martes, 24 de marzo de 2015

Democracia, socialismo, marxismo (a propósito de Pablo Iglesias y Chantal Mouffe)


Mientras a nivel nacional nos preparamos desde el PTS para movilizarnos masivamente en un nuevo aniversario del 24 de Marzo, junto al Frente de Izquierda y de los Trabajadores, van algunas reflexiones teóricas, motivadas en algunos hechos de la política internacional.

Leyendo esta nota muy buena de Antonio Liz sobre las elecciones en Andalucía, un tema que queda en el tintero es hasta donde PODEMOS (y Syriza) son consecuentes con su propio discurso de "radicalizar la democracia" (o frases equivalentes) y a su vez la cuestión de las relaciones entre "socialismo" y "democracia".


En este sentido, la entrevista realizada por Pablo Iglesias a Chantal Mouffe hace más de un mes, permite debatir varias cuestiones. Las más obvias como las diferencias entre la teoría de Gramsci y la de Laclau y Mouffe, la hemos abordado en distintos posts, por ejemplo, acá

En esta ocasión creo que lo principal a considerar es el "marco estratégico" que recrea Mouffe en la charla con Iglesias: después de la derrota de los '70, la alternativa era "radicalizar la democracia" en base a una construcción "hegemónica" sin sujeto privilegiado. En cuanto a la cuestión teórica y estratégica general, algo comentamos acá sobre las críticas que realizara Ellen Meiksins Wood.


Si bien Mouffe dice que Laclau había tomado el interés por Gramsci de algunos argentinos (aparentemente anónimos), en las entrevistas de José Aricó de los primeros años '80 e incluso en sus recientemente publicadas póstumamente 9 Lecciones, aparece el mismo planteo, que después recogerá el propio Aricó en La Cola del Diablo, cuando realiza el balance retrospectivo de la experiencia de Pasado y Presente y las "izquierdas" latinoamericanas. 

Para ir al grano, la "revalorización de la democracia como antesala ineludible del socialismo", común a toda una generación que vivió y teorizó el tránsito de los '70 a los '80 y '90,  fue un fracaso. En ese sentido, resulta llamativa la falta total de autocrítica de Mouffe, cuya apuesta había sido una "socialdemocracia de izquierda", cuando al día de hoy es la propia socialdemocracia uno de los pilares más desprestigiagos de los regímenes políticos europeos. 

Sin embargo, fenómenos como los de Syriza y PODEMOS, nos plantean que, fracasada o no, la tentativa de Laclau-Mouffe, sigue de algún modo expresando un cierto "espíritu de época" en la actualidad. 

Como habíamos señalado con Fernando Rosso acá, frente al desprestigio de los regímenes autoritarios o democráticos degradados, la clase trabajadora y los sectores populares responden, a su modo, buscando ampliar o conquistar nuevos derechos aunque el poder del Estado no cambie su carácter de clase y la clase obrera todavía no se constituye como sujeto hegemónico de esos movimientos. 

No importa en este caso que la gente haya leído o no a Laclau, sino que las condiciones en que se desenvuelve su posibilidad de asumir un posicionamiento político están limitadas por coordenadas coincidentes con planteos de ese tipo y por ende más cercanas a la perspectiva de "radicalizar la democracia" que a la de "toma del poder por la clase obrera". 

Aunque a simple vista las aspiraciones de "ampliación de derechos" no cuestionan el carácter de clase del Estado, la realidad es que entran a cada paso en contradicción con éste, por ser precisamente las formas de "democracia degradada" que asumen los Estados, aquellas que garantizan las políticas que las grandes mayorías populares rechazan. 

En este contexto, cabe revalorizar dentro de la estrategia marxista la importancia de las consignas democráticas que pusiera en práctica la Comuna de París, sintetizando la tradición jacobina con la lucha obrera, que rescata en la Argentina el Frente de Izquierda y a las que hicimos referencia una vez en el extinto blog Las ideas no caen del cielo

En general, las corrientes que buscan articular "democracia" y "socialismo" (las comillas van porque así planteadas son dos grandes abstracciones en las que entra de todo), hacen especial hincapié en la institución del sufragio. Como el sufragio garantiza una igualdad formal, su incorporación a una "democracia socialista", sería la forma de tener una representación más amplia que la de una democracia estrictamente basada en soviets, más fácilmente manipulable hacia el totalitarismo. Desde esta perspectiva, la "profundización de la democracia" va de la mano con la lucha por el socialismo y resulta premisa ineludible de esta última.

Mucho menos tenida en cuenta es la relación entre el igualitarismo democrático y la lucha por el socialismo. Nos referimos a las demandas y consignas que hizo propias la Comuna de París, que provenían del jacobinismo y son la clave de una democracia más generosa: que todos los cargos públicos tengan la misma remuneración de un obrero o una maestra, que sean revocables, que se haga una cámara única de representantes que tome las funciones legislativas y ejecutivas y se termine la institución presidencial, que los jueces sean elegidos por el pueblo, entre otras. Este programa fue rescatado por Lenin en El Estado y la Revolución, en que el Estado-Comuna se complementaba con los soviets para generar una teoría del Estado proletario y su institucionalidad opuesta por el vértice a la de la democracia burguesa. A tal punto fue la importancia que le dio Lenin a estas consignas, que consideraba que significaban un "viraje" de la democracia burguesa a la democracia proletaria. 

¿Por qué Syriza o PODEMOS no plantean este tipo de consignas, aunque denuncien a las castas de políticos vendidos que llevaron a Grecia y el Estado Español a la crisis actual? 

Obviamente, es una pregunta retórica, ya que las perspectivas de "radicalizar la democracia" en ningún momento suponen que esto fuera "mediante el desarrollo de la lucha de clases", condición indispensable para lograr imponer cualquiera de estas consignas.

En resumen, la deriva de los PC's de posguerra, sintetizada en la frase "del Frente Popular a la unidad nacional" (acompañada por la de la socialdemocracia del reformismo al social-liberalismo), a la que hicimos referencia acá, fue también una deriva hacia la aceptación de formas cada vez más restringidas de democracia burguesa y está en la base de las concepciones de los actuales "posmarxistas" y "postogliattianos" cuya "radicalización de la democracia" es esencialmente discursiva.

(Agradezco a Yazmín Muñoz Sad los comentarios y observaciones a partir de los cuales surge este post)

martes, 17 de marzo de 2015

Syriza y PODEMOS: ¿la izquierda "sin sujeto"?



El discurso del compañero Emilio Albamonte en el emotivo acto de despedida de nuestro compañero Leo Norniella, sirve de impulso, entre otras reflexiones, pera pensar sobre las relaciones entre la izquierda militante y la clase obrera y retomar el tratamiento de la "cuestión del sujeto" en la actualidad, por parte de ciertas izquierdas que hoy están de moda.

Para esto, continuaremos explorando la "herencia althusseriana" de Syriza y PODEMOS, y su afinidad con las posiciones que rezan: La clase obrera no puede ni debe constituirse como sujeto.

En su libro polémico La Lección de Althusser, que ya habíamos comentado acá, Jacques Rancière señalaba la afinidad entre las posiciones de Althusser y el clima del medio universitario después del '68: 

"Hoy en día la lucha contra el humanismo teórico y la filosofía del sujeto ¿es una lucha de clases importante en la filosofía? Mire alrededor suyo: en ese punto, la Universidad francesa de 1973 está tan pacificada como la sociedad soviética de 1936. No hay un solo lugar donde no se proclame la muerte del hombre y la liquidación del sujeto: en nombre de Marx o de Freud, de Nietzsche o de Heidegger, del 'proceso sin sujeto' o de la 'deconstrucción de la metafísica', grandes y pequeños mandarines van por doquier, acechando 'al sujeto' y expulsándolo de la ciencia, con el mismo ardor que ponía la Tía Betsy al echar a los burros de su césped en David Copperfield. La única lucha entre nuestros filósofos universitarios versa sobre lo siguiente: ¿con qué salsa nos comeremos 'el sujeto'? En cuanto al hombre (...) De hecho, los únicos que todavía se atreven a hablar de él, sin más precauciones, son los trabajadores." (La Lección de Althusser, LOM Editorial, Santiago de Chile 2013, pág. 105). 

A este "comerse al sujeto en la salsa universitaria", Rancière le oponía las voces de las luchas obreras desde 1840 en adelante, incluidas las de la toma de la fábrica LIP en 1973. Hoy podríamos oponer las voces de los proletarios de VIOME y París 8 a los nuevos "mandarines" que consumen salsas similares pero más rancias, mientras sueñan con el "asalto al poder" por la vía del marketing electoral o dilapidan en cuotas el apoyo popular en aras del "mal menor". 

Se podría objetar que Pablo Iglesias reivindica a Laclau y a "Gramsci" más que Althusser y que Tsipras a Berlinguer, Togliatti y Gramsci. Sin embargo o precisamente de eso se trata: Althusser, el eurocomunismo y el posmarxismo tienen denominadores comunes. 

Ellen Meiksins Wood, en un trabajo escrito en los años '80 reconstruía la sucesión de acontecimientos desafortunados que va del eurocomunismo y la teoría del Estado de Poulantzsas hasta el posmarxismo, marcando como denominador común entre ellos el desplazamiento de la lucha de clases por formas diversas de enfrentamiento entre "bloques populares" y "bloques de poder"; señalaba asimismo la relación de afinidad entre el "althusserismo" y el posmarxismo, aparentemente opuestos: 

"Es posible decir que el falso dualismo entre el determinismo absoluto y la contingencia absoluta, así como la caracterizacíon de la historia como una irreductible contingencia, siempre han sido temas implícitos en el estructuralismo althusseriano. (...) El mundo de la estructura -caracterizado por relaciones definidas y estructuradas- pertenece a la esfera de la teoría autónoma, en tanto que el mundo empírico -el objeto del conocimiento histórico- es un mundo de contingencia y arbitrariedades". (¿Una política sin clases? El post-marxismo y su legado,  Ed. RyR Bs. As. 2013 pág 156)

PODEMOS se apoya en la teoría de la "hegemonía" versión Laclau, porque expresa precisamente la idea de una "socialdemocracia de izquierda" (como dijo recientemente Chantal Mouffe en entrevista con Iglesias) apoyada en un conjunto de movimientos que "no llegan a ser sujeto", lo cual de paso unge como protagonistas del proceso político a los intelectuales. La inflación del componente discursivo en la conformación de las identidades políticas conlleva como decía Meiksins Wood en el libro ya citado, la pregunta "quién será el portador del discurso (...) La primera respuesta es: nadie. O todos." (pág.135).  

Ese "nadie o todos" terminan siendo primero los intelectuales y después el Estado, a quien Iglesias presenta como "la última esperanza de los pobres" en la misma conversación con Chantal Mouffe.

Los defensores de Syriza y PODEMOS pueden argumentar, como ya han hecho en otras ocasiones, que la clase trabajadora no asume espontáneamente la posición que nosotros pretendemos atribuirle. Este argumento desconoce en primer lugar que la clase obrera es internacional y no se limita a algunos países europeos en los cuales la situación puede ser más desfavorable (aunque casualmente en esos países militan esas "izquierdas"), que su gran heterogeneidad a escala internacional permite que mientras en algunos lugares la izquierda ni siquiera lucha contra los cierres de fábricas en otros, como Bangladesh, Sudáfrica o la misma China se levanten nuevos valerosos y enormes ejércitos proletarios que no están de acuerdo con eso de darse por perimidos; y por otra parte, en función del sustituismo del sujeto proletario por una suma de fenómenos cualesquiera, terminan anulando cualquier reflexión estratégica tendiente a la hegemonía obrera, en función de "apoyar lo que hay" en el espectro de las izquierdas reformistas. 

Entonces, al espíritu "althusseriano" que habíamos señalado en Syriza y PODEMOS, por su política centrada en las maniobras por arriba en lugar de la movilización desde abajo y su visión retrospectiva "moderada" de los '70 (eurocomunismo sin '68) cabe sumarle una "teoría" tributaria de una "izquierda sin sujeto", que a su vez postula una "toma de posiciones" sin "guerra de posición".

Un cuchillo sin hoja... que no tiene mango...

sábado, 14 de marzo de 2015

La emotiva despedida de Leo Norniella




Con un acto del que participaron centenares de compañeros y compañeras de todo el país, en el cementerio de Pablo Podestá se despidió en el mediodía del sábado a Leonardo Norniella.

Cobertura completa en La Izquierda Diario

jueves, 12 de marzo de 2015

Hasta siempre Leo (reposteo de Elviolentooficio)



Reposteo lo que escribió Fernando Rosso, muy atinado, por lo menos para mí, en este día tan triste que pasamos...


Acá está publicado el comunicado que sacamos desde de la Dirección Nacional del PTS sobre el fallecimiento de Leo Norniella. 

Las que siguen son sólo algunas palabras -si se quiere a modo de homenaje-, escritas desde el dolor, la bronca y una tristeza enorme:

"Nuestra generación es un barco a la deriva", me dijo un amigo con el germen consciente que encierra todo lo espontáneo, apenas nos enteramos del fallecimiento de Leo.

Eso fue lo primero que vino a la cabeza, nuestra generación y sus anclajes. Leo era un representante de ella. De la juventud que entró a militar en los tempranos años noventa, poco tiempo después de los "días de perro" del PTS en aquellos tiempos confusos.

Seguir leyendo

Leo Norniella ¡Presente!



A los militantes y simpatizantes de nuestra organización nacional e internacional, de la izquierda y del movimiento obrero combativo:

Lamentamos dar la triste noticia de la muerte de nuestro compañero, dirigente obrero, Leo Norniella. Desde que se conoció este duro hecho, obreros de Pepsico Snacks, de otras empresas de la Zona Norte, amigos, militantes y dirigentes del PTS, se acercaron al hospital, mientras en la fábrica, tanto la Comisión Interna como los propios dirigentes de la Verde exigieron y lograron que la patronal diera asueto por duelo.

Seguir leyendo

sábado, 7 de marzo de 2015

Gramsci y la revolución permanente



El tema al que hace referencia el título de estas líneas suele ser un poco problemático. Problemático pero no por eso improductivo, no solamente desde el punto de vista teórico general sino para reflexionar sobre los problemas actuales de teoría y estrategia marxista, como intentamos hacer en este artículo escrito el año pasado junto con Fernando Rosso para la revista Ideas de Izquierda

Pero antes de empezar por el final, deberíamos plantear que la cuestión de la "revolución permanente", en sentido amplio, tiene un lugar central en el pensamiento del marxista sardo. 

Esta centralidad no se debe tanto al análisis por Gramsci de la revolución permanente según Trotsky, sino a que la revolución permanente es el par conceptual de la revolución pasiva, que a su vez remite a las reflexiones de Gramsci sobre la Revolución burguesa moderna y la oposición entre Francia (jacobinismo-revolución permanente) e Italia (moderantismo-revolución pasiva). 

Entonces, revolución permanente, como el otro de la revolución pasiva. Pero curiosamente ambas categorías son presentadas por Gramsci como hijas de las mismas premisas explicativas del materialismo histórico: 

En C13 §17: señala: 

"Niguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización." [Prólogo de la Contribución a la crítica de la Economia Política.]'" 

Y posteriormente, a propósito de los debates sobre qué conjunto de acontecimientos conformaban la revolución francesa dice: 

"En todos estos puntos de vista hay una parte de verdad. Realmente las contradicciones internas de la estructura social francesa que se desarrollan después de 1789 encuentran su resolución relativa sólo con la tercera república y Francia tiene 60 años de vida política equilibrada después de 80 años de trastornos en oleadas cada vez más largas: 89-94-99-1804-1815-1830-1848-1870. Es precisamente el estudio de estas 'oleadas' de diversa oscilación lo que permite reconstruir las relaciones entre estructura y superestructura por una parte y por la otra entre el desarrollo del movimiento orgánico y el del movimiento de coyuntura de la estructura. Se puede decir entre tanto que la mediación dialéctica entre los dos principios metodológicos enunciados al comienzo de esta nota se puede encontrar en la fórmula político-histórica de revolución permanente."

En C15 § 17 se puede leer: 

"El concepto de revolución pasiva debe ser deducido rigurosamente de los dos principios fundamentales de ciencia política. 1 ] que ninguna formación social desaparece mientras las fuerzas productivas que se han desarrollado en ella encuentran todavía lugar para su ulterior movimiento progresivo; 2] que la sociedad no se impone tareas para cuya solución no se hayan incubado las condiciones necesarias, etcétera."

Entonces, de los principios del materialismo histórico, que Gramsci cita primero  y parafrasea después, del prólogo a la Contribución a la Crítica de la Ecomonía política, cuya mediación dialéctica se sintetiza en la fórmula revolución permanente, debe deducirse el concepto de revolución pasiva, no como programa, sino como "criterio de interpretación en ausencia de otros elementos activos dominantes" (C15 § 62).

En definitiva, en la historia de las revoluciones burguesas, la revolución permanente se opone a la revolución pasiva y en las categorías explicativas del materialismo histórico, los conceptos de revolución permanente y revolución pasiva se utilizan  para comprender las relaciones entre estructura y superestructura en la constitución de los Estados modernos, a partir de la comparación entre Francia e Italia. Explicación que por su parte alude a la dinámica de los acontecimientos, combinando cuestiones objetivas y subjetivas, cuya expresión se sintetiza en la existencia o ausencia de una fuerza "jacobina" capaz de hacerse con el mando e impulsar el proceso revolucionario más allá de los límites que buscan imponerle los sectores más moderados. 

Son pocos los marxistas del siglo XX que le dieron tanta importancia a la cuestión de la revolución permanente en la reflexión sobre el desarrollo de las revoluciones burguesas, las revoluciones de 1848 y el desarrollo del movimiento obrero moderno. 


Y si bien la respuesta que dan son distintas, Gramsci se ubica en un plano de reflexión cercano al de Trotsky, al intentar analizar las condiciones para la continuidad de la estrategia de revolución permanente que surge en la Revolución Francesa, es reformulada por Marx y sistematizada por Trotsky en el siglo XX. 



Trotsky, por su parte, en la primera formulación de la revolución permanente en su trabajo Resultados y Perspectivas, plantea las conclusiones posibles de la comparación de las experiencias de 1789, 1848 y 1905 y de ellas desprende la centralidad de la clase obrera como sujeto de la revolución, a partir de la reconstrucción de los pasos que aquella va dando en su experiencia de lucha, en la que progresivamente se va separando del “pueblo” dentro del cual anteriormente estaba diluida bajo dirección burguesa. 

En la argumentación de Trotsky, que se inserta en la tradición marxista clásica de estudiar profundamente las revoluciones burguesas para mejor comprender la lucha de clases del proletariado, la Revolución Francesa de 1789 ofrece el modelo de “revolución nacional” burguesa, mientras que en las revoluciones de 1848, surge la clase obrera como un actor diferenciado de la burguesía republicana y la pequeñoburguesía democrática, pero todavía débil aún para imponer su propio poder. Finalmente, en la revolución de 1905 en Rusia, la clase obrera aparece como la combatiente de vanguardia de la revolución democrático-burguesa; lo cual se explica a su vez por las características del desarrollo histórico ruso (país “atrasado” pero moldeado por e inserto en la economía mundial). La comparación de estas tres revoluciones permite a Trotsky esquematizar el desarrollo de la clase obrera que a tavés de la experiencia histórica, se escinde del bloque indiferenciado del “pueblo” y comienza a luchar por su propio interés de clase que llevado hasta el final implica la lucha por la dictadura del proletariado y el socialismo. 

Las experiencias de 1789, 1848 y 1905 planteaban entonces para el marxismo la progresiva (aunque no lineal) desagregación del “pueblo”, en un proceso de ascenso y consolidación de la sociedad burguesa que a su vez conlleva el proceso de separación del proletariado y por ende la elaboración de una estrategia de “hegemonía proletaria” precisamente en los países en que la “modernización” llega tarde y la clase obrera es más fuerte que la burguesía, como Rusia.

Las diferencias son dos. Allí donde Gramsci ve más continuidad de 1789 a 1848, Trotsky ve el inicio de una ruptura y allí donde Trotsky se orienta hacia 1905 (Rusia), Gramsci vuelve la vista hacia la unificación italiana.

En el artículo citado al principio, comentando un texto de Fabio Frosini, debatíamos sobre las afinidades entre la teoría de la revolución permanente de Trotsky y la teoría de la hegemonía de Gramsci, a partir del rescate, problemático, contradictorio, pero efectivo que el comunista italiano hacía de lo que podríamos denominar "el permanentismo de Lenin" en el Cuaderno 1 §44. 

Sin dudas que esta es una dirección en la cual indagar, muy interesante y como destaca Alvaro Bianchi en su libro O Laboratório de Gramsci - Filosofía, História E Política, (Campinas, Alameda Editorial, 2008, pg. 237) sobre la interpretación de Gramsci, que habla de "alianza entre dos clases, con hegemonía de la clase urbana": "Esa fórmula estaba muy lejos de ser idéntica a la 'dictadura democrática del proletariado y el campesinado' defendida por Lenin en 1905". 

Recordemos que la vieja fórmula de Lenin fue la que utilizó primero la Troika y luego los bujarinistas y stalinistas para oponerse a la revolución permanente y que Trotsky señala como una de las debilidades de esa fórmula que no definía qué clase tenía la hegemonía dentro de la alianza obrero-campesina.

No obstante este "reconocimiento parcial" de la dinámica permanente de la revolución rusa, podría argumentarse que el problema pasa por si la revolución permanente tenía para Gramsci vigencia para Occidente. Es un debate complejo, en el que ciertos recortes efectuados por los cultores de la interpretación "togliattiana" del pensamiento de Gramsci, no ha ayudado precisamente a clarificar el asunto. 

Y de hecho, basándose en ciertos fragmentos simplistas, la "síntesis" del planteamiento del problema por Gramsci se ha establecido más o menos así: "Habría que ver si la teoría de Trotsky no es el reflejo de la lucha tal como se dio en un país en el cual los cuadros de la vida nacional eran fluidos y desorganizados, mientras que si intenta aplicarse a Europa Occidental, en la cual hay una relación 'equilibrada' entre Estado y Sociedad Civil, solamente puede ser causas de derrota". (Esto último no es cita sino una reconstrucción del argumento tal y como se ha difundido).

Con eso, más algunas citas, sería suficiente para catalogar a Gramsci como un antitrotskista, aunque no furioso, bastante convencido. 


Sin embargo, el asunto no es tan sencillo. 


En primer lugar, hay que realizar la siguiente contextualización: Ni siquiera Lenin, luego de su confluencia con Trotsky, reconoció el rol de la teoría de la revolución permanente (formulada por primera vez en Resultados y Perspectivas) en la evolución del marxismo ruso e internacional. 


Más allá de la persona de Lenin, esto tiene relevancia porque el marxismo de la III Internacional, que ponía en primer plano la cuestión estratégica de la toma del poder por la clase obrera, seguía sosteniendo ciertas ideas que rápidamente se demostrarían como envejecidas (por ejemplo la idea de que en las colonias o semicolonias era poco probable que la clase obrera pudiera desempeñar un rol hegemónico sobre los campesinos y los movimientos nacionales). 


Reformular el marco teórico para mejor comprender el nuevo marco estratégico, con todo, hubiera tenido ciertos límites. Seguramente, en 1922 no se podía pronosticar desde Moscú una revolución proletaria en China o Indonesia por fuera de la experiencia práctica. Pero, incluso siendo muy cautelosos, el poder explicativo y anticipador de la teoría marxista se hubiera ampliado y sobre todo hubiera sido más difícil restaurar de a poco y en un largo proceso, de 1924 en adelante, la línea etapista menchevique, tergiversando las "viejas fórmulas" de Lenin. 


Pero como esto último es una suposición, volvamos a Gramsci. 


Decía que el asunto no es tan sencillo porque los considerandos del marxista sardo no se detienen en los que mencionamos y que constituyen el espantapájaros con que los togliattianos querían exorcizar a los trotskistas.


En el libro que ya citamos de Alvaro Bianchi, el autor hace un análisis concienzudo del problema, buceando en distintos pasajes de los Cuadernos (teniendo siempre en cuenta el momento en que fueron escritos) y en especial compara el texto del C8 § 52 y su reelaboración en C13 § 7,  y llega  a la siguiente conclusión: "A partir de mayo de 1932, Gramsci parece no insistir en la identidad de guerra de movimiento y revolución permanente, como es posible constatar en la supresión de esta identidad en el pasaje ya citado del Cuaderno 13". (Bianchi, pg. 243).

Yo creo que teniendo en cuenta asimismo lo señalado por el propio Gramsci al final del C13 § 24, en el que rescata, aunque dice que no lo sistematizó, el análisis de Trotsky sobre las diferencias de las condiciones de lucha entre Rusia y Europa Occidental en el Cuarto Congreso de la Tercera Internacional, Gramsci sabía que la teoría de Trotsky no podía asimilarse sin más a la "guerra de movimiento" y mucho menos al "ataque frontal", pero veía que la relación entre "guerra de posición" y "guerra de maniobra" debía invertirse, es decir pasar a tener preponderancia la primera por sobre la segunda. 


El problema es que Trotsky pensaba lo mismo, (basta ver el conjunto de escritos de los años '30 sobre la cuestión del Frente Unico, los sindicatos, el problema de la huelga general, sobre todo en Inglaterra, Francia y Alemania, distinto de España donde había un proceso revolucionario abierto), aunque, sobre todo en 1923, cuando dice que se dejó pasar la posibilidad de tomar el poder en Alemaina,  no veía tan lejanas las posibilidades para cambiar de una orientación defensiva a una ofensiva como Gramsci, por el contrario consideraba central prepararse para ese pasaje. 


Pero en cierto modo y para decirlo popularmente, en lo que hace al reconocimiento de distintas condiciones de lucha en Europa Occidental por Trotsky, Gramsci estaba pateando una puerta que estaba abierta. 


No obstante esto, podemos invertir la pregunta ¿Qué aspecto presenta en la práctica la revolución permanente en "Occidente"? ¿No tiene como un componente central la conquista de "hegemonía" obrera (que en la elaboración por Trotsky de la teoría de la revolución permanente juega un papel fundamental)? 


En Gramsci hay de algún modo varios Occidentes: E.E.U.U., el bloque de Inglaterra, Francia y Alemania y los países que denominaba (denominación problemática) como "capitalismo periférico" dentro de Europa, como España, Portugal, Grecia, Italia. Es decir, para Gramsci no hay un sólo "Occidente". 


Sin embargo, se puede resumir la "condición occidental" en algunas características: sociedad civil robusta, cooptación de las organizaciones de masas, Estado con un alto poder de fuego, que se resumen en la categoría de Estado integral. Esa condición occidental, aunque degradada, se generalizó a un conjunto de países semicoloniales, por lo menos en cuanto a las formas políticas.


Pensando en esto y en la situación subjetiva de la clase obrera, en el artículo que citamos anteriormente, habíamos escrito con Fernando Rosso, que por la dinámica actual de los procesos políticos están planteadas tareas que hacen a la fórmula de revolución permanente de Marx (conquista de la independencia de clase), la fórmula de Gramsci (conquista de hegemonía-guerra de posición) y la de Trotsky (unidad de los procesos a escala internacional, estrategia que articula la conquista de hegemonía con una perspectiva insurreccional).


Para concluir esta reflexión que ya se hizo un poco larga, mi conclusión sería que en un contexto en el que las experiencias como la de Syriza y PODEMOS llevan adelante un posicionalismo sin guerra de posición (que se resume en la frase de Pablo Iglesias en su conversación con Chantal Mouffe "Tener el Estado no es tener el poder, pero...."), la temática gramsciana de la guerra de posición y la conquista de hegemonía pasa a ser un componente fundamental para la teoría de la revolución permanente, en este período.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Los muchachos de antes no escribían papers

Leyendo este post de mi amigo Fernando Rosso, verdaderamente se me pianta un lagrimón. 

Sintetiza bien la deriva de los que pasaron de reflexionar sobre los "restos pampeanos" y las potencialidades de la ensayística a sumarse a un orden académico en el que no existe la voluntad suficiente ni siquiera para morirse de aburrimiento. 

No me imagino a J. W. Cooke viendo cómo cumplir con tales o cuales plazos para que no le saquen la beca....

¿Y quién hubiera dicho que al final iba a ser un mérito cultivar (o padecer de) un radical antiacademicismo?

domingo, 1 de marzo de 2015

El Maravilloso mundo de CFK



CFK inició su discurso citando el tuit de un periodista Joseph Cotterill del periódico Financial Times: “Lo lograron. Finalmente lo lograron. Los bonos reestructurados de Argentina al 2033 cotizan sobre la par: más de cien por cada peso nominal de la deuda argentina”, dijo. Curiosa elección para comenzar el discurso del gobierno “nacional y popular”, podría pensarse.