sábado, 25 de abril de 2015

Espectros de la Revolución Permanente (segunda parte)

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Continuando con la reflexión del post anterior, intentaremos abordar el segundo argumento que tiene que ver con el rol que juegan en el programa revolucionario las consignas democráticas. 

Las distintas variantes teóricas que postulaban la “radicalización la democracia” buscaron plantear la continuidad de algún tipo de “cambio radical” en condiciones de derrota, dislocando en los hechos lo que la teoría de Trotsky buscaba unir: la lucha democrática con la lucha socialista.

La suerte de estas teorías ha sido desigual según los hechos históricos concretos. Sin embargo, podemos arriesgar como conclusión provisoria que estas teorías fracasan a cada paso, ya que la “pasivización ciudadana” a la que hacíamos referencia en el post anterior lleva más a restauraciones que a revoluciones.

En este marco, la cuestión de las tareas democráticas dentro de la teoría de la revolución permanente es otra de las que debe resignificarse al calor de los hechos actuales.

La sobre extensión de la democracia capitalista, lejos de crear una dinámica creciente de “ampliación de derechos”, se hizo de la mano del neoliberalismo, con transiciones con los regímenes dictatoriales de los ’70 y ’80 y modificando de este modo el carácter de las tareas democráticas. Mientras que en la versión clásica de la teoría de la revolución permanente, las tareas democráticas se refieren esencialmente a la independencia nacional y la reforma agraria, la existencia de democracias oligárquicas “de casta” como fenómeno permanente del Estado burgués, tiende a otorgar a la lucha contra los regímenes políticos, los cuales pueden tener mayores rasgos comunes tanto en los países imperialistas como semicoloniales; un carácter más “estructural” del que el marxismo le otorgó en el pasado.

Y cabe señalar que contradictoriamente, la sobre extensión de la democracia burguesa a escala internacional, además de venir acompañada de tendencias bonapartistas, vino acompañada de grandes retrocesos en la estrategia de los marxistas y ambos retrocesos, de diversa magnitud, están entrelazados estrechamente.

La evolución de los Partidos Comunistas de Europa Occidental desde estrategias de “democracias avanzadas” de la que fuera arquetipo el PCI, hacia formas de “unidad nacional” de la que fuera el extremo el PCE pactando con los franquistas una transición que incluía la restauración de la monarquía “para evitar una nueva guerra civil”, es un buen botón de muestra para analizar a su vez la evolución de la democracia capitalista: de formas “populares”, “de bienestar” y “ampliación de derechos” a formas cada vez más restringidas en la participación popular, más autoritarias en la fisonomía del estado y más regresivas desde el punto de vista social.

Esto se expresa en una doble determinación de los procesos actuales: están limitados a posiciones que buscan de un modo otro “ampliar la democracia” pero las corrientes predominantes que hacen ideología alrededor de este programa son a su vez inconsecuentes para cuestionar el carácter “restringido” de las democracias capitalistas, como en los casos de Syriza y PODEMOS.

Esto plantea una nueva importancia del programa “democrático-radical” como expresión concreta inmediata en la actualidad de un programa permanentista.

Nos referimos a las demandas y consignas que hizo propias la Comuna de París, que provenían del jacobinismo y son la clave de una democracia más generosa: que todos los cargos públicos tengan la misma remuneración de un obrero o una maestra, que sean revocables, que se haga una cámara única de representantes que tome las funciones legislativas y ejecutivas y se termine la institución presidencial, que los jueces sean elegidos por el pueblo, entre otras. Este programa fue rescatado por Lenin en El Estado y la Revolución, en que el Estado-Comuna se complementaba con los soviets para generar una teoría del Estado proletario y su institucionalidad opuesta por el vértice a la de la democracia burguesa. A tal punto fue la importancia que le dio Lenin a estas consignas, que consideraba que significaban un "viraje" de la democracia burguesa a la democracia proletaria.

En la actualidad, así como la lucha por la independencia política de la clase obrera es el primer paso de la lucha porque se constituya como clase hegemónica, la lucha por un programa democrático-revolucionario, expresado en estas consignas que cuestionan al régimen político es la punta del ovillo que permite desarrollar un programa que cuestione el conjunto del régimen social capitalista, cuya expresión para millones de trabajadores, mujeres, pobres urbanos, jóvenes, es la casta de políticos millonarios, vendidos a los capitalistas.

***


Respecto de los fundamentos teóricos de las cuestiones planteadas en este post y el anterior, me pareció pertinente retomar algo que escribimos hace un tiempo con Fernando Rosso en el extinto blog Las ideas no caen del cielo, a propósito de la reivindicación de Michael Burawoy de la teoría de Trotsky en relación con la teoría de los "Programas de Investigación" de Lakatos, que intentamos extender para abordar la cuestión de la hegemonía (copio algunos fragmentos solamente):

(...)Nos pareció muy útil en este sentido la teorización de Michel Burawoy en este texto clásico, que se continúa acá y que utiliza la teoría de Lakatos, que plantea que la ciencia avanza a través del desarrollo de programas de investigación. Contra una visión que podría llamarse "estancacionista" (que hace que la ciencia siempre esté en el mismo lugar) del falsacionismo popperiano, Lakatos afirma que la teoría avanza o "progresa", refutando las falsaciones y no descartando las teorías frente a eventuales hechos nuevos que la nieguen parcialmente. Entonces postula que existe un "núcleo duro" de la teoría a partir del cual se confronta con la realidad y se trazan hipótesis o teorías accesorias que actúan como un "cinturón de protección" del núcleo duro, a la vez que defienden el poder explicativo de la teoría sin abandonarla. Burawoy hace una reivindicación de Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo y Gramsci, en la que plantea que el "núcleo duro" de la teoría marxista puede encontrarse sintetizado en el texto del Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política.En "Dos métodos en pos de la ciencia", plantea que la teoría de Trotsky sobre el desarrollo desigual y combinado y la misma Teoría de la Revolución Permanente son "cinturones de protección" respecto del núcleo duro del marxismo, porque replantea las relaciones entre fuerzas productivas y relaciones de producción, estructura y superestructura, crisis y revolución social incorporando las nuevas realidades que trajo el Siglo XX, pero manteniendo lo esencial de la teoría marxista al mismo tiempo que desarrollándola. En "El marxismo como ciencia" retoma esta idea, reivindicando a Lenin y sus elaboraciones de El Estado y la Revolución, así como a Gramsci por sus teorizaciones sobre la hegemonía. En síntesis, el progreso teórico-científico se desarrolla cuando es capaz de recrearse y reafirmarse innovando porque si se "rindiera" inmediatamente ante cada hecho que lo niegue y debiera "comenzar todo de nuevo" se estaría siempre en el mismo lugar. Siguiendo a Lakatos, Burawoy plantea que un programa de investigación es progresivo cuando logra sostener el núcleo duro con nuevos cinturones de protección que amplían el alcance explicativo de la teoría, mientras los programas "degenerativos" son aquellos que para explicar hechos nuevos van a descartar de plano a aspectos del núcleo duro de la teoría o se recuestan sobre el mismo en forma dogmática. (...)Se puede considerar a las teorizaciones marxistas sobre la cuestión de la hegemonía como una rama o "hipótesis accesoria" específica, respecto del núcleo duro del marxismo, tendiente a ampliar el poder explicativo de la teoría en dos aspectos: qué rol juega en la lucha de clases del proletariado la lucha por la dirección de los restantes sectores oprimidos, cómo eso se expresa en la superestructura antes de la toma del poder y en las relaciones entre peso social y dirección política después de la toma del poder. En ese marco, partiendo de un aspecto del "núcleo duro" (la clase obrera como sujeto centralizador estratégico) para pensar sus cambios objetivos e históricos (nuevas disposiciones o divisiones / triunfos y sobre todo derrotas en los últimos tiempos) se pueden pensar las contradicciones para volverse sujeto de lucha independiente, condición necesaria, para convertirse en sujeto hegemónico.

Para concluir, considero que si la teoría de la revolución permanente es una Teoría y no solamente el libro que lleva ese nombre que escribió Trotsky, existe la posibilidad de asimilar desde la propia teoría fragmentos de otras teorías o elaboraciones que pertenecen al universo teórico del marxismo y forman parte de alguna manera del mismo "campo de fuerzas". Y asimismo dar cuenta de los cambios históricos que se dan en distintos períodos sin que eso implique un abandono de la teoría.

Por el contrario, frente a las "negaciones" parciales es que la teoría amplía su poder explicativo, como decíamos antes. 

jueves, 23 de abril de 2015

Espectros de la Revolución Permanente (primera parte)

Critic's Picks: The tragic twilight of Leon Trotsky

El título que antecede no es casual. Remite al conocido libro de Jacques Derrida, que buscaba rescatar la vigencia de Marx entre las grietas de lo que se conoció como restauración burguesa. Habiendo pasado el triunfalismo capitalista de los años ’90, con una crisis internacional que ya lleva varios años, primavera árabe y ascenso de Syriza y PODEMOS mediante, en pleno fin del ciclo “posneoliberal” en América Latina, la situación actual nos obliga a reflexionar nuevamente sobre la vigencia del marxismo, en especial sobre su teoría de la revolución.

Como escribimos con Fernando Rosso en Revolución pasiva, revolución permanente y hegemonía, el capitalismo desarrolla sus propias contratendencias a la revolución permanente, que había surgido como proceso histórico y como bandera revolucionaria primero con el jacobinismo y luego con las revoluciones de 1848 y la carta de Marx al CC de la Liga de los Comunistas. Señalábamos en ese artículo que la “revolución pasiva” se insertaba como un “moderador” clausewitziano para mediatizar los choques entre contrarrevolución y revolución y recomponer la autoridad del Estado. Durante el siglo XX, mecanismos de este tipo se pusieron en marcha mediante experiencias como las de la República de Weimar primero y el Estado de Bienestar después, siendo la segunda posguerra un modelo de bloqueo de la dinámica permanente de la revolución.

Recordemos que cuando nos referimos a la dinámica permanente de la revolución estamos hablando de los tres niveles señalados en su momento por Trotsky: una revolución que va de democrático-burguesa a socialista, de nacional a internacional y mundial y como estado de constantes transformaciones en la sociedad pos-revolucionaria.

Precisamente, los años de la segunda posguerra muestran un conjunto de revoluciones en la periferia, pero no en los países metropolitanos, que a su vez se detienen en el ámbito nacional (incluso con enfrentamientos entre distintos países “socialistas”) y que en lugar de avanzar en un constante cambio revolucionario al interior de la sociedad pos-revolucionaria o de transición, asumen formas conservadoras en lo social y burocráticas en lo político.

En los años del 68-81 tienen a coincidir en el ascenso obrero y popular la periferia y el centro y luego de las derrotas y cooptaciones de esos procesos el neoliberalismo asume una forma también internacional generalizada, que explica a su vez la sobre extensión de las formas del régimen de democracia burguesa degradada que se extiende en la mayoría de los países del mundo.

La crisis de la restauración burguesa, la experiencia del movimiento obrero con los gobiernos “posneoliberales” en América Latina, la “primavera árabe” y los fenómenos de los indignados, Syriza y PODEMOS en Europa configuran un cuadro de época especial, cuyas características tenemos que dilucidar y de esa forma revitalizar la teoría de la revolución permanente, para comprender los actuales “bloqueos” o dinámicas que esta puede asumir. Y aquí sigue siendo vigente una vieja pregunta de Trotsky: ¿qué aspecto presenta en la práctica la teoría de la revolución permanente?

Empecemos por el “bloqueo”. En la segunda posguerra, la burocracia stalinista, en acuerdo con las potencias imperialistas, había creado un “orden mundial” que contenía las revoluciones, aunque no pudiera impedirlas. Eso no existe más en la actualidad, no hay división tajante entre periferia y centro, la crisis capitalista tiende a acercar las situaciones de ambas coordenadas; sin embargo, el capitalismo sigue operando con mecanismos diversos que van desde formas parciales y limitadas de revolución pasiva (gobiernos posneoliberales) hasta la contrarrevolución abierta (Egipto), según el nivel de radicalidad de los desafíos que tiene que enfrentar. 

En este contexto, el principal bloqueo de la posible dinámica permanente de la revolución es aquel que podríamos denominar “pasivización ciudadana” es decir, un mecanismo por el cual las luchas democráticas, populares, anti-imperialistas en lugar de desarrollarse hacia una lucha por el poder de la clase obrera en alianza con los oprimidos, asumen la forma de luchas “ciudadanas” es decir movimientos democráticos de programa indefinido o limitado que a su vez son posteriormente contenidos o reprimidos con renovaciones limitadas del régimen político o la instauración de un régimen aún peor que el anterior.

Entonces, en el marco de esta “pasivización ciudadana”, la dinámica que predomina en los procesos sociales y políticos se vuelve pre-permanentista, es decir, se separan los objetivos inmediatos, democráticos, populares o anti-imperialistas de cualquier perspectiva de lucha por el poder de la clase obrera.

Esto nos lleva a reafirmar, viéndolo en retrospectiva, que si bien la teoría de la revolución permanente da cuenta de las principales características de la revolución contemporánea, su dinámica no opera todo el tiempo de manera virtuosa; hacen falta ciertas condiciones para que se den las transiciones pensadas por Trotsky, en especial un nivel ascendente de la dinámica de la lucha de clases y un nivel de organización previo que esté a la altura.

No es casualidad que precisamente estos años fueran los de la primacía de las teorías de las “contingencias”, en sus distintas versiones de Laclau a Badiou, pasando por el Althusser del “materialismo del encuentro”. Desde la óptica de la intelectualidad de izquierda derrotada, ante la disolución de las viejas estrategias gradualistas y la imposibilidad de hacer efectivas en lo inmediato las estrategias revolucionarias, no quedaba otra que esperar algún tipo de acontecimiento mesiánico.

La actual situación histórica impone nuevas reflexiones sobre la relación entre las condiciones en que se desenvuelve la lucha de clases y el proceso de constitución de la clase obrera como sujeto,  ya que como decía Trotsky, la historia puede saltar etapas, pero nosotros no podemos saltarnos las etapas de desarrollo del proletariado como clase revolucionaria.

A pesar de la recomposición de su fuerza social y de una creciente intervención en acciones masivas sobre todo en América Latina, al intervenir todavía diluida en movimientos de lucha “ciudadanos” o limitada a las demandas de tipo sindical, la clase trabajadora no está (subjetivamente) en condiciones en lo inmediato de liderar a los demás sectores populares, de concentrar su apoyo y expectativa, lo cual permitiría a su vez que la dinámica de los procesos “ciudadanos” sobrepasara sus límites actuales y planteara nuevas perspectivas para el desarrollo de la lucha de clases.

En este contexto,  la lucha por la independencia política de la clase obrera se constituye como el primer paso de la lucha por su hegemonía y esta, una condición indispensable para la actualidad de la revolución permanente.

Desde el punto de vista teórico, se puede plantear la siguiente hipótesis: a partir de estos hechos históricos, las propias relaciones entre los elementos constitutivos de la teoría de la revolución permanente se reordenan y resignifican.

Trotsky señalaba en sus Tesis, que la teoría de la revolución permanente versaba sobre el carácter, nexo interno y métodos de la revolución internacional. En la actualidad, el aspecto del “nexo interno”, es decir el rol de la clase obrera como sujeto revolucionario y su alianza con los campesinos, los pobres urbanos, los sectores medios, etc; tiene una importancia primordial, quizás por encima de los demás aspectos, ya que nuestro problema estratégico de mediano plazo es cómo aportar a que la clase obrera se reconozca como clase y adopte una política hegemónica hacia los demás sectores populares, más que como evitar que la revolución se detenga ante la propiedad privada o en el marco nacional.


Aquí es donde se entrecruzan la teoría de la hegemonía y la teoría de la revolución permanente, o mejor dicho, el bagaje teórico que el marxismo dedicó a la cuestión de la hegemonía se resignifica a la luz de las nuevas condiciones para pensar la vigencia de la teoría de la revolución permanente. 

lunes, 20 de abril de 2015

Río Paraná

A la memoria de mi viejo Plácido Miguel Dal Maso, entrerriano de ley, que hoy hubiera cumplido 89 años. Una vez más ¡gracias por todo!



Frente de Izquierda: histórico resultado en Mendoza



Por Fernando Rosso

Una primera lectura de la elección del Frente de Izquierda en Mendoza, en base a los primeros datos de los fiscales que confirman los boca de urna, y cuando están llegando los primeros datos del escrutinio oficial.

domingo, 19 de abril de 2015

Gran elección del Frente de Izquierda en Mendoza


Aunque recién se están conociendo las primeras bocas de urna, ya está confirmada una muy buena elección del FIT. Según sus propios sondeos superaría el 7%. Junto a la UCR y el FpV disputarán la general.

miércoles, 15 de abril de 2015

Derrota en la victoria: Scioli y el kirchnerismo


Por Fernando Rosso

El sinceramiento del programa de ajuste del economista preferido del sciolismo. El triunfo de Urtubey es una victoria de Scioli. El kirchnerismo, preso de la perversa lógica del “mal menor”, participa de la fiesta de su fracaso en cuotas.

martes, 14 de abril de 2015

Ideas de Izquierda Nº 18 (edición digital)

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El número 18 de Ideas de Izquierda, el primer número digital que acompaña el lanzamiento del nuevo sitio, lo dedicamos centralmente a El capital de Karl Marx, el mayor desafío teórico que fuera lanzado a la economía política burguesa.

No hay entre las “heterodoxias” que se plantearon como alternativas a la corriente económica dominante ninguna a la altura de la empresa crítica de Karl Marx. Su obra magna desmonta despiadadamente los supuestos con los cuales la burguesía busca legitimar ideológicamente su dominio. El capital es el hecho maldito del mundo burgués. No sorprende, entonces, que casi desde su misma publicación haya estado bajo ataque tanto por parte de defensores rabiosos de la libre empresa como de reformadores que buscaron (y buscan) convencernos de que es posible conciliar las contradicciones de clase que desgarran esta sociedad.

Una y otra vez se proclamó la “muerte” de Marx, para ver esta esperanza desmentida. Marx vuelve porque ha realizado la crítica más aguda al capitalismo, y porque sigue siendo un punto de partida fundamental para trazar la hoja de ruta que, partiendo de las contradicciones que atraviesan a este sistema, delinea un camino para su superación revolucionaria. Después de 2008, con el estallido de la crisis mundial, su obra volvió a ver ampliamente leída y comentada con avidez. Una avidez que empujó hacia arriba la venta y reedición de sus obras, así como múltiples publicaciones destinadas a analizar su legado.

En este número de Ideas de Izquierda debatimos algunas de las críticas recientes y abordamos algunos de los aspectos de las transformaciones del capitalismo desde los tiempos de Marx. 

Revista completa, acá

martes, 7 de abril de 2015

Gramsci y la revolución permanente (segunda parte)

En este post hacíamos referencia a una lectura de Alvaro Bianchi (O Laboratório de Gramsci - Filosofía, História E Política, Campinas, Alameda Editorial, 2008), que sostenía que "A partir de mayo de 1932, Gramsci parece no insistir en la identidad de guerra de movimiento y revolución permanente, como es posible constatar en la supresión de esta identidad en el pasaje ya citado del Cuaderno 13". (Bianchi, pg. 243; se refiere al pasaje del Cuaderno 8 § 52 y su reelaboración en Cuaderno 13 § 7).

Para continuar la reflexión, quizás resulte interesante retomar la cuestión de la revolución pasiva, que Gramsci consideraba como "antítesis vigorosa" de la revolución permanente, pero no como programa sino como principio de interpretación (la diferencia que hace Massimo Modonesi entre la revolución pasiva como proyecto o proceso en su trabajo publicado en el libro Horizontes Gramscianos del cual es compilador). 

En el Cuaderno 15, escrito desde 1933, Gramsci profundiza la cuestión de la revolución pasiva, analizando dos elementos claves para comprender, desde su perspectiva, el proceso del Risorgimento italiano: el rol del Estado piamontés y la primacía del carácter de "restauración" por sobre el de "revolución" en el proceso dirigido por los moderados por su falta de "hegemonía" expansiva sobre los demás grupos sociales (C15 § 59). 

En relación con estas reflexiones, plantea asimismo dos criterios que pueden tener un carácter metodológico para relacionar revolución pasiva y revolución permanente.


En primer lugar, una relación más "dialéctica" entre "guerra de posición" y "guerra de maniobra" a partir del análisis crítico del concepto de revolución pasiva: 

El concepto de "revolución pasiva" en el sentido de Vicenzo Cuoco atribuida al primer período del Risorgimento italiano, puede ser relacionado con el concepto de "guerra de posiciones" en contraposición a la guerra de maniobras? Esto es, ¿estos conceptos han surgido después de la Revolución francesa y el binomio Proudhon -Gioberti puede ser justificado por el pánico creado por el terror de 1793 como el sorelismo por el pánico subsiguiente a los estragos parisienses de 1871? Es decir, existe una identidad absoluta entre guerra de posiciones y revolución pasiva? ¿O existe al menos o puede concebirse todo un período histórico en el que los dos conceptos se deban identificar, hasta el punto en que la guerra de posiciones vuelve a convertirse en guerra de maniobras? Es un juicio "dinámico" que hay que dar sobre las "restauraciones" que serían una "astucia de la providencia" en sentido viquiano (C15 § 11).
Habiéndose establecido hace mucho tiempo la idea de un Gramsci que contrapone furiosamente la "guerra de posición" con la "guerra de maniobra" identificando con esta última a la teoría de la revolución permanente de Trotsky, este párrafo resulta sugerente precisamente para establecer una lectura más "equilibrada" sobre el pensamiento de Gramsci al respecto. 

Siendo una nota miscelánea, de un Cuaderno fragmentario, de una obra no terminada sistemáticamente, siempre se puede mantener cierta reserva y no sería adecuado considerarlo el "punto de vista definitivo" de Gramsci al respecto. 

No obstante esto, la reflexión citada más arriba es parte de un intento de Gramsci de profundizar las ideas expuestas en el Cuaderno 13 dedicado a Maquiavelo y por su contenido, puede desprenderse de ella un valor "metodológico" para poner un límite a las lecturas más unilaterales sobre el tema.

Más allá de la contraposición estéril entre "posición" y "maniobra" hay que establecer un "juicio dinámico" en base a las experiencias de las restauraciones; estas imponen formas de "guerra de posición" por todo un período, luego del cual la guerra de posición "vuelve a convertirse" en "guerra de maniobra" (y en esa transformación de la guerra de posición en guerra de maniobra residiría la "astucia de la providencia").

Ligado a esto, hay un segundo aspecto, bastante más conocido y rescatado por distintos autores: que el argumento de la revolución pasiva "presupone, incluso postula como necesaria, una antítesis vigorosa y que presente todas sus posibilidades de explicación intransigentemente. Por lo tanto no teoría de la 'revolución pasiva' como programa, como fue en los liberales italianos del Risorgimento, sino como criterio de interpretación en ausencia de otros elementos activos en forma dominante" (C15 § 62)

Pero volviendo a la anterior, es decir a la relación entre restauraciones y "guerra de posiciones" y para pensar la actualidad: 

La vieja pregunta de Trotsky sobre ¿qué aspecto presenta en la práctica la teoría de la revolución permanente? ¿no debería ponerse en relación con este par conceptual restauración-guerra de posición?

Dicho de otro modo, en tanto los avances del capitalismo durante las duras décadas de restauración burguesa, que significaron el neoliberalismo, la caída de la URSS, y la restauración en China, implicaron un retroceso de la clase obrera y el marxismo al plano de la lucha defensiva (que sería la forma más elemental de guerra de posición), la reconstitución de las perspectivas revolucionarias ¿no incluye obligadamente una buena cantidad de experiencias de "guerra de posición" (defensivas primero y ofensivas después) como condición indispensable para la reconstrucción del marxismo revolucionario?

miércoles, 1 de abril de 2015

El paro del 31M: un contundente pronunciamiento nacional


Por Fernando Rosso

La medida tuvo un masivo acatamiento en los gremios convocantes y también en los “oficialistas”. El movimiento obrero y el ADN kirchnerista. Una reconfiguración en curso en la interna de la burocracia sindical y la necesidad de una izquierda combativa y de los trabajadores.