miércoles, 18 de marzo de 2009

La crisis capitalista mundial, su impacto en Neuquén y la respuesta de los sindicatos

Por Esteban Vedia

¿Quién paga los platos rotos?

Sin lugar a dudas, los efectos de la crisis capitalista mundial se están sintiendo en la región. En primer lugar, lo están sintiendo aquellas empresas directamente ligadas a los capitales extranjeros y al comercio exterior. Las primeras son correa de trasmisión de la crisis en tanto están directamente vinculadas a sus casas matrices en EE.UU. y Europa. Las segundas, porque el comercio mundial se está cayendo en picada, en los últimos meses las importaciones y exportaciones se derrumbaron entre un 30 y un 40%. A nivel nacional ya son alrededor de 1200 las empresas que pidieron la apertura de procesos judiciales para poder suspender o despedir empleados, los cuales suman ya 32.000[1], en nuestra región esto se expresa en los despidos y suspensiones masivas de la industria petrolera.

El otro efecto inmediato de la crisis mundial es la desaparición del crédito y otras formas de financiamiento. Es sabido que el financiamiento vía crédito o emisión de bonos es la forma de en que los Estados (nacionales o provinciales) cubren su déficit fiscal: en condiciones normales, la diferencia entre los ingresos y los egresos, se cubre con deuda. Este detalle no es menor, porque buena parte de las provincias argentinas cerraron sus ejercicios fiscales con déficit. A esta ‘sequía crediticia’ responde la medida de los Kirchner de estatizar los fondos de las AFJP, garantizándose así la nada despreciable suma de 74.000 millones de pesos para la “caja” del gobierno. Pero en las provincias esto no es igual de sencillo, o en todo caso, por ello no está en la cabeza de ningún gobernante destinar ni un solo peso a la recomposición salarial de los docentes y estatales. Esta sequía de financiamiento es la base real sobre la cual se asienta la repetida respuesta de Sapag y Saiz: no hay plata. Por otro lado, hay que reconocer que la política de “no hay plata” puede ser más o menos mentirosa, en tanto los presupuestos tienden a exagerar los egresos y depreciar los ingresos, para lo cual recurren a todo tipo de maniobras contables y financieras[2]. Sin embargo, como tendencia, más temprano que tarde, la crisis económica se traduce en crisis fiscal, en este sentido es que los gobiernos quieren bajar al mínimo sus riesgos.

También es sabido que los sueldos de los docentes y estatales son los que más han quedado desfasados con respecto a la inflación (sin nombrar a los trabajadores no registrados que suman el 40% de la fuerza laboral argentina y que ni entran en la estadísticas).

Esta es la contradicción: por un lado la inflación alienta el reclamo salarial, por el otro los cambios en la economía mundial dieron por tierra con el esquema de los últimos años, por el cual los trabajadores obtuvieron aumentos salariales, aunque muy por debajo de los aumentos de precios. Se han achicado los márgenes de maniobra de los gobiernos. ¿Pero cual es la actitud de los sindicatos a este cambio de situación? ¿Cómo analizan la crisis y que respuestas dan?

Pereyra: salarios por empleo.

Según las declaraciones de Guillermo Pereyra, secretario general del Sindicato de Petroleo y Gas Privado de Neuquén, Río Negro y La Pampa, ya son 3.000 los trabajadores petroleros suspendidos por las empresas, amparadas bajo los “procedimientos preventivos de crisis”[3] que firmaron con el Sindicato. Según este esquema, la crisis estaría generada por los “costos salariales” excesivos con que operan las empresas, o lo que es lo mismo, por la disminución de la plusvalía[4] extraída a los trabajadores. Este es el argumento central que el conjunto de las empresas, a nivel mundial, están usando para descargar la crisis sobre las espaldas de los trabajadores. Con ese mismo argumento en EE.UU. ya se han destruido 3 millones de empleos en los últimos meses. Concretamente, el Sindicato de los petroleros está siendo correa de trasmisión de esta ideología patronal que dice con total cinismo que la culpa de la crisis la tienen los trabajadores que han obtenido aumentos salariales desmedidos. Análisis que es falso, en tanto y en cuanto, confunde las fluctuaciones en la producción de la plusvalía (cuanto valor le extraen en distintos momentos los capitalistas a los trabajadores) con las decisiones empresarias sobre inversión, las cuales tienen que ver sobre todo con el mercado (cuanto pueden vender), la producción (si están produciendo al máximo o no) y si pueden obtener financiamiento para nuevas inversiones, lo cual reconocen las mismas empresas diciendo que se cortaron los ‘circuitos de financiamiento’. Culpar a los trabajadores de la crisis, es decir, buscar que sean ellos quienes paguen los platos rotos, además de ser falso, porque el neoliberalismo, mundialmente, significo un aumento de la explotación de los trabajadores, tiene terribles consecuencias políticas, ya que busca que los trabajadores acepten mansamente que sean ellos los patos de la boda. Por otro lado, refuerza la política de las patronales de aumentar la explotación de los trabajadores (aumentar la tasa del plusvalor[5]) durante y después de las crisis. Por último, si la crisis tiene la magnitud que todos los analistas auguran, es decir, una magnitud igual o mayor a la depresión de 1929-1933, y aunque no tuviera esa magnitud, los despidos y suspensiones no van a frenarse porque se acepten rebajas salariales, esto sólo va significar la miseria de los suspendidos y despedidos y el aumento de explotación de los que permanezcan adentro. Esa política patronal de Pereyra y cia. sólo ha llevado a que se desarticulen las posibilidades de una respuesta general de los trabajadores, profundizando la división y desmoralización de los trabajadores.

CTA: aumento del consumo.

La repuesta y explicación de la CTA Neuquén es distinta a la de Pereyra, en primer lugar porque la CTA Neuquén viene, mal que mal, llevando adelante algunos conflictos en defensa de los salarios o el empleo, como el caso de los docentes o de los trabajadores de la salud pública. Esta resistencia, por más mínima y descoordinada que sea contrasta con la propia actitud de la CTA en gremios de la industria, como el del neumático, por ejemplo, donde viene aceptando suspensiones y despidos.

Tomemos los dichos de su secretario general, Horacio Fernández. En primer lugar, para él, “los grupos dominantes en nuestro país sobreactúan las consecuencias de la crisis económica global”. Ya que mientras las empresas embolsaron fabulosas ganancias durante el último periodo, los salarios, de conjunto, permanecieron en índices inferiores a los del 2001.[6] Y correctamente agrega: “no podemos aceptar la extorsión que ya vivimos en la década del 90 cuando con la promesa de conservar puestos de trabajo querían que se tolerara cualquier tipo de precariedad laboral, baja de salarial y disminución de las condiciones de empleo.” Acá hay que separar dos cuestiones: por un lado la correcta definición de que la crisis no la debemos pagar los trabajadores, por el otro la supuesta “sobreactuación” de la burguesía. Este mismo argumento se le ha escuchado a distintos dirigentes y referentes de ATE y ATEN, generalmente acompañado de comentarios, of the record, de que “si hablamos de crisis, los compañeros se asustan…”. Esta posición, para decir lo menos, es completamente engañosa y peligrosa. Primero porque la crisis en desarrollo, según TODOS los analistas y gobiernos del mundo, va a tener proporciones históricas, y agregamos, catastróficas, las cuales ya se están viendo: perdida de empleos a nivel mundial, retracción de comercio y desvalorización de activos, etc. No decir esto a los trabajadores, ocultárselos, no es sólo perjudicial y peligroso, sino beneficioso para la clase dominante: la primer medida para enfrentar la crisis, como dice Fernández, para no aceptar el chantaje, es esclarecer ente los trabajadores la magnitud histórica de ésta y como los gobiernos y las patronales se preparan para descargarla sobre las espaldas de los trabajadores. El argumento de la ‘sobreactuación’ podría ser parcialmente cierto en cuanto a las finanzas públicas, pero como dijimos antes, todo indica que tarde o temprano la crisis económica repercutirá en las cuentas de los Estados y ningún ‘dibujo’ contable va a poder tapar esto. En este sentido la actitud de Sapag es más de prevención que de sobreactuación: se ubica como representante del conjunto de los intereses de la clase dominante. También es incorrecto, en segundo lugar, porque Fernández quiere plantear una contradicción entre altas ganancias y crisis capitalista. Esto es falso: el capitalismo recompone su tasa de ganancia[7] por medio de las crisis y, en el siglo XX, las guerras. Las crisis son parte del capitalismo, el capitalismo se desenvuelve por medio de crisis, cada una más terrible y destructiva que la anterior, es más, por este medio el capitalismo amplía la esfera de su dominio, en consecuencia, altas ganancias y crisis no son contradictorias de manera absoluta: a los capitalistas les importa no solo el cúmulo de sus ganancias (la masa de las ganancias), sino, y a veces de manera preponderante, cuanto ganan en relación al capital invertido (la tasa de ganancias). Por ello, por ejemplo, en la industria automotriz, despiden y suspenden pero, todavía, no cierran, porque superexplotan a los que permanecen trabajando. Y cuando cierran lo hacen porque ya no les conviene, o no pueden, explotar a los trabajadores bajo las condiciones actuales: esperan a que el tiempo mejore.

Ahora bien, la posición de Fernández y otros analistas, en cuanto al análisis de la crisis apunta, básicamente a plantear que de esta se sale redistribuyendo la riqueza, dice Fernández: “de la crisis no se sale subsidiando grupos empresarios y bancos. El mercado interno y la economía avanzan si lo que se subsidia es la demanda. Es decir hay que poner los recursos en los bolsillos de los sectores populares”. Para lo cual plantea una “asignación universal” para los niños y jóvenes, aumento de jubilaciones y de salarios. Obviamente no podemos estar más que de acuerdo con cualquier avance material que consigamos los trabajadores con lucha y organización, pero decir que con esas medidas de ‘subsidio de la demanda’, ‘avanza el mercado interno’ y ‘se sale de la crisis…’ es completamente erróneo. Supone, en primer lugar, que el único origen, o la causa principal, de la crisis es la diferencia entre producción y consumo, que hay un saldo de bienes de consumo que si se venden, permitirían reactivar la economía. En primer lugar este argumento es incorrecto porque supone que en una situación de crisis, en donde las ganancias declinan, una redistribución significativa del ingreso nacional, que no puede salir más que de las ganancias de los capitalistas, no repercutiría sobre los niveles de empleo o inversión. Error. Supone que los capitalistas, en un contexto de crisis, de declinación de las ganancias, aceptarían aumentos de los salarios o de impuestos, al tiempo que mantendrían tasas de inversión altas para seguir desarrollando la producción. Imposible, Fernández y todos sabemos que la producción capitalista tiene un solo fin: el lucro. Si las ganancias no crecen, no invierto y punto (así piensan los capitalistas). En segundo lugar, este tipo de explicaciones fuerzan conclusiones políticas reformistas sobre el capitalismo, considerando que las crisis pueden tener resoluciones favorables a los intereses de los trabajadores y el pueblo dentro del sistema capitalista.

¿“Nuevo modelo productivo” o nuevo sistema social?

Horacio Fernández continúa planteando que la forma para imponer estas medidas es por medio del paso de la lucha defensiva a la ofensiva y que “tenemos que decidirnos a gobernar nuestros propios destinos”. ¿Cómo? Construyendo la Constituyente Social[8], que luche por un nuevo modelo de sociedad, e impulsando “medidas de acción directa para frenar, sino ganar frente a la emergencia que vive nuestro pueblo”. Es decir, por un lado, la construcción política, por el otro, las luchas por las demandas inmediatas, por la defensa del empleo y el salario, etc. Que, dicho sea de paso, queda en letra muerta cuando, en nuestra provincia, el sistema de salud está en completa crisis, lo que alienta la predisposición a la lucha de sus miembros, los docentes llevan adelante un lucha sostenida por salarios y muchos otros sectores (auxiliares, acción social, Epas, etc.) tienen sus demandas postergadas, y la CTA se abstiene de enfrentar con una lucha general (plan de lucha provincial y unificado) para imponer su programa. Pero de igual manera, tomando solo los argumentos de la central, planteamos que su objetivo es, por lo menos utópico. Plantear que “no habrá una nueva matriz distributiva que termine con la pobreza si lo que no se discute es un nuevo modelo productivo para el país” es decir muy poco. El problema no es “el modelo” sino “el sistema”, y no estamos discutiendo palabritas, las palabras son medios para expresar ideas, conceptos, etc., la “matriz distributiva” en el capitalismo incluye a los pobres, los pobres y la pobreza son uno de los resultados del capitalismo: no puede haber capitalismo sin que miles de millones de seres humanos o bien estén ya en la pobreza, o bien sientan la amenaza cercana de caer en ella; el otro resultado es la acumulación del capital, es decir, los recursos producidos por toda la sociedad, por un puñado de magnates. Y esto no se va a cambiar con la “oposición” de de un “modelo” diferente de sociedad, sino con el levantamiento de millones de personas, con una revolución social que ponga el control de los recursos productivos bajo la dirección de quienes los producen: los trabajadores, que liquide al capital, para liquidar su reverso, la pobreza.

Un programa para enfrentar la crisis.

La CTA nos propone que tenemos que levantar un programa mínimo que incluya aumento de salarios, jubilaciones y un subsidio universal a la niñez y adolescencia. Obviamente, son concientes que para imponer aun estas reivindicaciones hay que poner en pie una fuerza social poderosa, para ellos nos proponen una construcción política de objetables características y de indefinida concreción. ¿Pero el hambre no es un tema urgente? Si pero, en la práctica, la CTA separa la lucha salarial y por las condiciones laborales, que es aquí y ahora, de una futura lucha contra la pobreza. Y como dijimos arriba, divide y fracciona las luchas que hoy se libran contra la pobreza, debilitándolas… cuando no directamente deja pasar los despidos y suspensiones como en la industria.

Los capitalistas y sus gobiernos sólo conocen una ley: la fuerza. Sólo si sienten la posibilidad de perderlo todo es que otorgan algo. Por ello, para enfrentar la crisis hay que unificar las luchas y levantar un programa para que no la paguemos nosotros: nacionalización sin pago de las empresas petroleras, expropiación de los terratenientes y capitalistas agrarios, no pago de la deuda externa nacional y provincial, expropiación y puesta en funcionamiento bajo control obrero de toda empresa que cierra y despida, etc., medidas que no sólo indiquen donde esta la plata para salud, trabajo y educación, sino den una perspectiva superadora a las luchas salariales y en defensa del empleo, un objetivo que una el “aquí y ahora” de la lucha salarial, de la defensa del empleo, de los objetivos que los trabajadores están dispuestos a defender, con la perspectiva de una lucha anticapitalista. Que las luchas mínimas se transformen en luchas revolucionarias depende no solo del programa, sino de las circunstancias, la experiencia acumulada, la magnitud de la lucha y de la dirección; que las luchas por demandas básicas triunfen depende de un correcto análisis de la situación, de un programa y una organización que plantee una salida favorable al conjunto de los trabajadores -que logre “el apoyo de la comunidad”- y de una actitud combativa; que luchas salariales triunfen en un contexto de crisis capitalista depende de que trasciendan el marco corporativo y sindical, y logren articular “su” lucha como una causa de “todos”, que los gobiernos prefieran dar “algo” para no “perder todo”. El análisis, la política y la práctica de la dirección de la CTA no abonan ninguna de estas posibilidades, si las luchas actuales terminan en triunfo, no será por obra de su orientación, sino de la abnegación militante de los trabajadores y trabajadoras.



[1] Miguel Ángel Fuks, “Fantasmas bastante reales amenazan con la recesión”, Diario Río Negro, Suplemento Económico, 15/03/09, edición on-line.

[2] Estas maniobras las demostró ampliamente el economista Juan José Gonzáles en su análisis del Presupuesto de Neuquén para el año 2009, el cual se puede escuchar en www.oyr.org.ar

[3] Recordemos que estos “procedimientos preventivos de crisis”, incluidos en la ley de quiebras durante el gobierno de Menem, permiten que la burocracia sindical negocie despidos y suspensiones, facilitando los medios para que las empresas le hagan pagar a los trabajadores los costos de las crisis. Recordemos también que bajo este paraguas legal la patronal de Zanon intento despedir a mas de 200 trabajadores allá por el 2001…

[4] La plusvalía, como explicara Marx, es la parte de la jornada laboral que el trabajador trabaja para el capitalista pero que no obtiene ninguna remuneración a cambio, es trabajo no pago o plusvalor que el obrero cede sin obtener nada a cambio. En ella se origina la ganancia de los capitalistas y la miseria relativa de los trabajadores.

[5] La tasa del plusvalor mide la relación entre el trabajo pago y el impago dentro de la jornada laboral.

[6] Horacio Fernández, “Editorial: ganarle al hambre y construir un nuevo modelo de sociedad”, Memoria 2008, CTA Neuquén, s/f, p. 2. A continuación, y hasta que no se indique lo contrario, las citas provienen de la misma fuente.

[7] La tasa de ganancia es la relación entre la plusvalía y el conjunto del capital “adelantado” como salarios (capital variable) y medios de producción (capital constante) y en el capitalismo, por su naturaleza al desarrollo de las fuerzas productivas, tiene una tendencia a la declinación: mientras mas aumenta la acumulación más bajan las ganancias en proporción al capital invertido, las crisis, vienen a poner orden (de manera brutal, o sea capitalista) a esta situación por medio de la desvalorización-destrucción masiva del capital (constante y variable).

[8] La política de “constituyente social” de la CTA ya ha sido criticada tanto en La Verdad Obrera (nacional) como en su versión del Neuquén y Alto Valle, a esas criticas nos remitimos.

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