jueves, 28 de noviembre de 2013
martes, 26 de noviembre de 2013
El nuevo gobierno, el nuevo escenario y la izquierda
La “patria analítica” ya dijo bastante sobre los cambios en el gabinete del gobierno nacional y sus efectos sobre la coyuntura. Más complejo es pensar en qué medida se dio un cambio cualitativo en el carácter del gobierno y cuáles son las tendencias y relaciones fuerzas en el escenario político a mediano plazo.
Completo, acá.
jueves, 21 de noviembre de 2013
El FIT, "movimiento popular" o hegemonía obrera
El debate sobre la experiencia de un sector de la clase trabajadora argentina con el peronismo ha ido creciendo al calor de la emergencia del FIT y sus buenos resultados electorales. Y si bien alertamos contra las tendencias mediante las cuales el régimen intenta "integrar" a las expresiones antisistema, también planteamos que el modo más efectivo de combatirlas es utilizando el peso político logrado en función de la conquista de posiciones estratégicas, para ganar influencia real y creciente en la amplia vanguardia obrera; ya que la buena elección del FIT expresa a una franja de trabajadores que se inclinaron hacia la izquierda clasista.
La reflexión sobre las tareas del Frente de Izquierda conlleva a su vez un componente de prefiguración del futuro desarrollo del movimiento de la clase trabajadora y su relación con los otros sectores populares oprimidos, cuáles serán los alcances de los elementos de ruptura con el peronismo, a través de qué formas organizativas y políticas se expresará, etc.
En este sentido, nos interesa profundizar algunos aspectos de lo que se plantea acá, sobre la propuesta de los compañeros del PO de poner en pie "un nuevo movimiento popular, esta vez bajo las banderas del socialismo".
En la historia del marxismo, la relación pueblo-clase obrera es un eje de la interpretación del desarrollo histórico de las revoluciones (esquematizado con gran inteligencia por León Trotsky en Resultados y Perspectivas, en la comparación entre 1789, 1848 y 1905) así como de los problemas estratégicos acerca de la alianza de clases a establecer y el rol de la clase obrera en la misma. Cuando el stalinismo impone la "teoría" de los Frentes Populares, impone asimismo una restauración de la vieja teoría menchevique de alianza con la burguesía democrática y revolución por etapas, pero también una relativa restauración del populismo y su dilución de la clase obrera en el pueblo. Sobre estas bases se desarrollaría luego el "eurocomunismo" en la segunda posguerra, con el que tiene elementos de continuidad el "posmarxismo".
Desde las Montoneras hasta el peronismo, los "movimientos populares" son considerados la "forma" por antonomasia de los movimientos históricos argentinos. Este tipo de enfoque subsume el rol de la clase obrera y más en general la existencia de la división de clases, al servicio de la justificación histórica de diversas variantes de alianzas de conciliación de clases. De ahí que sea un lugar común la idea, instalada por el peronismo y sofisticada por intelectuales de izquierda como Portantiero y Aricó, de que la clase obrera en la Argentina se constituye como clase al mismo tiempo que como integrante del "movimiento nacional" peronista. Se identifica el surgimiento de la clase justo con el mismo momento en que perdía su identidad diferenciada y quedaba subordinada a un “movimiento nacional y popular”, por un largo periodo histórico; movimiento que avanza a pasos agigantados en su "domesticación".
El período del movimiento obrero previo al surgimiento del peronismo, que engloba las experiencias del anarquismo, socialismo y comunismo, si bien deja valiosas lecciones para la estrategia del proletariado y duró casi lo mismo o más que el "ciclo peronista" (si contamos desde las primeras sociedades obreras hasta las huelgas de la carne de 1943), aparece como un período en el cual el movimiento obrero actúa como un factor independiente (sin perder de vista el desarrollo creciente de sectores más proclives a la subordinación al estado expresado en la corriente "sindicalista"), pero sin hegemonía, es decir, sin un rol dirigente respecto de los restantes sectores oprimidos, en especial las capas medias urbanas (con la excepción de las alas izquierdas que surgieron en la Reforma Universitaria). Y esto era relativamente lógico porque las corrientes predominantes no tenían una estrategia "hegemónica": El PS era puramente parlamentario, los anarquistas eran muy combativos pero tenían una concepción más cercana al "populismo", el PC, a pesar de su gran rol en la organización de la nueva clase obrera durante los años '30, lo hizo bajo una orientación general ultraizquierdista, que después vira al Frente Popular con la "burguesía democrática" y los "sindicalistas" se integraron en el peronismo.
Resumiendo, en la teoría estamos frente a una retrogradación de carácter histórico en la cual de la teoría de la hegemonía proletaria entendida esta como predominio social y político del proletariado, se pasó a una concepción de "bloque popular" y "hegemonía sin determinación de clase".
En la historia argentina, estamos frente al dilema del movimiento obrero que actúa como sujeto de lucha, pero no logra ser hegemónico y su falsa superación por un "movimiento nacional-popular" en el que se diluye la clase obrera y su peso social en un "movimiento" más amplio, cuya unidad se suelda desde arriba con una identidad política. La resolución de esta oposición, difícilmente pueda darse bajo las formas "populistas" impuestas por el peronismo, pero con una identidad política "socialista". En este sentido, la formulación del PO, que a simple vista aparece como más "hegemónica", conlleva el peligro de que sin definición de un anclaje de clase, resulta en algo contrario a la hegemonía (proletaria).
Para que la izquierda revolucionaria pueda realmente poner en pie un movimiento profundamente "popular y nacional" (en el sentido de no corporativo); carácter que tiene que tener todo movimiento social que pretenda protagonizar una revolución, es necesario que la clase trabajadora se proponga dirigir al resto del pueblo.
Como planteamos en su momento acá, la "hegemonía" no la garantiza un partido que se atribuye tener el "punto de vista" de la clase obrera (como pensaban, más allá de sus diferencias de tiempo, lugar y posiciones específicas, Gramsci, el General Giap y el Che Guevara), sino que implica que la clase obrera ejerza el liderazgo real de los oprimidos a través de una alianza social, que a su vez tiene expresión política en un partido revolucionario que promueve esa alianza como parte de una estrategia conciente. En este contexto, un "movimiento popular" que realmente exprese las "banderas del socialismo" no puede pensarse sin el desarrollo de la independencia política de la clase obrera y su rol "hegemónico" respecto de los restantes sectores oprimidos, para lo cual la lucha por una nueva "identidad" política en la vanguardia de la clase obrera, no puede desligarse de la conquista de "centros de gravedad" (recuperación de comisiones internas y sindicatos) e instancias de coordinación ("sovietismo") como dos aspectos centrales de una estrategia para vencer.
Del actual apoyo de sectores obreros y populares al Frente de Izquierda, pueden desprenderse dos alternativas: la de hacer una izquierda amplia tipo Syriza (como ya están pidiendo los que antes decían que el FIT era un acuerdo de pequeñas iglesias y ahora de pronto descubrieron todas sus virtudes) o la de avanzar en el debate sobre cómo construir un partido revolucionario, ligado estrechamente al desarrollo de la experiencia de ruptura de sectores de la clase obrera con el peronismo. Porque si no, en vez lograr la hegemonía, se corre el serio riesgo de ser "hegemonizado".
Fernando Rosso/Juan Dal Maso
lunes, 11 de noviembre de 2013
Sobre los estudios gramscianos, el FIT y la "venganza de Juan B. Justo"
(Este post va a cumplir una función necesariamente "aguafiestas", por lo que sus contenidos podrán ser corregidos, limitados y mejorados por otros compañeros y compañeras. No pretende plantear más que una "verdad relativa"....)
Este artículo de Peter Thomas plantea una buena crítica a los que consideran a Gramsci un partidario de la "revolución pasiva" como programa. Contra esa lectura, sostiene que la cuestión de la revolución pasiva es una elaboración parcial y provisoria dentro de una teoría más general de la hegemonía y que lo que le interesa a Gramsci con la idea de "revolución pasiva" es plantear el carácter limitado, incompleto y parcial de las transformaciones históricas de la burguesía. No obstante las objeciones que pueden realizarse a este tipo de lectura (ver por ejemplo, acá, algunas de las consecuencias teóricas de la tendencia a generalizar los mecanismos de revolución pasiva), resulta interesante y además obliga a releer algunos pasajes de los Cuadernos de la Cárcel.
Sin embargo, en la realidad, más allá de la cuestión teórica, los mecanismos de revolución pasiva, o que extraen la lógica de la revolución pasiva y la expresan en realidades más módicas que la formación tardía de Italia, Alemania y Japón, han sido generalmente eficaces en atemperar por un tiempo las contradicciones del capitalismo. De ahí que sea una tentación de muchos gramscianos, filo-gramscianos, academicistas y un largo etcétera, la de ver "revoluciones pasivas por todos lados". (Recordemos un clásico texto del gramscismo vernáculo)
No habiendo tareas "burguesas" progresivas que realizar contra los vestigios de un régimen anterior, que puedan llevarse adelante sin que la lucha "democrática" se transforme en lucha social y que eso represente un "progreso" (dato característico de las revoluciones pasivas del siglo XIX), lo que queda de la revolución pasiva en el Siglo XX (y el actual) es un mecanismo de expropiación de las demandas populares por la vía de "renovaciones", "modernizaciones" y "recomposiciones" parciales, que preparan el camino a restauraciones más de derecha en su totalidad.
Y en este sentido, mal que le pese a muchos, la "revolución pasiva" termina siendo una confirmación de la Teoría de la Revolución Permanente: las luchas nacionales, populares y democráticas que no avanzan hacia una lucha contra el capitalismo y por el poder obrero, resultan desviadas, contenidas, abortadas y sometidas a restauraciones tendientes a la constitución de un régimen muy parecido al anterior (ver Egipto).
En Argentina, utilizamos el término "pasivización" para referirnos al proceso de retirada de las masas de las calles y expectativa en la resolución por arriba de los problemas, encarnado en su momento por el kirchnerismo después de la crisis del 2001 (en el sentido de que toma la lógica de la revolución pasiva, pero sin su progresividad histórica, según lo que planteamos más arriba). El éxito de esta empresa restauradora tiende a liquidar al kirchnerismo como tal y abrir camino a la vuelta del PJ, como todos sabemos.
Otro punto de vista relacionado con la "revolución pasiva" como programa es aquel que dice que los sistemas políticos tienden a la "homeostasis" o auto-regulación (lo cual es cierto sobre todo si hay una baja lucha de clases). Ligando las dos ideas, la estabilidad del régimen político se constituye sobre la base de expropiar las demandas que vienen de abajo, tanto como de generar actores políticos que llenen los "vacíos" dejados por las crisis previas.
Y en este contexto, pensando en las buenas performances electorales que está teniendo el FIT, tenemos que preguntarnos si no estamos asistiendo a una suerte de "venganza de Juan B. Justo" en la que la izquierda corre el riesgo de terminar siendo el agente involuntario de la "modernización" del sistema político, ocupando los espacios vacantes de la centroizquierda en crisis, que una vez recompuesta, volverá a reclamar lo perdido o el de una izquierda de tipo reformista que aún no puede constituirse en nombre propio, pero que ya tiene voces que reclaman "que se abra el FIT" a otras expresiones "transformadoras".
Sin ánimo de dar carnadura a la imagen de Marx de que "el recuerdo de los muertos oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos", tenemos que ser concientes de que, una vez derrotado el intento de mantener en la marginalidad absoluta al trotskismo, la que se viene es la carta "juanbejustista".
miércoles, 6 de noviembre de 2013
Trotsky, Perón y el derrotero del peronismo
Los dos fueron estrategas militares. Aunque uno de ellos se formó en la "academia" y el otro en la "guerra misma".
Uno fue partidario de la lucha de clases mientras el otro lo fue de la "comunidad organizada".
Los dos contribuyeron a crear Estados con base de masas, aunque con distinto carácter de clase y distinta función en la política internacional.
Uno fue amigo de Diego Rivera y André Bretón, mientras el otro galardonó a Borges con el título de Inspector de mercados de aves de corral.
Uno planteó la inutilidad de un golpe de Estado contra Stalin, porque consideraba que eso afianzaría la burocratización de la URSS, por privilegiar los movimientos del aparato militar por sobre la acción desde abajo de las masas obreras; el otro, secretario de Trabajo y Previsión de un gobierno de facto, elegido luego masivamente por elecciones, se negó a luchar contra el golpe del '55, para "evitar un baño de sangre", cerrando el camino a la acción de esas mismas masas obreras que diez años antes dieran origen al mito de "las patas en la fuente" y lo llevaran el año siguiente a la Presidencia de la Nación.
Los dos vivieron el exilio pero en condiciones muy disímiles y hasta opuestas.
Los dos vivieron el exilio pero en condiciones muy disímiles y hasta opuestas.
Uno volvió a su país para frenar el ascenso obrero que había tenido su precuela en la resistencia peronista, mientras el otro fue asesinado lejos del suyo, por un sicario de Stalin en el único país que le diera asilo.
Uno es el teórico de la revolución permanente, mientras el otro hizo su aporte a las múltiples versiones de la "revolución pasiva".
El realismo político de Trotsky tenía su fundamentación filosófica en la dialéctica materialista. El de Perón, en la cosmovisión aristotélico-tomista.
Ambos pensaron la política de masas, pero con visiones contrapuestas. Trotsky buscó generar las instancias de organización que permitieran la progresión geométrica del movimiento de masas. Perón fue el creador de una rígida contabilidad burocrática, que más allá de los "avatares" progresistas siempre vuelve para demostrar que el peronismo es, en definitiva, una corriente profundamente conservadora.
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