viernes, 29 de mayo de 2015

Gramsci y Trotsky: Ciencia política y Estrategia (a propósito de un texto de Carlos Nelson Coutinho)


Para retomar la reflexión que planteamos en distintos momentos desde este blog, sobre las relaciones entre ciencia política y estrategia marxista (ver por ejemplo este viejo post y este otro más reciente), utilizaremos un trabajo de Carlos Nelson Coutinho (reconocido intelectual gramsciano-lukacsiano del Brasil), posteado recientemente en el blog Marx desde Cero y hace unos años en Gramscimanía

En "El concepto de política en los Cuadernos de la Cárcel", Coutinho retoma la cuestión de la ciencia política en los Cuadernos de la Cárcel, señalando algunas  claves de interpretación que a veces no son tenidas en cuenta por los que postulan a Gramsci como un teórico de la "autonomía de la política" sin más. 

-La primera es que Gramsci se ubica desde el punto de vista de la "totalidad" y por eso rechaza una concepción academicista o estrecha de la política. Si bien el eco lukacsiano de tal afirmación es evidente y quizás no sea la forma exacta en que Gramsci plantea el problema, podemos considerar que la concepción de la "nueva inmanencia" como unidad de teoría y práctica y de filosofía, historia y política, consustancial a la praxis política revolucionaria tiene que ver con un punto de vista integral (y por ende que busca la totalidad). 

-En función de lo anterior, Coutinho destaca la concepción gramsciana del "momento catártico" como comprensión de la política en sentido amplio, es decir la política como el momento en que los sectotes subalternos conquistan una conciencia crítica de su propia práctica y la modifican.

-Avanzando en la cuestión más "científica" sobre la base del momento catártico domo definición amplia de política, se constituiría la ciencia política como crítica de la política burguesa y como actividad tendiente a "crear nuevas relaciones de fuerzas". 

-En función de estas definiciones, Coutinho debate contra la interpretación "politicista" del pensamiento de Gramsci, señalando que para éste la política sigue siendo expresión de los conflictos que se dan al nivel de la estructura, por lo que hay una "prioridad ontológica" de la estructura sobre la superestructura que en última instancia establece las determinaciones y condicionamientos de la praxis política. A su vez, destaca un segundo aspecto relevante que es la centralidad de la cuestión de las relaciones de fuerzas en las elaboraciones de Gramsci, que a su vez sería distintiva de su concepción de la ciencia política

-Por último, asocia la cuestión de la ciencia política a la necesidad de establecer una "estrategia especial de transición al socialismo en las sociedades más complejas, occidentales."

Creo que en ese hiato entre la cuestión de las "relaciones de fuerzas" y la de la "transición al socialismo en las sociedades más complejas occidentales" reside una de las principales debilidades de los enfoques de los gramscianos, basados en ciertas ambigüedades del propio Gramsci pero también en una clave de lectura generalizada que contrapone la "guerra de posición" con la "guerra de maniobra". 

En efecto, como señalamos en su momento en un artículo sobre los gramscianos argentinos, la modificación de las relaciones de fuerzas o mejor dicho la creación de una relación de fuerzas favorable, no resuelve como tal la cuestión del poder y en este sentido la ciencia política no reemplaza la estrategia. 

O mejor dicho, si consideramos como central la cuestión de las relaciones de fuerzas en el pensamiento de Gramsci, no se puede postular una "transición al socialismo" sin el momento previo de ruptura revolucionaria, que Gramsci situaba entre el "momento de las relaciones de fuerzas políticas" y el de las "relaciones de fuerzas militares". 

Sin embargo, queda pendiente la pregunta: ¿hasta dónde Gramsci omite deliberadamente la hipótesis "insurreccional" en sus Cuadernos de la Cárcel, hasta dónde la considera un momento subordinado dentro de un proceso más amplio y qué relación tiene esta cuestión con la de la guerra civil en "Occidente", que ya Trotsky había señalado tendría un carácter más de "guerra de posición" aunque no de posicionalismo absoluto?

Si bien hemos destacado en este artículo y en otros posts ciertos pasajes de los Cuadernos en los cuales Gramsci establece una relación entre "guerra de posición" y "guerra de maniobra" distinta a la contraposición rígida, sería necio intentar presentar a Gramsci como un "teórico de la insurrección", dado que sus reflexiones apuntan a comprender, explicar y formular una teoría política que de cuenta de qué hay que hacer cuando la insurrección no está planteada como perspectiva inmediata. 

Por eso, cuando compara la lucha política con la guerra militar señala: 


En la guerra militar, logrado el fin estratégico, destrucción del ejército enemigo y ocupación de su territorio, se da la paz. Es preciso señalar, por otro lado, que para que concluya la guerra basta con que el fin estratégico sea alcanzado sólo potencialmente; o sea, basta con que no exista duda de que un ejército no puede combatir más y que el ejército victorioso "puede" ocupar el territorio enemigo. La lucha política es enormemente más compleja. En cierto sentido puede ser parangonada con las guerras coloniales o con las viejas guerras de conquista, cuando el ejército victorioso ocupa o se propone ocupar en forma estable todo o una parte del territorio conquistado. Entonces, el ejército vencido es desarmado y dispersado, pero la lucha continúa en el terreno político y en el de la "preparación" militar (C1 § 134, en este mismo parágrafo Gramsci distingue, la "guerra de posición", la de movimiento y la subterránea)
No obstante lo sugerente del argumento, parecería que la comparación entre guerra de conquista y lucha política apunta sobre todo a una estrategia de "largo aliento" en la cual el momento específico insurreccional no tiene un peso especial o queda subsumido dentro de un proceso de conjunto. Sin embargo, el famoso parágrafo 17 del Cuaderno 13 señala el "momento" de la relación de fuerzas militares como "inmediatamente decisivo". Por eso del texto anterior surge claramente que no basta solamente con una relación de fuerzas favorable sino que ésta debe ser consolidada como una relación más permanente, "ocupando en todo o en parte el territorio enemigo" y sosteniendo esa "ocupación".

Como señalamos en un reciente artículo escrito con Fernando Rosso, Gramsci ejemplifica la cuestión militar y político-militar con la guerra de liberación de una nación oprimida, que puede ser considerada como el equivalente "nacional" de la guerra civil.  

Si dejamos de lado ciertos enfoques "gradualistas" que hoy por hoy impulsan nuevamente los referentes de PODEMOS y Syriza y volvemos a pensar a Gramsci en su contexto, el de los años de entreguerras, podríamos hacer una lectura más ajustada. 

Porque precisamente es en los años de entreguerras aquellos en los que la sociedad burguesa marcha hacia una extrema politización por un lado y hacia un extremo militarismo por el otro, años en los que al calor de la lucha entre revolución y contra-revoluciones, surgen nuevas formas y actores políticos, nuevas tácticas y doctrinas militares y nuevas teorías de ambas cosas. 

En este contexto, más que como un mero teórico de la guerra de posiciones entendida como una acumulación gradual, Gramsci podría ser considerado como un develador de la "guerra subterránea" sobre la que se estructura el Estado moderno, estructura que exige a su vez una preparación en una escala superior a las experiencias del pasado y que impide cualquier intento de trastocarla por medios puramente "políticos".

Retomando entonces la comparación entre guerra de conquista y lucha política, la "guerra de posición" no sería una simple lucha política acumulativa o defensiva sino parte (sin duda parcial, pero parte al fin) de una estrategia ofensiva contra una clase dominante y un Estado que luchan a la defensiva desde una posición de mayor fortaleza. 

Y aquí vuelve a plantearse la relación entre Gramsci y Trotsky, que es uno de los "núcleos obsesivos" de este blog, para articular las teorías de la hegemonía y la revolución permanente, la ciencia política y la estrategia.

miércoles, 27 de mayo de 2015

La hegemonía débil del "populismo"

27_29 Rosso-01

Por Fernando Rosso y Juan Dal Maso

Descifrar la fisonomía de la “hegemonía débil” de los gobiernos posneoliberales o de los “populismos”, en momentos en los que muestran escasa capacidad de “resistencia” a la avanzada de las derechas, se torna importante no solo para entender la crisis que atraviesan estos proyectos, agotadas las condiciones que permitieron su auge; sino también porque podemos decir que en Latinoamérica estamos asistiendo a un lento, contradictorio y desigual proceso de emergencia de los asalariados.

Introducción

La “hegemonía”, las “revoluciones pasivas” y la “voluntad colectiva nacional-popular” (y en menor medida la de “Estado integral”) fueron algunas de las principales temáticas gramscianas con las cuales un destacado sector de la intelectualidad de izquierda latinoamericana intentara pensar la historia de nuestro subcontinente, sacar conclusiones de las derrotas de los procesos revolucionarios de los años ‘70 y establecer las claves de una concepción de tipo “gradualista” que bien sintetizara José Aricó cuando definía al marxismo de cuño gramsciano como el “punto de partida para pensar la transformación democrática de la sociedad”1.


sábado, 23 de mayo de 2015

SMATA: gravísimo ataque en LEAR

SMATA: gravísimo ataque en Lear

Por Jonatan Ros

Con el aval de la empresa, militantes de la Lista Verde de SMATA, agredieron a Damián González, trabajador reincorporado. En VW otro trabajador reinstalado también sufre ataques de ese sector oficialista.

viernes, 22 de mayo de 2015

Kobayashi y la lucha de clases

Striking railway workers, led by the Japan Communist Party. Tim Shorrock

Reposteo artículo de Jacobin sobre la historia de Takiji Kobayashi y el Partido Comunista Japonés de los años '20 y '30. Como se puede ver en la Correspondencia (1945-1970) entre Yukio Mishima y Yasunari Kawabata, Japón tuvo también vanguardias y movimientos literarios similares a los de Occidente, pero con sus propias características, especialmente los relacionados con grandes procesos sociales (en este caso la revolución rusa y la generalización de la lucha de clases). 

El artículo es sobre la novela Kanikosen, que cuenta la lucha de un grupo de pescadores, novela que ha vuelto a tener vigencia en el Japón actual, marcado por la crisis económica y social. 

Aunque está en inglés, muy recomendable artículo. 

jueves, 21 de mayo de 2015

A hegemonia débil do "populismo" (nota de la revista Ideas de Izquierda Nº 19 publicada en Esquerda Diário)

A hegemonia débil do “populismo”

Decifrar a fisionomia da “hegemonia débil” dos governos pós-neoliberais ou dos “populismos”, em tempos nos quais mostram pouca capacidade de “resistência” ao avanço das direitas, torna-se importante não apenas para entender a crise por que passam estes projetos esgotadas as condições que permitiram seu auge; mas também porque podemos dizer que na América Latina estamos assistindo a um lento, contraditório e desigual processo de emergência dos assalariados.

Introdução

A “hegemonia”, as “revoluções passivas” e a “vontade coletiva nacional-popular” (em menor medida a do “Estado integral”) foram algumas das principais temáticas gramscianas com as quais um destacado setor da intelectualidade da esquerda latino-americana tentou pensar a história do nosso subcontinente, extrair conclusões das derrotas dos processos revolucionários dos anos 1970 e estabelecer as chaves de uma concepção de tipo “gradualista” que bem sintetizou José Aricó quando definia o marxismo de cunho gramsciano como “o ponto de partida para pensar a transformação democrática da sociedade” [1].

domingo, 17 de mayo de 2015

Tomando mate en Londres (inédito a destiempo)

Comparto con los amigos y amigas de este blog una pequeña crónica escrita el 10 de noviembre de 2014, que había quedado perdida en el cyberespacio. Para el recuerdo y las lecturas ociosas del domingo.


Estuvimos unos días en Londres, con motivo de participar en la Conferencia de Historical Materialism, en la que se realizan toda clase de debates teóricos y también algunos debates políticos. 

Tras los muros de la SOAS (Escuela de Estudios Orientales y Africanos) de la Universidad de Londres, libramos una lucha desigual contra la lengua de Shakespeare, que si bien sobrevivió no se la llevó de arriba.

"Esta ciudad es el 'lavadero' de Europa" me dice el politólogo argento del underground exiliado en París, mientras atravesamos el principal centro financiero del viejo continente en un tren veloz y puntual. En Londres los trabajadores bien pagados y los profesionales que quieren comprar una casa, no pueden competir con los oligarcas rusos, que ofrecen el doble, elevando por las nubes el precio de las viviendas. Ni hablar de aquellos que no cuentan con un trabajo estable...

Con edificios victorianos e iglesias medievales, árboles verdes en otoño, calles repletas de vehículos que circulan por el lado equivocado, personas de todos los colores, un éxodo de turistas que marca el paso en el mismo lugar y un pedazo de cada país del mundo en el Museo Británico, Londres es una ciudad totalmente consciente de su carácter de vivo documento histórico. Todo está rigurosamente registrado y documentado, aunque más no sea con un cartel que dice por ejemplo "Aquí, en 1908, vivió Lenin, fundador de la U.R.S.S.".

Caminando por el lugar donde fuera ejecutado William Wallace me entero de que no es un símbolo subversivo en absoluto salvo para los argentinos y Mel Gibson que es un yanqui/australiano antibritánico, como me explica Philip, el caballero de fina estampa que me acompaña en la caminata. Su placa está totalmente limpia, nadie la interviene ni la escracha, cosa que no pasaría con un recordatorio de los combatientes caídos del I.R.A. (aunque un recordatorio de ese tipo directamente no podría estar ahí).

Pero una de las cosas más llamativas que se pueden ver no es ni el Támesis, ni la estatua de Cromwell, que para mí tiene la cara de Richard Harris o la estatua de Ricardo Plantagenet, alias "Corazón de León", que fue muy querido porque siempre estuvo afuera del país. Tampoco la momia de Cleopatra o los frisos de los asirios en el Museo Británico.

Lo más llamativo es la popularidad de la reina, que encabezó ayer el acto patriótico por los cien años del inicio de la Primera Guerra Mundial, con miles de personas llevando unas escarapelas de plástico rojas (poppies) en las solapas, en el que por supuesto no faltó la inofensiva oposición a Su Majestad. Vienen a la memoria las reflexiones de Trotsky sobre el conservadurismo británico como una especie de "carácter nacional".  

"La reina de Inglaterra y el peronismo son dos de los fenómenos políticos más populares de la segunda posguerra en adelante" me dice el politólogo argento del underground, antes de dar una charla sobre el imperialismo que comienza con Kautsky y Lenin y termina con un debate sobre la guerra de Malvinas, en el que por un momento nos predisponemos a las piñas pero la pericia del moderador impide que pase a mayores.

Aunque parezca al principio descabellado establecer una comparación entre una institución que tiene siglos y otra con apenas 70 años, no resulta difícil imaginar a la reina pensar con una picardía típicamente peronista: los muchachos se ponen nombres para diferenciarse, como laboristas o conservadores, pero lo más importante es que todos trabajan ... para el imperialismo británico.

jueves, 14 de mayo de 2015

Otra vez sobre el FIT y la venganza (no consumada) de Juan B. Justo


Declaración programática del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (2013)

Retomando lo que señala Fernando Rosso en este post y las recientes declaraciones de Paco Pérez  vaticinando un mayor crecimiento del FIT para las elecciones provinciales generales mendocinas y en el marco de que se habla de una posible "interna competitiva" del FIT en las PASO, van unas breves acotaciones.

En Noviembre de 2013 había escrito este post para poner paños fríos a ciertos entusiasmos electoralistas a mi modo de ver un poco inconscientes, presentes principalmente en nuestros socios del Frente de Izquierda. 

Aunque creo que la reflexión se sostiene desde el punto de vista del "método" (es decir mantener una actitud de no ir con la corriente alegremente sin pensar las contradicciones existentes), muchas cosas pasaron con el desarrollo del Frente de Izquierda y de los Trabajadores desde entonces y creo que afortunadamente, la hipótesis de que seríamos víctimas de una suerte de "astucia de la razón reformista" no se ha materializado hasta el momento, por fortuna pero también por virtud; es decir por una práctica política sostenida desde el PTS para construir una izquierda revolucionaria, combativa e inserta en la clase obrera, apoyándonos en esta gran herramienta que es el Frente de Izquierda. Y más en general, porque más allá de las diferencias de práctica política y concepciones estratégicas que hay dentro del FIT, de conjunto sigue siendo un agrupamiento de extrema izquierda para lo que es el espectro político argentino.

Y si bien, visto históricamente, la pasivización kirchnerista (con el punto de apoyo de una situación económica difícil pero no catastrófica) está logrando un fin de ciclo más o menos ordenado si lo comparamos con la despedida del alfonsinismo y el menemismo-alianza, el peso político conquistado por el FIT a nivel nacional, en especial en provincias como Mendoza, seguido de Jujuy, Salta (aunque últimamente con menos caudal de votos) y Neuquén, expresa que persiste una crisis de la política patronal tradicional, que ya no logra representar a un sector significativo de jóvenes, mujeres y trabajadores.

La expresión más clara de este fenómeno es el peso político conquistado por el Frente de Izquierda en Mendoza, donde recientemente el diputado nacional del PTS en el FIT Nicolás del Caño quedó segundo en la elección a intendente, arriba del peronismo, como se muestra en este spot: 



Pienso que al final no hubo "venganza de Juan B. Justo" ni "astucia de la razón reformista", por un aspecto no siempre suficientemente analizado. 

Me refiero a que muchas veces analizamos el crecimiento del FIT como expresión del apoyo de los compañeros y compañeras desencantados con el kirchnerismo, en la línea de que éste generó más relato del que puede bancar (más ahora en pleno affaire Scioli), pero hay otro aspecto muy importante a tener en cuenta: si precisamente muchos de los votantes del FIT en lugares como Mendoza y Jujuy (también en Neuquén, donde sacamos altas votaciones en los barrios de Oeste y Parque Industrial de la capital provincial) tiene que ver con los compañeros y compañeras a los que no les llegaron los "beneficios" de la "década ganada", también hay que resaltar que son precisamente esos compañeros los que no están representados por los sindicatos, que son uno de los pilares claves del Estado argentino, producto de aquella histórica constitución interna del peronismo dentro de las coordenadas señaladas por Portantiero: "sobran sindicatos y falta burguesía nacional". 

No teniendo posibilidad de expresión mediante las otras "organizaciones de la sociedad civil", sin acceso al esparcimiento, los deportes, las actividades culturales o la afiliación sindical, con la burocracia sindical volcada hacia la derecha, el Frente de Izquierda aparece como la principal herramienta para expresar el rechazo a una casta de políticos millonarios garante de las condiciones precarias de millones de compañeros y compañeras, jóvenes que logran trabajar y estudiar a duras penas, trabajadores precarios, mujeres que afrontan la discriminación y el acoso en sus lugares de trabajo y la violencia machista en sus distintos grados en todos los ámbitos de la sociedad.

Lógicamente, para la estrategia marxista, ese apoyo no mediatizado por la cuestión sindical plantea el doble desafío de fortalecer la política de recuperar los sindicatos, a la vez que pelear dentro de ellos por trascender los límites corporativos.

Pero es imporante destacar que el desarrollo del FIT en Mendoza y otras provincias y su peso como actor político nacional, traspasa el terreno electoral y nos plantea la posibilidad de que se esté generando una nueva identidad política en sectores minoritarios todavía pero masivos de la clase obrera, expresada en la figura de Nicolás del Caño y otros compañeros y compañeras, que ya a esta altura podemos afirmar, tendrá un lugar destacado en el próximo período, en el que los límites entre poskirchnerismo y posperonismo posiblemente sean bastante difusos.

#Nico2015


sábado, 9 de mayo de 2015

Espectros de la Revolución Permanente (tercera parte)



Después de un rico intercambio a propósito de los dos posteos anteriores sobre este tema, creo que se pueden plantear algunas conclusiones provisorias, para seguir reflexionando sobre las condiciones de actualidad de la teoría de la revolución permanente. 

Primero algunas cuestiones generales, que ya escribí (a título personal y también en común con Fernando Rosso) en distintos posteos y artículos, incluso algunos de hace varios años, pero que no viene mal refrescar, sobre todo por los comentarios en los que se sugiere que mi propuesta niega de algún modo el fundamento de la revolución permanente, que sería la época de crisis, guerras y revoluciones, y por lo tanto la de la actualidad de la revolución.

La vigencia de la teoría de la revolución permanente tiene bases históricas concretas en los siguientes elementos:  

-Una economía mundial más "mundializada", incluso que en la época de Lenin y Trotsky, en la cual si bien la crisis capitalista que está en curso desde 2008 ha impactado de modo diverso según los países y bloques económicos, en líneas generales ha afectado a todas las economías del mundo con distinto ritmo, pero en dirección similar. 

-Un mundo mucho más urbano y proletario que el de los años de entreguerras en que fuera concebida la teoría de la revolución permanente. Incluso tenemos hoy una clase obrera más extendida cuantitiva (más obreros y obreras) y cualitativamente (proletarización creciente de sectores que antes se autopercibían como "clases medias"). 

Es más, como señala Pietro Basso en El desafío de la inmigración, en la actualidad somos parte de una clase obrera más internacional que en otras épocas, en su composición interna en las grandes metrópolis y a su vez más extendida en el conjunto del mundo, a tono con los procesos de restauración en China y las reconfiguraciones que sufrió la economía mundial en las últimas décadas. Esta nueva realidad de la clase obrera es la base para un nuevo internacionalismo concreto y a su vez plantea muchos desafíos sobre todo en los países imperialistas respecto de cómo soldar la unidad interna de la clase obrera entre inmigrantes y nativos. 

A esto deben sumarse los elementos planteados en los posteos anteriores y en Revolución pasiva, revolución permanente y hegemonía:

-La inexistencia de un aparato contrarrevolucionario mundial como el stalinismo hace que la posibilidad de procesos revolucionarios no esté acotada a un país o grupo de países en especial, lo cual refuerza las bases para un nuevo internacionalismo. 

Y como límites, los que están señalados en el mismo artículo: 

-La clase obrera, no obstante su enorme fuerza social, está en un nivel subjetivo en el que todavía no supera el estadio "corporativo" o interviene diluida en movimientos más amplios, en la mayoría de los casos.

De este conjunto de elementos, se desprende la definición que habíamos hecho en ese artículo:


En este contexto, para pensar las condiciones de actualidad de la teoría de la revolución permanente, tenemos que volver a trabajar sobre las relaciones entre la “fórmula de Marx” centrada en la necesidad de una ubicación independiente de la clase obrera frente a las fracciones burguesas que intentaban limitar la radicalidad de las revoluciones de 1848, la “fórmula de Gramsci” sobre la hegemonía (siempre combatiendo el relativo desplazamiento que éste realiza de la centralidad de la clase obrera a una especie de “bloque nacional-popular”) que hace hincapié en la necesidad de que la clase obrera conquiste la dirección “intelectual y moral” de las clases “subalternas” (oprimidas socialmente y sin representación política propia) en sociedades en las cuales el Estado se presenta como estado “integral” (o estado ampliado) cooptando las organizaciones obreras como base del orden burgués y, finalmente, la “fórmula de Trotsky” que lleva la “permanencia del movimiento” a un nuevo nivel de generalización teórica, acorde a la experiencia histórica: de democrático-burguesa a socialista, de nacional a internacional, y como revolución permanente al interior de la sociedad posrevolucionaria.

Si bien “la fórmula de Trotsky” contiene las dos anteriores y no a la inversa, lo cierto es que para afirmar tal cosa hay que precisar en qué sentido las contiene.

Si intentamos pensar la dinámica actual de la revolución permanente, podemos decir que a diferencia del período de la segunda posguerra en que esa dinámica se bloqueó y la revolución se trasladó a la periferia mientras había estabilidad en los países centrales, mientras en el ascenso ‘68/‘81 tendieron a confluir de nuevo las metrópolis y la periferia, retrocediendo de conjunto durante la “restauración burguesa” del neoliberalismo; en la actualidad vuelve a generarse una dinámica más “totalizadora” en la que pueden darse procesos en los distintos continentes sin que ninguno tenga la exclusividad ni de las crisis y revoluciones ni de la estabilidad.

Por estos motivos, la permanente de Trotsky goza de buena salud. Sin embargo, al intervenir todavía la clase obrera como un actor dentro de movimientos populares heterogéneos sin lograr todavía la dirección, sigue vigente la “fórmula de Marx”, o mejor dicho, el programa permanentista pasa en primer lugar por conquistar una posición independiente de la clase obrera para que avance en reconocerse como sujeto y a su vez se plantee la necesidad de hegemonizar a los demás sectores oprimidos.

En su momento, tanto Trotsky como Gramsci analizaron los cambios en las formas estatales durante el período de entreguerras, coincidiendo en muchos aspectos acerca de los procesos de “ampliación” del Estado con el fin de contener o subordinar las tendencias de la lucha de clases y las organizaciones obreras5. A esto se agrega que la relativa generalización de las características “occidentales” (Estado “ampliado”, basado en la extensión de la democracia burguesa, la estatización de los sindicatos y la formación de la “opinión pública” a través de los medios de comunicación) a la mayoría de los países, hace que la “fórmula permanentista” de Trotsky tienda a incorporar aspectos de la “fórmula hegemónica” de Gramsci que advierte que el enemigo a enfrentar es un aparato estatal “basado en algo más” que la dominación pura y dura, para enriquecer la teoría. Y en este marco, la relación de complementariedad entre “revolución pasiva” y “contrarrevolución” vuelve estéril la formulación de la hegemonía como una estrategia alternativa a la revolución permanente, ya que la única forma en que la acumulación “hegemónica” puede trascender los mecanismos de revolución pasiva (que buscan una constante apropiación de las prácticas de los sectores obreros y populares) es llevando la “permanencia del movimiento” más allá de los límites impuestos por esos mecanismos, incluida la etapa de lucha política acumulativa.

Por eso, la revolución permanente puede ser la “estructura de la hegemonía” solamente  si la “permanencia del movimiento” se concibe desde una estrategia que trasciende la lucha política acumulativa hacia la guerra civil y la toma del poder por la clase obrera, es decir que hegemonía se transforma en un momento de la revolución permanente, al decir de Gramsci, el momento en que la “guerra de posición se transforma en guerra de maniobra”.

Respecto de esta formulación, lo único que "radicalicé" en los posteos de este blog que generaron la polémica, son tres cuestiones: la definición de la dinámica de los procesos sociales como "pre-permanentista", la identificación del mecanismo de "pasivización ciudadana" y la cuestión de que las demandas democrático-radicales son un poco más estruturales en la actualidad que en el pasado. Es decir, todos elementos que hacen al análisis de los problemas estratégicos en la coyuntura. O sea, no estoy planteando un cambio epocal (del tipo de considerar superada la época del imperialismo), sino un intento provisorio de definir un momento histórico concreto.

Desde este punto de vista, intentar "poner a prueba" estas reflexiones con el ejemplo de Egipto, es válido porque fue el proceso más avanzado que tomó una dinámica más clásica, aunque esta dinámica no caracteriza al conjunto y por ende no puede tomarse como un refutación indiscutible del análisis sobre los mecanismos de pasivización.

Cuando hay un proceso revolucionario abierto, la dinámica obviamente es mucho más "permanente" y parecida a la prevista por Trotsky, es decir que se da de manera más virtuosa y ciertas mediaciones (como los mecanismos de pasivización) pueden tener menos peso, pasando a ocupar un rol más central otros elementos como el rol de las direcciones reformistas o las acciones contrarrevolucionarias de los sectores más reaccionarios de la burguesía.

Me parece que el área de divergencia tiene que ver con la cuestión de hasta dónde teorizar el momento previo a los procesos revolucionarios agudos y si de la caracterización de esos momentos previos se pueden desprender elementos específicos de la dinámica de la revolución permanente en la actualidad. 

Mi opinión es que es un trabajo necesario, más allá de los defectos que puedan tener  las definiciones aproximativas y que no considero “cerradas”, para comprender retrospectivamente los procesos que caracterizan a los nuevos reformismos, tanto los que están en "fin de ciclo" (gobiernos posneoliberales latinoamericanos) y los que están en desarrollo (Syriza y PODEMOS).

Desde el punto de vista teórico, seguir explorando las convergencias y divergencias entre Trotsky y Gramsci, me parece funcional para poder hacer ese trabajo de reflexión y llegar a nuevas conclusiones e hipótesis para explicar la realidad. 

Dos cuestiones más.

Me parecen sólidas las críticas referidas a dos aspectos de los posteos. La primera, aquella que dice que darle preponderancia a la cuestión del "nexo interno" por separado o por encima del carácter internacional o los métodos puede tener consecuencias problemáticas, en especial darle una primacía artificial y gradual a la cuestión de la independencia de clase. Coincido totalmente en que los tres aspectos (nexo interno, carácter y métodos) están interrelacionados y teóricamente no se pueden separar. No obstante esto, considero que en función de la situación concreta las interrelaciones pueden no ser siempre las mismas, es decir hay también una cuestión de proporciones definidas, que en general creo que dependen de las experiencias que va haciendo el movimiento obrero y lo que aportan los marxistas. Por dar un ejemplo, al momento en que Trotsky elabora la teoría de la revolución permanente, casi nadie dentro del marxismo de la Tercera Internacional en proceso de burocratización (incluyendo miembros de la Oposición de Izquierda como Prebrazhensky), opinaba que el proletariado podía dirigir una revolución en un país "atrasado" empezando por las tareas democráticas y avanzando en las socialistas, mientras que la posición de que la clase podía y debía ser hegemónica y hacer la revolución en los países europeos "avanzados" se consideraba de "sentido común". Hoy, la asociación de la clase obrera con la revolución y el marxismo sigue siendo muy débil en el propio imaginario de la clase trabajadora (ni hablar de las corrientes que se dedicaron a "partidos amplios con sujetos cualquiera", etc.) por lo que la cuestión de la constitución de la clase obrera como sujeto (independencia de clase y lucha por la hegemonía) tiene un peso específico distinto. A esto me refería esencialmente con la cuestión del mayor peso hipotético del "nexo interno" sobre los demás aspectos. 

La segunda crítica muy acertada es la de que en los posteos no hay referencias a qué implicancias tendría el intento de teorizar estas cuestiones y la del partido revolucionario, ya que la teoría de la revolución permanente es una “teoría programa” como señalaron varios compañeros, que no puede independizarse de la cuestión del partido y el programa, sintetizado en el programa de transición. 
Es decir si por la combinación de tareas planteada, cambiaría el tipo de partido por uno más "laxo" por ejemplo con la sola delimitación de clase. Esto tiene más importancia porque incluso de elementos de caracterización similares a los planteados, hay corrientes que proponen "bajar el programa" en función de tareas más elementales de "reconstrucción de la clase obrera", del tipo Primera Internacional. Si bien comparto la crítica, no necesariamente el razonamiento que lleva implícito.

Mi opinión es que la relación entre ambos aspectos no es para nada lineal. No creo que la construcción de un partido revolucionario de combate pueda separarse o considerar superada la conquista de la independencia de clase, más en países como Argentina o la pelea porque la clase obrera se  constituya como sujeto político en países como Grecia, lo cual está ligado a la lucha por conquistar hegemonía, por imponer un programa revolucionario y a la vez por construir partidos revolucionarios.

Sobre esta cuestión y discutiendo contra los partidos amplios del “neogramscianismo de izquierda” habíamos escrito: 
La hipótesis del Príncipe moderno, en tanto partido-laboratorio, no jerarquiza las tareas preparatorias que van desde las luchas teóricas, políticas, hasta los combates parciales de la lucha de clases misma, en las que madura y se desarrolla un partido revolucionario. Y tampoco las diferentes tendencias en las que se divide el movimiento obrero (y que son expresión de su heterogeneidad social y política), que hacen a la existencia de unas fracciones de vanguardia más avanzadas y conscientes que otras.

 (Acá completo, toda la segunda parte del artículo está referida a la cuestión)