Los anuncios de la suba del mínimo no imponible y la respuesta desde relativamente crítica hasta poco amigable por parte de las conducciones sindicales (como dijo el eterno burócrata Lescano, si en marzo hay aumentos, como correspondería por la inflación, empezamos de vuelta con el círculo vicioso del impuesto al salario más o menos "alto"), muestran que la política del gobierno de atomizar y dividir los sindicatos no logró los efectos de dejar solo a Moyano de cara a las negociaciones paritarias de este año. Por el contrario, la relativa encerrona a la que está llegando CFK (y el destacado garca Ministro Tomada) en su política hacia el movimiento obrero, no ha hecho más que generar una confluencia de hecho entre las distintas centrales sindicales, a lo que se suma que la falta de medidas de acción directa, política compartida entre todos, permita sostener reclamos más o menos parecidos sin que nadie sea acusado de "promover paros políticos".
Como siempre afirman ciertos expertos en "peronología", los burócratas no se sostienen en los sindicatos solamente porque sean una mafia, sino que necesitan también la legitimación de conseguir algo. Desde este punto de vista, en un contexto donde el salario sufre la erosión brutal de la inflación, los posicionamientos de Yasky (que tiene varias provincias con los docentes en pie de guerra, como en Neuquén donde ya está votado el no inicio) y la CGT Balcarce son el resultado de la falta de alternativas del gobierno, que sometió sobre todo a esta última a toda clase de desplantes. Hasta el más alcahuete (o precisamente el alcahuete y oportunista más que cualquiera) tiene el límite de la propia supervivencia. Y sin descartar la posibilidad teórica de que exista alguna persona tan pero tan inocente que se crea todo lo que dice 678, nadie se suicida por "el modelo".
Para no prolongar esta suma de obviedades, deberíamos trazar la hipótesis de si este año, a pesar de estar marcado por los tiempos del calendario electoral, no va a ser un año de más peso del movimiento obrero en la vida política nacional, en el sentido planteado por Eduardo Grüner acá.
Si bien la política de la burocracia es "asustar" con la fuerza social del movimiento obrero sin ponerla en movimiento, esa fuerza social se transluce en cada aspecto de la vida política nacional, que en la coyuntura toma la forma de una discusión por el salario, el mínimo no imponible, las asignaciones familiares, etc, pero que de fondo, muestra que el año pasado se puso en movimiento el verdadero "sujeto peligroso" para la maquinaria capitalista. Y también demuestra que el gobierno no sabe cómo resolver (a favor de las patronales, pero también de su propia supervivencia), una relación con los sindicatos de la que hasta hace muy poco se jactaba (cuando no existía la crisis internacional en el vocabulario K).
¿Será el FIT la expresión política de este cierto resurgir de la clase obrera como actor en el escenario nacional? Lo fue en 2011, siendo la única opción política que levantaba como propios los reclamos obreros, no sólo del sector formalizado, sino de los precarizados, los inmigrantes, las mujeres, los jóvenes superexplotados, el movimiento LGTB y todos los más perjudicados por la política actual.
Durante 2012, las fuerzas del FIT, y en particular el PTS en la jornada del 20N, demostraron su inserción orgánica en sectores activos e incluso claves del movimiento obrero, aunque sea todavía minoritaria. Viendo más allá de la cuestión electoral, el hecho de que la "sucesión" de CFK se vaya a definir dentro del peronismo y la oposición burguesa no tenga en principio ninguna chance de gobernar en 2015, tiene como aspecto positivo la continuidad de la experiencia con el peronismo en el poder, cortada a sangre y fuego en 1976 y reiniciada por el movimiento obrero en los años kirchneristas. Sin embargo, hoy por hoy, no existen expresiones de independencia de clase del proletariado, en el terreno político, que excedan el espectro del FIT.
En esta realidad se basan en mayor parte los compañeros que promueven un desarrollo parlamentario de la izquierda vía el FIT y con la consigna de fondo de "gobierno de izquierda" (versión desmejorada de la táctica de gobierno obrero de la Tercera Internacional).
Sin embargo, si de lo que se trata es de construir una izquierda trotskista enraizada en la clase obrera y sus luchas, en el nivel de desarrollo político actual de la clase trabajadora argentina (que Gramsci ubicaría en el inciso 2 de una esquematización un poco estática pero para nada inútil), esto no puede hacerse sin levantar decididamente la bandera de la independencia de clase, no como un etapa previa distinta a la influencia política socialista, sino como la forma inicial de ésta.
Desde este punto de vista, el proceso de discusión de caras a la conformación de un Instrumento Político de los Trabajadores en Bolivia, resulta particularmente alentador y debe ser ampliamente difundido, junto con la pelea que estamos dando los trotskistas al interior de ese debate. No puede descartarse que esté preanunciando algo respecto de lo que se puede venir en la clase obrera argentina en un futuro más o menos cercano. No porque en nuestro país haya en la actualidad tendencias fehacientes a la constitución de un partido de trabajadores basado en los grandes sindicatos, sino porque de profundizarse la experiencia con el peronismo, se planteará cada vez más el problema de la independencia política de la clase obrera, que la izquierda solamente podrá capitalizar contra cualquier variante reformista o burocrática, dando la pelea por esa bandera en los momentos previos. Caso contrario, habrá que enfrentarse después con "los guapos de Cipriano Reyes", como el viejo Reedson.
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