Durante los años 90’, al calor de los ambientes académicos, creció mucho la idea de que el marxismo es una teoría (totalitaria) del cambio social y que nada tiene que ver con la filosofía, salvo el errado interés en Marx por la dialéctica, totalizante y racionalista, que habría reforzado aún más el totalitarismo. Según esta lectura, el marxismo no pasaría, en el plano filosófico, del nivel de una serie de ejercicios escolares.
No obstante este prejuicio instalado, hubo intervenciones que buscaron sacar al marxismo de ese lugar nada agradable. Después de la vuelta de las grande huelgas de 1995 en Francia, Daniel Bensaïd intentaba, con ayuda de Gramsci y Benjamin (y en menor medida de Trotsky) reconstruir los derroteros del debate marxista en Marx Intempestivo. Luego del 11-S y la invasión a Irak, Después de la Teoría de Terry Eagleton intentó dar cuenta del cambio del clima intelectual operado en el comienzo del siglo XXI y planteando la necesidad de volver a ciertos tópicos del marxismo que la intelectualidad había abandonado.
Por una combinación entre el resurgir de la lucha de clases y el desarrollo de la crisis capitalista, las ideas marxistas han recobrado un prestigio que habían perdido en los ámbitos intelectuales tanto como en los del sentido común de masas.
Sin embargo, la tarea que queda es esencialmente reconstructiva. El marxismo necesita recomponerse tanto como corriente política inserta en la clase trabajadora, como corriente teórica y como pensamiento estratégico. Estos tres aspectos, que durante el siglo XX perdieron la unidad que los contenía, entre un stalinismo que liquidaba la teoría y retrocedía en la estrategia la vieja táctica reformista de alianza con la burguesía y un marxismo académico que pensaba sobre estética y filosofía, fueron solamente mantenidos parcialmente en relación por las corrientes trotskistas, muchas de las cuales hoy están en un curso de liquidación del trotskismo como la ex LCR.
O sea que estamos mejor pero no tanto. Y desde este punto de vista, surge la discusión que motiva estas líneas. Es necesario reconstruir un marxismo estratégico, como fue el marxismo de Lenin, Trotsky y la IIIª Internacional y de la IVª Internacional que surgió como alternativa a la burocratización de la IIIª y sigue siendo la única bandera bajo la cual se pueden agrupar todos los que quieran poner en pie el marxismo revolucionario. Sin embargo, el pensamiento estratégico marxista se ejercita en el arte de la conducción de la guerra de clases, pero se nutre de la teoría, que concentra experiencias y las trasciende desarrollando herramientas conceptuales.
Si el gran teórico de la guerra Karl Von Claussewitz no hubiera sido tal sin el bagaje de la filosofía clásica alemana en la que se nutrió, lo mismo se puede pensar de Lenin que en plena guerra mundial estudiaba a Hegel y de esa lectura supo desprender conclusiones teóricas y políticas muy importantes o de Trotsky, que aprovechó el encierro carcelario para estudiar los ensayos de Antonio Labriola, que lo terminaron de ganar para el marxismo.
El artículo que se puede leer
acá, intenta hacer una lectura crítica del legado filosófico de Gramsci situándolo en el contexto de la IIIª Internacional.
Aborda cuestiones centrales en la elaboración filosófica de Marx como la praxis, la objetividad o los alcances de su concepción materialista, pasadas por el tamiz de las reflexiones del comunista italiano, sus limitaciones y aciertos. En términos generales, el artículo intentó hacer hincapié en la tradición del marxismo que entiende a éste como una “filosofía de la praxis” más que como una sofisticación del materialismo de la ilustración. Sin embargo, veo la necesidad de tomar distancia de aquellos que en función de una reivindicación de la “filosofía de la praxis” tienden a construir una caricatura voluntarista del marxismo (Löwy es una suerte de inspirador de esta corriente). Considero asimismo que un acierto de Gramsci respecto de la problemática sobre la objetividad del conocimiento tiene que ver con su incorporación de ciertos aspectos de la lingüística porque introduce el lenguaje como una mediación en la construcción de los conocimientos y por ende de la objetividad real tanto como del concepto de lo que es objetividad. Si bien es muy sugerente la reflexión sobre la “nueva inmanencia” del marxismo, creo que uno de los principales errores de Gramsci es subvaluar la continuidad que el propio Marx trazaba entre su posición y la del materialismo previo, por lo cual está totalmente subestimado en su análisis el concepto de “nuevo materialismo” de las Tesis sobre Feuerbach, algo en lo que los gramscianos no han reparado especialmente, porque suelen tomar como dada la visión del marxismo que tiene Gramsci y la someten a crítica sólo parcialmente.
En suma, este artículo busca retomar algunos tópicos que permitan profundizar la comprensión de la concepción materialista de la historia y está dirigido contra aquellos que, dentro y fuera del marxismo, consideran a éste una mera teoría del cambio de la sociedad, subestimando su dimensión filosófica, lo cual de por sí es una incomprensión del rol de la teoría. A su vez busca polemizar con las lecturas académicas que ubican la reflexión filosófica fuera del ámbito del marxismo revolucionario, mostrando ciertos debates de la IIIª Internacional, que muchos “sabios” de la actualidad, apenas repiten de oído.