad es que entran a cada paso en contradicción con éste, por ser precisamente las formas de "democracia degradada" que asumen los Estados, aquellas que garantizan las políticas que las grandes mayorías populares rechazan.
En este contexto, cabe revalorizar dentro de la estrategia marxista la importancia de las consignas democráticas que pusiera en práctica la Comuna de París, sintetizando la tradición jacobina con la lucha obrera, que rescata en la Argentina el Frente de Izquierda y a las que hicimos referencia una vez en el extinto blog Las ideas no caen del cielo:
En general, las corrientes que buscan articular "democracia" y "socialismo" (las comillas van porque así planteadas son dos grandes abstracciones en las que entra de todo), hacen especial hincapié en la institución del sufragio. Como el sufragio garantiza una igualdad formal, su incorporación a una "democracia socialista", sería la forma de tener una representación más amplia que la de una democracia estrictamente basada en soviets, más fácilmente manipulable hacia el totalitarismo. Desde esta perspectiva, la "profundización de la democracia" va de la mano con la lucha por el socialismo y resulta premisa ineludible de esta última.
Mucho menos tenida en cuenta es la relación entre el igualitarismo democrático y la lucha por el socialismo. Nos referimos a las demandas y consignas que hizo propias la Comuna de París, que provenían del jacobinismo y son la clave de una democracia más generosa: que todos los cargos públicos tengan la misma remuneración de un obrero o una maestra, que sean revocables, que se haga una cámara única de representantes que tome las funciones legislativas y ejecutivas y se termine la institución presidencial, que los jueces sean elegidos por el pueblo, entre otras. Este programa fue rescatado por Lenin en El Estado y la Revolución, en que el Estado-Comuna se complementaba con los soviets para generar una teoría del Estado proletario y su institucionalidad opuesta por el vértice a la de la democracia burguesa. A tal punto fue la importancia que le dio Lenin a estas consignas, que consideraba que significaban un "viraje" de la democracia burguesa a la democracia proletaria.
¿Por qué Syriza o PODEMOS no plantean este tipo de consignas, aunque denuncien a las castas de políticos vendidos que llevaron a Grecia y el Estado Español a la crisis actual?
Obviamente, es una pregunta retórica, ya que las perspectivas de "radicalizar la democracia" en ningún momento suponen que esto fuera "mediante el desarrollo de la lucha de clases", condición indispensable para lograr imponer cualquiera de estas consignas.
En resumen, la deriva de los PC's de posguerra, sintetizada en la frase "del Frente Popular a la unidad nacional" (acompañada por la de la socialdemocracia del reformismo al social-liberalismo), a la que hicimos referencia acá, fue también una deriva hacia la aceptación de formas cada vez más restringidas de democracia burguesa y está en la base de las concepciones de los actuales "posmarxistas" y "postogliattianos" cuya "radicalización de la democracia" es esencialmente discursiva.
(Agradezco a Yazmín Muñoz Sad los comentarios y observaciones a partir de los cuales surge este post)