En este artículo escrito con Fernando Rosso, reflexionamos sobre la confluencia
relativa de la temática del Estado integral (o ampliado) y el cesarismo en
Gramsci y los análisis sobre la estatización de los sindicatos y el
bonapartismo en Trotsky. Esta cuestión tiene a su vez relación con la
actualidad de la teoría de la revolución permanente en nuestros días, dadas las
condiciones de generalización de ciertas características
"occidentales" en la estructura de los estados, sobre lo que
reflexionamos luego en este otro artículo.
Una de
las cuestiones que pude constatar a partir de los debates de la Conferencia de Historical Materialism realizada en Londres entre el 6 y el 9
de noviembre pasados, es precisamente la relativa popularidad que la categoría
gramsciana del Estado integral (en los 70/80 estado "ampliado") tiene
entre los intelectuales marxistas académicos angloparlantes, por influencia del
libro The Gramscian Moment de Peter D. Thomas, publicado en
2009.
Esta
categoría también se destaca en los estudios gramscianos en otros idiomas, como
puede verse en el libro Horizontes
Gramscianos publicado el año
pasado en México por Massimo Modonesi.
Y por
casualidad (o porque el desarrollo de los estudios gramscianos supera desde hace tiempo el enfoque de Togliatti) en ese libro hay un artículo de A. Morton sobre la
espacialidad de la revolución pasiva, que coincide en líneas generales con lo
que habíamos escrito acerca de la confluencia entre Trotsky y Gramsci a propósito
del análisis de las "tendencias estatizantes".
Pero
las dos orientaciones (generalización del uso de la categoría de Estado
integral y rescate de la confluencia entre Trotsky y Gramsci sobre la cuestión
de los "desarrollos estatizantes") no necesariamente confluyen o
mejor dicho, pueden abrir diferentes direcciones de análisis teórico y también
de posicionamiento político.
Sucede
que en muchos casos, cuando se habla de Estado integral, se hace mucho hincapié
en la cuestión del "consenso". Es decir, se habla de un Estado más
"hegemónico", en el que el entrelazamiento entre "sociedad
civil" y "sociedad política" impide una estrategia de toma del
poder por la clase obrera sin un largo período previo de conquista de relación
de fuerzas. De esta forma, se transforma al Estado integral en un Estado "consensual" (lectura unilateral que por ejemplo se contradice con la lectura de Gramsci sobre la "ampliación" de la policía).
Pero el aspecto consensual no agota el análisis de la cuestión del
poder estatal. Si se pierde de vista el aspecto de "coerción", se
puede caer en posiciones "pacifistas" que transformen la lucha política
en lucha cultural o electoral pero naturalicen o invisibilicen la violencia
estatal y la necesidad de enfrentarla. Pero esa violencia siempre vuelve (o nunca se va), para recordarnos que la "cuestión del Estado" es un problema que sobrepasa la teoría.
Tal es
el caso de lo que viene sucediendo en Francia con el asesinato por parte de la policía
de Rémi Fraisse y la posterior represión a la juventud y el movimiento
estudiantil, con dos focos muy bien definidos: la banlieue de las afueras de Paris, en especial St. Denis, donde
la policía montada y el CRS (grupo especial de represión a las protestas)
impiden que los estudiantes de origen inmigrante mayoritariamente árabe y africano realicen protestas en
sus colegios; y Toulouse, cerca de la cual fue asesinado Rémi Fraisse y en la que viene
creciendo el movimiento estudiantil contra la violencia policial, donde
recientemente fueron detenidos 21 estudiantes que van a enfrentar juicios en breve,
entre ellos el compañero Gaëtan, estudiante de la Facultad de Mirail y
militante del NPA.
Este
accionar del Estado en la coyuntura francesa actual (en un contexto de bajísima
popularidad de Hollande), está amparado por el "marco constitucional"
francés. Con toda su verborragia republicana, es el que sienta las bases para
una naturalización de la violencia estatal. Por ejemplo con la regulación de
las manifestaciones callejeras, que se remonta a las reconfiguraciones
bonapartistas del poder estatal francés en los años 1934-36 en que la extrema
derecha primero y los obreros después, ocuparon las calles; como señala Philippe Alcoy en su artículo inédito "A propos de les grèves de 1936".
No sólo hay que pedir permiso al Estado (que puede
prohibirla) para hacer una manifestación, sino que la participación en manifestación
prohibida es parte de los delitos incluidos en el código penal.
La fortaleza del Estado
en "Occidente", entonces, no solamente se basa en el consenso resultante del entrelazamiento de sociedad
política y sociedad civil, sino también o sobre todo en la fortaleza del
aparato represivo como representante de la autoridad del estado (por eso los
medios en Francia no dicen "policía" sino "fuerzas del
orden"). Un orden sin progresismo para los que saquen los pies del plato,
en especial los habitantes de la banlieue que deben vivir en un "estado de excepción"
donde la policía tiene la suma del poder público.
La
vieja temática de Oriente/Occidente se resignifica en este contexto, ya que si
bien en líneas generales se puede decir que el Estado en "Occidente" está
basado en algo más que la dominación pura y dura, esta característica a su vez
fortalece y refuerza la coerción. Por eso, hay que tener en cuenta otro aspecto
de la diferencia entre los estados de Oriente y Occidente en su momento señalada
por Trotsky en sus Lecciones
de Octubre: Los bolcheviques enfrentaron en Rusia un Estado burgués que
entre febrero y octubre de 1917 no había tenido tiempo de conformarse, mientras que en Europa occidental el Estado se basaba (se basa) en relaciones de fuerzas mucho más consolidadas.
Y la
misma resignificacion debe hacerse con la temática del Estado
"integral" o "ampliado", ya que la "estatización de la
sociedad civil", no se limita a los mecanismos de consenso y cooptación,
sino que incluye el reforzamiento y la sobre extensión del aparato estatal, de
forma tal que el Estado integral no se contrapone sino que incluye y refuerza
al Estado-gendarme.
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