viernes, 7 de agosto de 2009


A raíz del golpe de Estado en Honduras

Teatro de operaciones

Por Darío Martini.
Profesor en historia


Atada a las políticas dictaminadas por Washington desde hace décadas, arrasada por el huracán Mitch en 1998 del cual nunca se pudo recuperar completamente, con una economía profundamente agraria dependiente de las exportaciones de sus productos primarios y de las remesas que envía la diáspora que vive y trabaja en el extranjero, Honduras es hoy el escenario del primer golpe de Estado del siglo XXI en Latinoamérica.
Durante las primeras décadas del siglo XX y junto con Nicaragua, Guatemala y El Salvador; este país recibía por parte de sus explotadores yanquis el calificativo de “república bananera”. Dos grandes compañías dirigían la vida política y militar del país. La “United Fruit Company” y la “Cuyamel”. La Cuyamel apoyaba a los liberales y la United a los nacionalistas.
Y es que difícilmente podríamos encontrar una burguesía nacional tan débil y servil a los intereses norteamericanos como la de Honduras. Ejemplo de esto es que en 1981 y frente a la revolución Nicaragüense triunfante, EE.UU. ordenó un recambio democrático. Sin embargo una fracción de la clase dominante se opuso proponiendo directamente la anexión de Honduras a la potencia del norte como estado libre asociado, sin voz ni voto.
Históricamente hospitalaria de los genocidas argentinos, EE.UU. le sigue autorizando cientos de millones de dólares en ayuda militar y económica. Mientras; el cincuenta por ciento de su población, (3.7 millones de personas) está por debajo de la línea de pobreza. Se estima que 1.2 millones de personas están desempleadas, (fermento social para las redes clandestinas internacionales de pandillas o “Maras”) sosteniendo una increíble cifra de 27.9% de desocupación. Miles de hondureños son la principal mano de obra junto con los filipinos y ceilandeses en los cruceros internacionales, famosos por sus atropellos laborales.
Desde Honduras se organizaron la invasiones contra el gobierno reformista en la Guatemala de Jacobo Arbenz en 1954 y de Bahía Cochinos en Cuba en 1961, (como así también misiones de sabotaje) los escuadrones de la muerte en el Salvador a principios de los ochenta y los bombardeos a ese país desde la base norteamericana de Soto Cano, formalmente establecida en su territorio en plena ofensiva de la “Contra” Nicaragüense.
La estrategia del golpe de Estado que se perpetró a fines de junio en Honduras procede directamente de la elite estadounidense, principalmente de sus sectores más derechistas y del influyente lobby “gusano” instalado en Miami desde 1959, con personajes como John Negroponte detrás de escena, agente de la C.I.A. en Vietnam, principal organizador de la contra nicaragüense y actual jefe del Concejo Nacional de Inteligencia (una especie de súper agencia de inteligencia fundada por George W Bush en 2005). A estos se le suman las multinacionales del banano, el tabaco, la minería, las maquilas; la explotación de la madera, el camarón, la piña, el turismo y otras industrias. El frente ideológico del golpe lo han constituido las jerarquías católicas y evangélicas, (propietarias de medios de comunicación y centros educativos privados) los dueños de los medios de comunicación más poderosos del país, y muchos intelectuales que se han puesto al servicio del régimen y las fuerzas represivas del Estado. La derecha latinoamericana ya tomó apuntes de lo que ocurre en Honduras, y frente a estos sucesos, personajes como Alan García en Perú y Álvaro Uribe en Colombia se envalentonan.
EE.UU es el único país que no retiró a su embajador de Honduras. En el senado norteamericano, (donde tiene mayoría la nueva administración demócrata de Obama) se debate entre la posición de la derecha republicana y una parte del partido demócrata que quieren aceptar la nueva situación de golpe de Estado “legal”, y otra (Obama-Hilary Clinton) que intentan negociar con los golpistas obligándolos a una transición pactada con el llamado a elecciones, (mediante tibias sanciones económicas y diplomáticas) a través de la mediación del presidente de Costa Rica, Oscar Arias.
Washington ya escogió a Arias para acabar de darle el jaque mate a la Revolución Sandinista en la década de 1980. En su propio país, este señor firmó un Tratado de Libre Comercio con EE.UU que no se ha concretado aún por la férrea oposición de las masas populares.
Mientras el tiempo pasa, en Honduras crece el número de muertos y desaparecidos. Solo la acción de los trabajadores y manifestantes hondureños es lo que aún mantiene la esperanza de derrotar el golpe y castigar a todos sus responsables. Es necesario impulsar la más amplia movilización y solidaridad internacional para con los mismos.