Los Galos de Asterix estamos leyendo, de forma cooperativa junto con El violentooficio, el libro de Peter D. Thomas The Gramscian Moment - Philosophy, Hegemony and Marxism, con el propósito de realizar diversos comentarios críticos de la propuesta teórico-política del autor (estamos preparando un artículo para el próximo número de la revista Ideas de Izquierda, más centrado en las cuestiones de hegemonía y partido).
Según cuentan nuestros amigos europeos, el libro ha generado un fuerte debate entre los intelectuales y la izquierda, que ha vuelto la mirada hacia el pensamiento de Gramsci.
Primera cuestión: el provincianismo es un mal que aqueja a la teoría (o a los teóricos). Esto se expresa en el desconocimiento de los desarrollos teóricos que son convergentes pero no tomados en cuenta. En esta especie de "cadena de provincianismos" se perpetúa el estancamiento del marxismo como "marxismo académico", dividido por tradiciones nacionales y con más apego a las rentas universitarias que al desarrollo de enfoques de conjunto sobre asuntos teóricos.
En el caso que nos ocupa, salvo en los ambientes donde se siguen los estudios gramscianos, en Inglaterra y Francia la imagen de Gramsci ha sido mediatizada por las críticas que le realizara Althusser en Contradicción y Sobredeterminación y Para leer El Capital. La implicancia que tiene esto es que en muchos casos se considera a Gramsci una especie de "subcapítulo" del "subjetivismo" de Lukacs (ver por ejemplo The Algebra of Revolution de John Rees). Thomas tiene un mérito en este contexto, que es el de buscar romper los límites de la tradición nacional.
No obstante, esta diferencia en la "recepción" de Gramsci (acá tuvo en su momento peso el enfoque de Althusser, pero no impidió el desarrollo de una tradición gramsciana más o menos libre de esa "contaminación"), es lo que hace que en algunos casos, las cuestiones que plantea Thomas puedan resultar más novedosas para sus lectores europeos que para el lector argentino más o menos familiarizado con la obra de Gramsci y de sus seguidores vernáculos.
Thomas parte de señalar la necesidad de leer a Gramsci, teniendo como referencia la polémica que contra este realizara Althusser, pero sin comprar la versión que el teórico estructuralista/stalinista francés creara sobre el pensamiento de Gramsci como un subjetivismo/humanismo/anticientificismo.
En ese marco, Thomas plantea, siguiendo a André Tosel, que la polémica de Althusser contra Gramsci y más en general la oposición del "momento althusseriano" y el "momento gramsciano" fue el último gran debate teórico en el marxismo. Thomas define el "momento gramsciano" propiamente dicho al proceso de elaboración por Gramsci de la idea de que la teoría y práctica de la hegemonía por Lenin es un hecho filosófico (previamente Gramsci define la teoría de la hegemonía como un "evento metafísico").
Y efectivamente, Althusser y Gramsci (más allá del intento de Althusser de copiar la temática de la "organización de la cultura" mediante los mucho menos atractivos "Aparatos Ideológicos del Estado" que tanto daño hicieron al marxismo, como beneficios generaron a los asaltantes de cargos públicos), representan una especie de antítesis desde el punto de vista teórico, aunque Thomas intenta demostrar que la posterior evolución de Althusser se acerca mucho más a Gramsci, de lo que aquel hubiera querido reconocer y de hecho nunca reconoció.
Ubicada la polémica en un plano téorico (concepción sobre el carácter científico del marxismo, materialismo histórico y dialéctico, etc), Thomas sostiene que más allá de su rigurosidad "científica" lo de Althusser termina en una defensa más o menos sofisticada de la "ortodoxia" stalinista (más conocida como DIAMAT). Althusser es un adversario "fácil" desde ese punto de vista, aunque muy fuerte por su peso en la intelectualidad británica y francesa.
Hemos planteado acá, que Gramsci fue el impulsor de una "ortodoxia que no fue", rescatando algunos de sus planteos en el plano filosófico.
Sin embargo, el rescate de tales planteos por los gramscianos suele hacerse junto con la reproducción de ciertos lugares comunes, de los cuales Thomas sostiene uno bastante conocido: la oposición de "materialismo dialéctico" y "filosofía de la praxis", transformando a cualquiera que utilice la primera expresión en un partidario de la metafísica stalinista de las "leyes más generales" que regirían desde la composición de la 9ª de Beethoven hasta la digestión de un sandwich.
Sin embargo, el rescate de tales planteos por los gramscianos suele hacerse junto con la reproducción de ciertos lugares comunes, de los cuales Thomas sostiene uno bastante conocido: la oposición de "materialismo dialéctico" y "filosofía de la praxis", transformando a cualquiera que utilice la primera expresión en un partidario de la metafísica stalinista de las "leyes más generales" que regirían desde la composición de la 9ª de Beethoven hasta la digestión de un sandwich.
En particular, cuando reivindica a Gramsci y su rescate del planteo de Antonio Labriola del marxismo como una concepción del mundo independiente de las restantes "cosmovisiones", Thomas señala que aunque Trotsky fuera lector de Antonio Labriola (antecedente de la posición de Gramsci en muchos aspectos), está muy próximo a la posición "filosófica" del stalinismo.
Y aquí se vuelve a caer en otro vicio gramsciano (aunque no tanto de Gramsci): la "traducibilidad de los lenguajes", que permitiría a Gramsci dialogar con Croce pero superarlo dialécticamente en su relectura del marxismo, no se aplica a ningún otro pensador. Del mismo modo, la posibilidad de resignificación de viejos términos en un discurso teórico nuevo se aplica solamente a Gramsci, lo cual permite sostener todas sus "apropiaciones" de términos y conceptos provenientes de tradiciones no marxistas. Por eso, cuando comentan las Tesis sobre Feuerbach, los gramscianos suelen hacer hincapié en la praxis (lo cual es correcto) pero no en el concepto de "nuevo materialismo" (lo cual es incorrecto).
Según esta forma asimétrica de entender la teoría, cuando Gramsci habla del momento "ético-político" hace una "traducción" genial, pero cuando Trotsky habla de "dialéctica materialista" o "materialismo dialéctico" estaría hablando de lo mismo que Stalin o sea que que es lo mismo quien se pregunta por las afinidades del marxismo con el darwinismo y el psicoanálisis y establece puntos de contacto sin plantear relaciones mecánicas que aquellos que se dedicaron a desfigurar el marxismo como un conjunto de leyes que garantizaban la infalibilidad de la burocracia.
Por razones de espacio resulta difícil profundizar suficientemente en el asunto en este post, pero creo que en líneas generales la oposición entre "materialismo" (sea "materialismo dialéctico" o "dialéctica materialista") y "filosofía de la praxis" es más o menos estéril, por varios motivos.
En primer lugar porque cuando Gramsci dice que hay que hacer hincapié en el término "histórico" de la expresión "materialismo histórico", desconoce la reivindicación de un "nuevo materialismo" por Marx. En este contexto, desde el punto de vista teórico, el materialismo es condición de posibilidad para la praxis (recordemos la crítica de Marx al "lado activo" del idealismo alemán).
En segundo lugar porque en Gramsci hay una cierta tensión entre la utilización de la mediación de la praxis y la del lenguaje en la construcción del conocimiento. Esto que correctamente apreciado aparece como las limitantes históricas de la construcción de un discurso científico en lucha por la objetividad, requiere una relectura desde el prisma del marxismo clásico.
Si solamente hablamos de praxis, caemos en una concepción "expresiva" similar a la de Korsch, de las relaciones entre teoría y práctica. Pero haciendo hincapié en el carácter "metalingüistico" de ciertos conceptos (por caso, la objetividad), podemos caer en una concepción meramente semántica de la teoría. Si bien Gramsci se mantiene más o menos equidistante de ambos extremos (o más o menos cerca de ambos, según se mire), lo cierto es que después de años de sobreabundancia de los enfoques "linguísticos", su propia tendencia en tal sentido debe ser releída bajo la óptica del Marx de La Ideología Alemana, que junto con Engels se propuso construir un discurso polémico y a la vez científico, que partía de la desmitificación del discurso filosófico y llegaba a la redefinición de la concepción de la historia, la teoría y la relación del género humano con la naturaleza.
Por último, porque el criterio de "apelar al hombre para constatar la realidad y materialidad del mundo" (cito de memoria) con que Gramsci rescataba una conocida frase del Anti-Dühring, si bien correcto en cuanto que la ciencia es una actividad humana, debe ser limitado en tanto todo humanismo conlleva un cierto "antropocentrismo" poco compatible con los desafíos que plantea la realidad de la crisis ecológica, que supone la necesidad de redefinir las relaciones entre la "segunda naturaleza" y su madre original, incluso para un movimiento histórico que no esté en condiciones de resolver ese problema en lo inmediato.
En suma, no se trata solamente de leer a Gramsci después de Althusser, sino de leer a Gramsci después de todo el Siglo XX y sus consecuencias históricas y teóricas.
Continuará.
Si solamente hablamos de praxis, caemos en una concepción "expresiva" similar a la de Korsch, de las relaciones entre teoría y práctica. Pero haciendo hincapié en el carácter "metalingüistico" de ciertos conceptos (por caso, la objetividad), podemos caer en una concepción meramente semántica de la teoría. Si bien Gramsci se mantiene más o menos equidistante de ambos extremos (o más o menos cerca de ambos, según se mire), lo cierto es que después de años de sobreabundancia de los enfoques "linguísticos", su propia tendencia en tal sentido debe ser releída bajo la óptica del Marx de La Ideología Alemana, que junto con Engels se propuso construir un discurso polémico y a la vez científico, que partía de la desmitificación del discurso filosófico y llegaba a la redefinición de la concepción de la historia, la teoría y la relación del género humano con la naturaleza.
Por último, porque el criterio de "apelar al hombre para constatar la realidad y materialidad del mundo" (cito de memoria) con que Gramsci rescataba una conocida frase del Anti-Dühring, si bien correcto en cuanto que la ciencia es una actividad humana, debe ser limitado en tanto todo humanismo conlleva un cierto "antropocentrismo" poco compatible con los desafíos que plantea la realidad de la crisis ecológica, que supone la necesidad de redefinir las relaciones entre la "segunda naturaleza" y su madre original, incluso para un movimiento histórico que no esté en condiciones de resolver ese problema en lo inmediato.
En suma, no se trata solamente de leer a Gramsci después de Althusser, sino de leer a Gramsci después de todo el Siglo XX y sus consecuencias históricas y teóricas.
Continuará.